Arte

Rufo Criado. El color del interior

Velocidad sobre el agua

18 enero, 2007 01:00

Velocidad sobre el agua. Nº 2, 2006

Galería Aele. Puigcerdá, 2. Madrid. Hasta el 25 de enero. De 2.800 a 6.000 e.

La generación de composiciones mediante la edición de imágenes por ordenador se ha convertido, en los últimos tiempos, en el arranque del proceso creativo de Rufo Criado (Aranda de Duero, 1952). Pero si en la anterior exposición en Aele nos mostraba cajas de luz, en ésta encontramos únicamente pinturas y cinco papeles a la aguada. No es que Criado haya abandonado la poderosa irradiación de las transparencias -como se verá en ARCO-, sino más bien que los considera procesos paralelos. Con las pinturas, en cambio, gana en rotundidad y profundidad, aun cuando sus "extraños recorridos" respondan a una misma preocupación: las tensiones derivadas de la transversalidad, implacablemente constante y simultánea, en el paisaje de la vida contemporánea. El hecho de que el artista haya decidido desligarse de su vinculación con el Centro de Arte de Burgos, que ha dirigido desde 2003 después de una larga colaboración como asesor en la formación de su colección, para dedicarse exclusivamente a la creación, proyecta sobre esta exposición una cierta perspectiva de recapitulación de época, acentuada por la dominante magenta en las pinturas, el color de la concentración interior, que ralentiza con esperanza esa velocidad en el devenir dislocado que nos arrastra.

Un homenaje a su querido Juan Gris, que es la reverberación oblicua de un cuadro dentro de un cuadro, figura a la entrada como declaración de su permanente confianza en los poderes de la geometría y del color y en la materialidad existencial de la pintura para penetrar los terrenos de la intensidad emocional. Y si la diagonal, desde hace más de una década, fue para Criado su respuesta para dinamizar el estatismo de constructivismos y minimalismos, ahora las intersecciones ilógicas, las masas trapezoidales y agudas, violentas, inciden en fugas indeterminadas, esquemas laberínticos y órdenes inestables que pretenden traducir y conectar con "la desazón, el desasosiego e incluso los temores hacia lo que nos puede llegar".

La reflexión continuada sobre la tradición formalista por parte de este artista autodidacta torna aquí hacia Kandinsky, el de la música aérea en los papeles, pero más aún hacia las enseñanzas extraídas a partir de su análisis severo en los cursos de la Bauhaus, ahora aplicados a figuras y gamas irregulares y disonantes en los cuadros-cuadrados de casi dos metros. De manera que estas pinturas ofrecen esa característica contradicción visual de la imagen op, pero con incalculable profundidad espacial. Las superposiciones anguladas de metalizados, colores fluorescentes y tonos ácidos pero turbios, atraen tanto como rechazan la posibilidad de transitarlas. Esta tensión, que es también háptica, táctil, viene acentuada por los impecables acabados, de factura engañosamente industrial, que últimamente han hecho remitir su pintura a la de Peter Halley. Cuando el trabajo de Criado propone un desafío al diseño de la industria cultural y en pos de la naturaleza fluida, remanso de la velocidad digital, abisal.