Albano Afonso en el imaginario de la luz
¿Qué hora es en el paraíso?
18 octubre, 2007 02:00Natureza Morta com Estrelas, 2006-2007
Entre los artistas de la mobile generation -ya sólo un punto más jóvenes que los stars, y siempre favorables a los desplazamientos geográficos, a las interconexiones culturales y a las prácticas interdisciplinares-, la obra de Albano Afonso tiene cada vez más fuerza y visibilidad más amplia en la escena internacional. La solidez de su práctica, desarrollada sobre imágenes de luz casi transparentes, da ahora sus frutos seductores de primera madurez. Así lo atestiguan las series fotográficas y la instalación Naturaleza muerta que integran esta exposición, centrada en conceptos de temporalidad e inmaterialidad, y cimentada sobre una consideración fuerte de la historia del arte como tradición en que apoyarse para crear un inventario de imágenes inequívocamente actuales, pero diferenciadas de los grandes códigos mediático, publicitario y de la industria del espectáculo que configuran nuestro imaginario.Esa voluntad de cambio mueve a Albano Afonso a volver los ojos a la estética del barroco, tanto en los asuntos como en la forma, haciendo de la vanitas su tema preferente, y logrando que el artificio funcione como instrumento de conmoción estética. Así, la imagen directa de la muerte -cifrada aquí en la osamenta amontonada de un esqueleto humano de cristal y espejo- recorre la mayor parte del apartado fotográfico de la exposición, y constituye la pieza central de su instalación. Introducida en una urna de vidrio, dispuesta en el suelo, esa osamenta centellea bajo una iluminación cenital muy intensa, y los destellos de sus teselas espejeantes se proyectan como centellas por techos, paredes y solería del espacio penumbroso de la sala, así como sobre los cuerpos de los espectadores, haciendo que resulte -según el decir clásico- "todo de diamante". Culmina, pues, en esta instalación el ciclo de trabajos Naturaleza muerta, que Afonso inició en 1998 en forma de bodegones de frutas, ciclo cuya iconografía vegetal se mezcló en 2004 con alguna calavera y grandes huesos, y que a partir de 2005 se ha centrado en composiciones integradas sólo por osamentas. La artificialidad triunfa al convertirse las piezas del esqueleto en joyas de espejo, la urna cineraria en vitrina radiante, y las sombras del sepulcro en una sala salpicada de estrellas, recorrida por imágenes hechas puramente de luz. Para que nada falte en esta poética barroca, propensa a los contrastes y a la estilización embellecedora, sobre la pared central de la instalación se proyecta también una estructura luminosa rigurosamente geométrica, contraponiendo su "razón" conceptuosa a la "naturalidad" de la arquitectura ósea a la que sirve de contrapunto.
Esta misma combinatoria de naturaleza y de razón, de intuición y de concepto, de fantasía y de geometría, de espacio y de tiempo (y de su negación, a veces), y este mismo juego irresistible de ir Creando estrellas e imágenes -inclusive Autorretratos, que, por supuesto, no se concretizan- mediante simples destellos del flash, contando, si acaso, con la complicidad de alguna plancha de espejo, hacen que la obra fotográfica de Afonso se reafirme como creación plástica exclusiva, que se acerca lo mismo a la pintura que al diseño, como aquí lo corrobora Constelación, ese interesante retablo mural integrado por imágenes rectangulares de diferenciadas luces y colores del cielo de São Paulo, fotografiado cientos de veces, a horas diversas, en diferentes días, noches y estaciones. El "concepto visual" del espectador convierte estas imágenes celestes en una suerte de imprevisto pantone o guía de color, en una "paleta fotográfica" formidable, cuya gama de colores nosotros no conseguimos ver si no es cuando la cámara los capta y Albano Afonso nos los revela.