Image: Carol Bove

Image: Carol Bove

Arte

Carol Bove

Kimmerich, Nueva York (EE.UU.). Hasta el 1 de mayo. http://kimmerich.com

29 marzo, 2010 02:00

Carol Bove es una de las artistas más interesantes trabajando en el ámbito objetual y escultórico. Presenta ahora una individual en su galería neoyorquina.

ELCULTURAL.es
No hace mucho hablábamos de Carol Bove cuando reseñamos la exposición de Felix González-Torres en Wiels, Bruselas, una muestra dividida en diferentes fases y sus consiguientes sedes que contaría con comisarios como Danh Vo, Carol Bove y Tino Sehgal aparte de la creadora del proyecto Elena Filipovic. Carol Bove, que nació en Ginebra, Suiza, en 1971 pero creció en Berkeley, California, será la responsable de la exposición que tendrá lugar en la Fundación Beyeler en los próximos meses. El trabajo de Bove lleva instalado en el imaginario colectivo del arte contemporáneo desde principios de la década pasada. En 2003 ya tuvo una individual importante en la Kunstverein de Hamburgo y, desde entonces, han sido muchas las galerías e instituciones en las que, en muestras individual o exposiciones colectivas, ha venido mostrando su trabajo con notable éxito.

Esta es la tercera exposición que Bove realiza con Dennis Kimmerich y la primera en su nuevo espacio neoyorquino. En ella pueden verse los trazos característicos de un obra que mezcla diferentes momentos de la historia del arte y muchos de sus conceptos. Recoge Bove objetos, artefactos e imágenes del pasado para crear una suerte de ensamblaje que quiere demostrar cómo ideas que muchas veces pensamos que han quedado obsoletas son capaces de emerger a la superficie y situarse, de nuevo, en un primer plano de la actualidad cultural. Algunas de estas ideas son, por ejemplo, el gusto, concepto de gran popularidad en la estética del siglo XVIII y que hoy no se utiliza en el campo del arte contemporáneo. Ha trabajado la artista con motivos tomados del Renacimiento, la estética de los años 30, en Surrealismo, y los ha mezclado sin miramientos en un ejercicio a todas luces postmoderno, hibridador y subversivo, que sumerge al espectador en un compleja y vidriosa abstracción de la que a veces no es fácil salir.

Bove juega con la distorsión del espacio y el tiempo, y el misterio que rodea cada fragmento y cada pieza dimana de la dificultad de advertir su posible vida anterior y el modo en que se relaciona ahora con otras con las que comparte espacio y contexto. Así, el cadáver exquisito que saluda a su entrada al espectador adquiere proporciones humanas al instalarse sobre un gran plinto, porque la artista no solo mezcla conceptos dispares sino que, además, desvirtúa sus escalas. Dos grandes cuerpos prismáticos llamados "Harlequin" son claramente tridimensionales y sin embargo la sensación es otra, pues una primera mirada suscita la impresión de asistir a una superficie bidimensional, como pictórica.

Conchas, hojas, plumas, pequeñas esculturas de arena... La introducción de elementos de origen natural se intuye no tanto como gestos metafóricos sino como soportes que se enfrentan conceptualmente a materiales artificiales. No solo quiere Bove comprobar cómo se relacionan los objetos procedentes de diferentes contextos sino que también parece querer establecer una relación entre naturaleza y cultura y cómo responde nuestra percepción a esa dualidad en la sala.

El trabajo de Carol Bove es afín al de un arqueólogo cultural, saliendo al rescate de nociones y objetos que creíamos olvidados y examinando su posible vida en nuestro mundo. Los que visiten la feria de Basilea en junio no deben perderse su visión de la obra de González-Torres en su siempre sugerente visita a la Fundación Beyeler.