Image: Gilberto Zorio

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Arte

Gilberto Zorio

"Cuando el hombre comprende que no puede tocar las estrellas, inventa su representación"

16 abril, 2010 02:00

Gilberto Zorio junto a una de sus obras. Fotografía: Ramón Escuredo

Gilberto Zorio es, junto a Giuseppe Penone y Giovanni Anselmo, uno de los padres del arte povera y, de los tres, el único que no había expuesto todavía en el CGAC de Santiago de Compostela. Allí inaugura hoy una exposición, la primera programada por el director Miguel Von Hafe, que recorre su trayectoria con las estrellas como protagonistas. Con él recorremos el montaje de las salas y analizamos el arte de uno de los italianos más universales.

Las esculturas de Gilberto Zorio no son cerradas, opacas y pesadas sino líneas de fuerza, símbolos abiertos, formas en movimiento y transformación: invitación al recorrido, al viaje, al descubrimiento. Sus exposiciones no reúnen muchas obras pero modifican el espacio que ocupan y transmiten la percepción que de él tiene el artista. Una experiencia personal, distinta, radical. Por lo primero, a Zorio no le gusta hablar de muestras antológicas o retrospectivas sino de "exposiciones en las que se unen obras de distintas épocas, dispuestas en función del espacio, como respuesta a él". Su independencia y originalidad le permiten estar presente en muchas de las citas clave en el desarrollo del arte de las últimas décadas.

En 1991 expuso en el Centro del Carmen, entonces el gran espacio alternativo del IVAM; hoy lo hace en el CGAC. En ambos casos, se trata de exposiciones de gran formato, en las que se sirve de obras de diferentes épocas, ordenadas siguiendo un impulso anímico, no cronológico. La reflexión surge constantemente: "El Centro del Carmen es una arquitectura excepcional, por sus dimensiones, por su lenguaje, porque pasas por espacios y épocas distintos: lo medieval, lo barroco, lo neoclásico… impresionante. Allí se percibe la realidad, la historia. El CGAC es una gran arquitectura contemporánea, pero no es real: los muros no se sienten, están ocultos tras paredes artificiales". Mientras habla, Zorio toca las paredes y reclama que escuchemos el sonido: leve. Sonríe.

Energía, peligro, estallido
No lo niega: le gusta el contraste, los lugares en los que se respira el paso de la historia y la vida. Alude constantemente a sensaciones físicas relacionadas con la percepción, y refuerza sus expresiones con gestos que tienen mucha relación con su escultura, porque marcan direcciones, estallidos, expansión: "Mis obras parten del deseo de la energía, de la fuerza, del espíritu; del sentido del peligro, del riesgo. Mi trabajo no ha cambiado, es el mismo porque yo soy el mismo: mi trabajo se ha modificado, pero no ha cambiado, contiene siempre problemas de energía, fuerza, peligro, viaje, movimiento. Lo muy veloz o muy lento: las reacciones químicas son muy lentas, la lámpara es muy veloz. Mi cuerpo, la historia, la antropología, el viaje y el deseo del futuro giran en torno a las obras, pero su eje es la energía, física y mental. Mis trabajos pretenden ser energía y se reafirman como obras en acción, en proceso: vivientes, volcadas hacia el futuro".

Su actual exposición llega procedente del MAMbo de Bolonia, pero es nueva, diferente: Zorio ha visitado el CGAC, ha tomado nota de sus espacios y sus rincones, pero se ha quedado con las sensaciones del encuentro, del recorrido: "Valoro las intuiciones que percibo, pero parto de las últimas soluciones técnicas. Intervengo en los espacios, pero quiero que las obras encuentren su lugar. Las hago pensando en un entorno concreto, pero puedo llevarlas a otro y no cambian: se modifica la imagen como se altera el color de la piel con la luz, nada más. Las obras tienen gran autonomía… La obra de arte puede estar en cualquier espacio. Su gran presencia, por la que es parecida a la alquimia, es su potencia, sus posibilidades: la obra es una criatura, un ser no viviente. Material, físico, espiritual".

El montaje es lento. Zorio lo asume y recorre las salas previendo el efecto final: "Estoy metiendo muchas obras porque quiero provocar un diálogo forzado, no poético, entre ellas". Lo advierte, antes de anunciar: "El visitante encontrará todos los datos de mi trabajo". Algunas intervenciones resultan decisivas: en el vestíbulo de entrada, anula la luz cenital que crea cierta indefinición en los límites entre planos, y lleva la tensión hacia las obras. Más visible es la inclusión de una Torre-Stella, superpuesta al trazado arquitectónico de Siza. Zorio utiliza estas intervenciones para reordenar los espacios y abrir nuevos, regidos bajo sus normas: "Mi estructura me permite crear recintos dinámicos para las obras, partiendo siempre de los ángulos agudo y obtuso, que sugieren lo cercano y lo lejano, lo abierto y lo cerrado, lo visible y la sombra. La Torre-Stella se percibe como muro y sólo al final del recorrido uno advierte que es también una forma, una estrella". Richard Tuttle planteó hace años un recorrido en espiral sobre las mismas salas: atravesaba las paredes pero se sentía la idea del recorrido. Zorio propone el resultado de una experiencia emocional: "Sobre el plano, sobre el papel no se siente lo que nos transmite el espacio; es necesario vivirlo". Las Torri-Stella se han conformado en los elementos -de clara presencia arquitectónica- que le sirven para dar otro sentido espacial a los lugares donde muestra sus obras.

A vueltas con la estrella
De ellas se plantean lecturas simbólicas a partir del análisis de su iconografía o de los materiales utilizados. Zorio lo matiza, empezando por la más recurrente, la estrella: "Antes de ser símbolo y representación, la estrella global es una imagen universal y una fuente de energía. Tiene significados distintos según las culturas: la estrella del Cristianismo, la del Islam, la de las repúblicas soviéticas... Es una imagen universal porque responde a un deseo de la humanidad, del hombre: cuando comprende que no puede tocar la estrella con la mano, inventa su representación, la dibuja. En el modo como cada hombre la piensa y la traza nos ofrece su propia imagen. Es la idea del éxodo, del viaje, y a la vez es energía; por eso vuelvo siempre a la estrella".

Instinto animal
Como Zorio vive el contraste, el encuentro entre contrarios, de lo espiritual de una forma nos lleva a lo animal de materiales como las pieles o el cuero: "El cuero es la animalidad, la fuerza, la energía del trabajo, mientras el pergamino es la energía culta, la cultura, la transparencia. Ocurre lo mismo con los metales: el bronce es de la cultura mientras el hierro de la fuerza, de la máquina, de la guerra, o el cobre del amor, porque conduce, comunica".

Otras presencias habituales en su trabajo son la química y el puño cerrado: "La química es lo desconocido, la materia, la alquimia, el deseo del hombre de ser inmortal. La lucha cambia la percepción, es un esfuerzo exagerado. El puño se cierra cuando se quiere dar idea de esfuerzo, de concentración de energía". El recorrido prosigue, con formas: "La flor de loto es la forma vital, pura; la canoa es la idea y la representación del viaje, al menos así lo han visto culturas muy diferentes: el viaje físico, la huída o el descubrimiento, el viaje iniciático. La canoa transporta al hombre, vivo o muerto". También con materiales: "El oro tienta la eternidad, no cambia, es una forma purísima, y conduce la energía". De inmediato pasa a hablar de los procesos, de las puntas de oro en los arcos voltaicos, otra de las presencias constantes en su obra. Y de la terracota, "primer material de síntesis del género humano". Enumera algunas de sus aplicaciones y admite su interés por los procesos de transformación: "Para mí fueron importantísimos los estudios de cerámica: me enseñaron cómo se hacen las cosas, cómo reaccionan… Ver esos procesos, estudiar el funcionamiento de las cosas resultó esencial". Cree que es la base para atreverse a entrar en lo misterioso, como el arte: "El hombre hace arte: es algo extraño, pero es una necesidad. El arte es la proyección de la realidad y es común, pero cuando es fuerte genera una realidad autónoma". Lo escenifica en Richard Long: "Después de una larga caminata, su decisión de disponer unas piedras en círculo tiene relación con la experiencia del recorrido, y eso resulta emocionante".

Turín, fuerza y misterio
Gilberto Zorio nació en Andorno Micca, en 1944, pero vive en Turín, "una ciudad bellísima pero melancólica, incluso triste. Una ciudad de contrastes: tras su belleza clásica, tras su melancolía, es la fuerza del trabajo. Como ciudad, en Italia es muy importante para la literatura, para el teatro: el centro del cine no es Roma sino Turín; en el mundo editorial, Einauldi es turinesa; la resistencia frente al fascismo nace en Turín, como las primeras óperas durante la guerra… Turín contiene la fuerza, el misterio y los contrastes suficientes como para atraer a los artistas…". La ciudad es uno de los ejes del arte povera que, a finales de los años 60, revoluciona el entorno artístico europeo. Artistas como Anselmo, Penone o Zorio (que han preparado para el CGAC exposiciones memorables) consideraron que la escultura era antes una concentración de energía que una ordenación de volúmenes; utilizaron nuevos materiales, pero siempre cargados de sentido, como los gestos, las formas. "Arte povera -señala Zorio- es más un título afortunado que un grupo, una corriente o un movimiento: cada uno tenía y tiene su modo de hacer, su propia ideología artística; sus obras hablan, transmiten una historia: son inteligencia".

El efecto sorpresa
Lo dice mientras enseña cómo su Torre-Stella relaciona las dos plantas en las que distribuye sus obras, conectadas en el Doble Espacio. El efecto sorpresa, la transformación, el tiempo y la presencia de la energía se hacen visibles, gracias a dos obras -dominadas ambas por la referencia a la estrella- en las que nos muestra "la imagen y su memoria, lo visible y lo invisible, lo que percibimos y lo que está pero parece oculto". La percepción cambia cuando el espacio se oscurece y las formas tridimensionales dejan paso a la huella de la pintura fluorescente sobre la pared. "Son dos obras recientes, de gran tamaño, con las que quiero tratar del firmamento y la diseminación, del cosmos y la siembra… No sé por qué el cosmos me recuerda siempre al gesto de sembrar".

Al final, queda la sensación de estar ante una obra que aspira a ser total, sumando valores plásticos, el misterio del mundo del arte, la precisión de la ciencia, la fidelidad con el proceso, el sonido, la ópera como tentación… "La energía es el motor, es, indispensable, el punto de partida". Tras el arranque, la confesión del método: "Como artista uso mi experiencia para hacer las cosas sencillas, sencillas, sencillas".