Image: No Soul for Sale, arte al margen del mercado

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Arte

No Soul for Sale, arte al margen del mercado

La Tate Modern reflexiona sobre las oportunidades de la creación artística fuera del marco institucional

13 mayo, 2010 02:00

El chófer Martí Anson delante de La Pedrera.

Con motivo de las celebraciones del décimo aniversario de la creación de la Tate Modern diversas iniciativas centrarán la atención de la comunidad artística en el templo de la capital británica.

Javier Hontoria
Diez años hace ya de la inauguración de la Tate Modern londinense, el gran centro de arte que la ciudad del Támesis necesitaba para competir con otras metrópolis en esa correosa competición en la que se ha convertido el turismo cultural globalizado. Y diez años son más que suficientes para constatar que el proyecto ideado entonces ha cumplido con creces su cometido inicial, el de dotar a la ciudad de un megacentro que reparte cultura, absorbe colas de visitantes y genera importantes beneficios. Además, ha consolidado un nueva forma de entender nuevas estrategias museográficas y, sobre todo, ha logrado dar forma definitiva a lo que durante años hemos entendido por "espectáculo" a partir de su programación de intervenciones en su Sala de las Turbinas, un espacio que es tan grande como anodino que cada año logra congregar la atención de toda la comunidad artística.

Es en este Turbine Hall donde se centran los fastos de este décimo aniversario con una iniciativa llamada No Soul for Sale, que se sitúa en las antípodas de ésas que normalmente acoge esta sala. Se trata de un festival de organizaciones independientes que tratan de repensar conceptos cruciales en la práctica contemporánea como participación, visibilidad, producción, incidencia social, mediación... Son 60 entidades sin ánimo de lucro que convergerán en el espacio central del centro con un sinfín de actividades durante todo el fin de semana. No Soul for Sale es una llamada de atención sobre las nuevas posibilidades de entender el arte fuera del ámbito institucional y, sobre todo, lejos del mercado. El proyecto, que el año pasado se celebró en Nueva York, no es ni una exposición ni una feria aunque guarda indudables similitudes con ambas, especialmente con la segunda, pero con un importante matiz: ni las organizaciones han pagado por su espacio ni éstas obtendrán beneficio económico alguno. Organizado por Maurizio Cattelan, Massimiliano Gioni y Cecilia Alemani, constará de performances, nuevas propuestas a la hora de presentar trabajos artísticos y cinematográficos y, por supuesto, charlas sobre los nuevos modelos de producción o sobre las posibilidades del arte fuera de la institución y el mercado, entes que, para muchos constituyen un lastre importante para la creación artística y sus posibilidades de conectar con las audiencias.

Son, decíamos, 60 organizaciones de todo el mundo entre las que destaca Latitudes, una oficina curatorial con base en Barcelona fundada en 2005 por Mariana Cánepa Luna y Max Andrews. Latitudes viene realizando un trabajo que ha logrado concitar el interés de la comunidad artística y el público a partir de proyectos que se instalan más allá de las fronteras de lo artístico y se visibilizan a través de canales que poco tienen que ver con los difusores tradicionales. Durante 5 años han sabido situar el arte en un contexto sorprendente pero no por ello menos accesible y han realizado proyectos con artistas consagrados con cuyos trabajos han logrado generar nuevos escenarios y, por tanto, lecturas inéditas.

El proyecto con el que se presentan en No Soul for Sale tiene como protagonista al artista Martí Anson (Mataró, 1968), uno de los creadores postconceptuales más relevantes de su generación. Anson propone un ejercicio performativo en el que se convierte temporalmente en chófer (con sueldo y alta en la seguridad social). En su coche, debidamente equipado para tal objetivo y diseñado como los taxis de Mataró de los sesenta, trasladará a los dos miembros de Latitudes a Londres vía Santander, donde cogerán el ferry a Portsmouth. Una vez en Londres, el taxi y unas mesitas y sillas a modo de camping harán las veces de stand en el que se podrán ver los proyectos que ha realizado la oficina así como proyecciones de artistas jóvenes. Martí Anson subvierte su condición de artista trasladándose a un ámbito profesional de lo más prosaico (un chófer) mientras que las sacras connotaciones que rodean la Tate Modern ("el templo del arte") y su Sala de las Turbinas ("el gran reto para todo artista") se diluyen, a su vez, en un escenario igualmente pedestre, el de un camping, en el que uno podrá, durante todo el fin de semana, cultivar su interés en esas otras formas de producir y difundir el arte contemporáneo tan importantes en un tiempo como el nuestro.