Image: Una ventana con vistas al arte de París

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Arte

Una ventana con vistas al arte de París

Tomamos el pulso artístico a la ciudad. Mientras el Pompidou reflexiona sobre la conversión de la urbes en parques temáticos y sobre la creatividad femenina, el Jeu de Paume y el Louvre exhiben los dibujos de Kentridge

13 agosto, 2010 02:00

Intervención de Molleret en el Louvre.

La capital francesa es, por supuesto, uno de los grandes centros artísticos mundiales, con una importancia que, sin embargo, ha ido cediendo con los años, no sólo por el trasvase de poderes efectuado en los años posteriores a la finalización de la segunda guerra mundial, en la que París perdió la supremacía a favor de Nueva York, sino por la aparición, en las últimas dos décadas, de multitud de centros localizados en otros rincones del planeta que han adquirido recientemente un poder notable. Hoy París cuenta con una escena institucional importante con museos de enorme prestigio, pero su escena privada es algo más exigua. Hay dos o tres galerías con una trayectoria de treinta años a sus espaldas pero, por lo general, París no puede competir en este ámbito con ciudades como Berlín, Londres o Nueva York.

El museo de arte contemporáneo más conocido de la capital francesa, el Centre Pompidou, es también uno de los más importantes del mundo. En su singular emplazamiento, el edificio diseñado por Richard Rogers y Renzo Piano, pueden verse este verano un buen puñado de interesantes exposiciones entre las que destaca Dreamlands, un proyecto sobre la arquitectura y el urbanismo contemporáneos a partir de la influencia que los parques temáticos han ejercicio sobre nuestras ciudades. Es una exposición interesante pues se detiene ante un hecho curioso: cómo los espacios acotados de las Exposiciones Universales de finales del siglo XIX parecen haber visto cómo desaparecían sus límites para acabar extendiéndose y configurándose como una ciudad en sí misma. La muestra parte de textos teóricos de autores y arquitectos como J.G.Ballard o Rem Koolhaas, que han abundado en la herencia del movimiento moderno y utópico y en la creciente espectacularizacion de la vida contemporánea.

Otra de las exposiciones en las que conviene detenerse es la dedicada a la creación artística femenina en las colecciones del centro. El Pompidou ha sido durante décadas un referente a la hora de crear una colección pública y la suya es de las más importantes del mundo. En una práctica que es muy habitual en la museografía contemporánea, el centro realiza grandes exposiciones temáticas con obras de su propia colección. Si en 2005 lanzaron una primera entrega con Bing Bang, una de las exposiciones más importantes de la década en el ámbito de la gestión de las colecciones, y en 2006-2007 programaron Mouvment das Images, ahora proponen una interesante muestra sobre el importantísimo papel jugado por las mujeres artísticas desde las vanguardias históricas hasta la actualidad. Bajo el título HYPERLINK "mailto:elles@centrepompidou" elles@centrepompidou, la muestra abarca casi un siglo de trabajos, desde los de Sonia Delaunay hasta los de Tatiana Trouvé. Se trata de definir y acotar el espacio de creación de la mujer (significativamente, uno de los apartados de la exposición parte del famoso A room of one's own (Una habitación propia) de Virginia Woolf), un lugar que ha vivido durante décadas silenciado por la hegemonía del hombre en la deriva moderna.

En el Palais de Tokio y el Museé d'Art Contemporain de la Ville de Paris, dos centros vecinos (se encuentran puerta con puerta en la avenida del presidente Wilson) de una escala algo menor pero que son referencias obligadas entre las instituciones de París, puede verse un ambicioso proyecto creado al alimón que lleva por título Dinasty: 1 exposición, 2 lugares, 40 artistas, 80 propuestas. Es una muestra colectiva en la que los artistas montan un trabajo en cada centro. Todo cabe en este proyecto, desde las aproximaciones a la tecnología más experimentales hasta el trabajo íntimo y frágil con materiales precario. Lo que se busca es comprobar la riqueza conceptual y formal que sustenta los trabajos de las generaciones más jóvenes en Francia.

Si retrocedemos hacia la Plaza de la Concordia y entramos en el Jeu de Paume podremos ver una de las exposiciones más importantes del verano parisién, la dedicada al artista surafricano William Kentridge, autor de uno de los cuerpos de trabajo más fascinantes de las últimas décadas. La exposición ha sido organizada por el San Francisco Museum of Modern Art y el Norton Museum of Modern Art y también pudo verse el pasado invierno en el MoMa de Nueva York con gran éxito de público. El trabajo de Kentridge versa sobre la Suráfrica del apartheid aunque en esta exposición, que lleva por título Cinq Thèmes, también toca otros asuntos como sus escenografías para diferentes óperas (La flauta mágica de Mozart y La nariz, de Shostakovich). Ésta no se la deben perder. También pueden verse en el centro otras exposiciones de menor calibre pero igualmente interesantes como las dedicadas a Bruno Serralongue, Willy Ronis o Klara Lidén.

Tras un grato paseo por el jardín de las Tullerías llegamos al Louvre, uno de los museos más importantes del mundo en el que, además de las exposiciones temáticas programadas para este verano como la estupenda Meroe, el Imperio del Nilo, un recorrido fascinante por la obra y la historia de una de las grandes capitales del Imperio Egipcio, se ha organizado una exposición de dibujos de Kentridge como continuación de la muestra del Jeu de Paume. Los trabajos serán expuestos en paralelo a dibujos clásicos pertenecientes a la importante colección del Louvre. También podrá verse una intervención del artista francés Francois Molleret, en el marco de los encargos que la institución francesa hace a artistas de renombre que aún continúan activos. Su intervención ha sido realizada en el óculo que hay sobre la Escalera Lefuel, uno de los espacios míticos del museo, construida a mediados del XIX en el ala norte del museo. El trabajo, que se titula L'esprit d'Escalier, es una transformación del marco y las ventanas del óculo siguiendo una estética que es "marca de la casa" en el trabajo de Molleret.

Por último, en la Fundación Cartier, el museo diseñado por Jean Nouvel, el mismo arquitecto que ha realizado la ampliación del Museo Reina Sofía, puede verse una muestra dedicada al cineasta japonés Takeshi Kitano, autor de muchas películas clásicas del cine japonés de las dos últimas décadas. La exposición es una inmersión irónica e impertinente en el mundo de la infancia a través de videos, esculturas, dibujos y toda suerte de objetos que compondrán un ambiente singular. Se enmarca esta exposición en la ya extendida práctica museográfica que se detiene ante el trabajo de cineastas en proyectos que ofrecen una gran variedad de recursos formales. Un buen ejemplo de este tipo de proyecto ha sido el dedicado este año a Tim Burton en el MoMA de Nueva York, donde las colas para entrar daban la vuelta a la manzana.