Alfonso Emilio Pérez Sánchez, un director entregado al Prado
Su fecunda dirección de la pinacoteca se volcó en recuperar la obra dispersa y en la organización de grandes exposiciones
15 agosto, 2010 02:00Alfonso Emilio Pérez Sánchez. Foto: Archivo
Un humanista en el mejor y más intenso sentido de la palabra. Eso es lo que fue Alfonso Emilio Pérez Sánchez, fallecido el sábado por la tarde en Madrid a los 75 años (hoy será incinerado), tras una larga enfermedad. En su abultado currículo, que refleja una incesante actividad en diversas disciplinas artísticas, sobresale su prolongada y fructífera vinculación al Museo del Prado, del que fue director en 1983 y 1991.Nació en el año 1935, en Cartagena. Allí completó sus estudios de bachillerato, pero, posteriormente, se trasladó a Valencia con toda su familia. En 1952, inició sus estudios de Filosofía y Letras, que luego continuó en Madrid, adonde se trasladó tres años después. En la capital terminó la carrera y abrió un nuevo itinerario en su trayectoria humanística: se matriculó en la Escuela Oficial de Cine. El séptimo arte fue otra de sus grandes pasiones. Se especializó en el ámbito de la dirección cinematográfica y entró en contacto con cineastas como Basilio Martín Patino, Picazo y Manolo Summers.
Pérez Sánchez también obtuvo una beca para ampliar sus estudios historiográficos y artísticos en Munich. En la capital bávara estuvo entre 1960 y 1961, donde trabajó en colaboración con Soehner, por entonces director de la Alte Pinakothek.
Tras acabar esta licenciatura, preparó una tesis doctoral que leyó en 1963 y acabó publicándose años después, sobre la pintura italiana en España en el siglo XVII. Con los años, sus opiniones en este terreno gozaron de enorme prestigio ya que se convirtió en una autoridad mundial. La tesis se la dirigió en el profesor Diego Angulo. Ese mismo año conoció al poeta Juan Gil Albert y trabó amistad con Jacobo Múñoz, que por entonces dirigía la revista La caña gris. En esta publicación aparecieron por vez primera algunos de sus poemas.
Una década después obtuvo la plaza de catedrático de Historia del Arte en la Universidad Autonóma de Madrid. Para entonces, de la mano del profesor Angulo, Pérez Sánchez ya se había implicado en la gestión del Museo del Prado. En un principio, sus colaboraciones para la pinacoteca abarcaban las tareas más dispares. Pero poco a poco sus responsabilidades se fueron incrementando hasta llegar, en 1971, a la subdirección del museo. En este tiempo su labor fue clave para recuperar muchos de los fondos donados y prestados por el museo a todo tipo de instituciones. Pérez Sánchez fue un hombre clave en el fin de esta diáspora desordenada de cientos de valiosos cuadros. Pero en 1981 decidió dimitir, como muestra de desacuerdo con el nombramiento como director de la institución de Federico Sopeña, al que no consideraba una persona apropiada para ostentar tal responsabilidad.
Sin embargo, volvió en 1983. Esta vez para tomar las riendas del museo desde el peldaño más alto: la dirección. Durante su mandato organizó, entre enero y marzo de 1990, la exposición sobre Velázquez, una de las más exitosas, en cuanto a número de visitantes, de la reciente historia del Museo. Él introdujo en el Prado la dinámica de las macroexposiciones, una constante ya asentada en aquella época en el resto de grandes pinacotecas mundiales.
Pero, en 1991 puso su cargo a disposición del ministro de Cultura entonces, Jorge Semprún. En una carta manifestaba sus razones, entre las que pesaban, sobre todo, la intervención de España en la Guerra del Golfo Pérsico. Tampoco compartía la decisión de habilitar el Palacio de Villanueva para el Thyssen, en lugar de utilizar sus salas para ampliar el Prado. Fue sustituido por Felipe Garín. Meses después, a instancia del nuevo ministro de Cultura, Jordi Solé Tura, fue designado director honorario de la pinacoteca.
Pérez Sánchez ha sido autor de varios estudios sobre historia del dibujo. Asimismo, escribió numerosas publicaciones sobre la historia de la pintura española y extranjera, especialmente del barroco italiano y del Siglo de Oro español. Como comisario de exposiciones ha desarrollado también una intensa labor, elaborando una gran cantidad de catálogos críticos.
Entre otros muchos reconocimientos públicos que cosechó, se encuentra la membresía de la Hispanic Society de Nueva York. En febrero de 1997, además, fue elegido miembro de la Real Academia de la Historia, y un año después de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la sección de Pintura. Y desde 1988 también era miembro del Real Patronato del Centro de Arte Reina Sofía.