Francis Alÿs
Con la exposición en el MoMA ya tengo un pie en la tumba
17 diciembre, 2010 01:00Francis Alÿs. Foto: Roberto Rubalcava
Es uno de los artistas más influyentes del arte contemporáneo, aunque Francis Alÿs sólo se considera un catalizador. Tras su paso por la Tate de Londres, su obra llegará el próximo mayo al MoMA neoyorquino. Antes, hace parada en Murcia para ponerle el broche de oro al proyecto Dominó Caníbal.
Un breve repaso por sus exposiciones en curso da buena fe de ello. Hasta doce acumula por medio mundo: Jerusalén, Gante, México, Princeton, Cincinnati, Bruselas, Pistonia o Maastricht, donde Alÿs acaba de recibir el BACA Laurearte 2010, el premio para artistas internacionales más importante que concede Holanda. En esa la lista, también España está entre sus destinos. Hoy arranca su participación en Dominó Caníbal, nombre elegido por el comisario mexicano Cuauhtémoc Medina para esta segunda edición del PAC Murcia, la bienal que durante todo 2010, ha llevado a varios artistas a intervenir, destruir o reinventar la propuesta de su predecesor en la Sala Verónicas de Murcia. Por allí han pasado ya el americano Jimmie Durham, la española Cristina Lucas, el colectivo Bruce Hight Quality Foundation, la artista cubana Tania Bruguera y la brasileña Rivanne Neuenschwander.
Efecto dominó
A Francis Alÿs le toca cerrar el ciclo y lo hace, explica, tomando distancia: "Mi propuesta es una revisión general del proyecto que integra a todos los artistas anteriores a mi intervención. Es la idea más alejada en cuanto a dejar una "marca" de artista. Me gustaría abstraerme lo máximo posible y, con ello, dar pie a infinidad de circunstancias. En los últimos meses tuve varias exposiciones grandes, como la de la Tate Modern de Londres, con las que ya tuve mi momento de ego". Lo dice irónico y casi ruborizado...
-¿Cuál es su papel entonces?
-Mi papel en Dominó Caníbal es el de un agente que recopila información para un estudio del proyecto. Para ello, he utilizado las imágenes colgadas en la web del PAC Murcia, unas 150, y he pedido a tres personas que las interpreten. El primero es el comisario, Cuauthémoc Medina, el agente instigador y el que responde a la etiqueta de "internacional". El segundo es Carlos Jiménez, agente crítico "nacional" y, la tercera, es Sara Serrano, que ha trabajado en la producción de los proyectos en Murcia y forma parte del contexto "local".
Experimento Cortazar
-¿Y cómo se inserta todo eso en un espacio tan especial como la iglesia de Verónicas?
-Se presentan tres películas que están colocadas en tres espacios diferentes de la sala. Ninguno de estos tres personajes conocerá los comentarios de los otros dos, y he incorporado un ligero truco para cogerles por sorpresa. Las imágenes no aparecerán por orden cronológico, sino que he adoptado la guía que propone Cortázar en Rayuela. Con ello, más que una conclusión, lo que propongo es un experimento, abrir nuevos ángulos de lectura del proyecto, tanto a nivel discursivo como anecdótico.
-Precisamente, la anécdota es el detonante de muchos de sus trabajos. ¿Por qué ese interés?
-Porque representa lo menor, lo periférico. Me interesan los incidentes colaterales, la mucha información que pueden encerrar los detalles.
Más que ponerle cierre al proyecto, lo que hace Alÿs es abrirlo aún más. Una voluntad por dejar la obra abierta que el artista ha convertido en su máxima. Esa renuncia al cierre define no solo sus obras basadas en performances sino también sus pinturas, dibujos y esculturas, que muchas veces permanecen en su taller a la espera de ser retomadas, destruidas o utilizadas como punto de partida para nuevas obras. A algunas les cambia el título con el tiempo; a otras les añade sobrenombres, y las fechas nunca son definitivas. Una predilección por la deriva que es, para este artista, algo tan productivo como un camino con una meta fija e identificable. "Caminar sin rumbo fijo, o pasarse, es ya una especie de resistencia", añade.
Descarríos creativos
También su actividad como artista empezó tentativamente. No fue hasta cumplidos los treinta años, tras haberse formado como arquitecto y una vez que se trasladó de Bélgica a México, cuando Alÿs comenzó a experimentar con el arte."Empecé a hacer exposiciones de manera muy espontánea, en la calle y en los bares, sin ningún tipo de relación institucional. Había un campo de libertad enorme. Fue un momento importante en la escena artística de México, en el que muchos artistas generaban un discurso sobre la ciudad y el contexto socio-económico y político del momento. Yo me siento partícipe de esa generación y, en ese sentido, soy uno de muchos. Desde Damián Ortega a Gabriel Orozco pasando por el propio Cuauthémoc Medina. Mi formación europea me dio una posición particular, aunque se creó una comunidad artística viva y generosa, muy cómplice ante una escena artística muy floja, una situación política extremadamente deprimente y una crisis económica constante. ¡Aunque eso no ha cambiado!", explica el artista.
Crisis total
-Entonces, la actual crisis global, ¿la sobrelleva, no? -México está en un estado de crisis permanente. Es cíclico desde que llegué. Al final, te instalas en esta percepción física de la historia local donde siempre estás entre dos momentos de crisis. La actual crisis global la noto más cuando viajo a Europa. Por mucho que dicen que están fatal, la calidad de vida es fantástica en comparación con ciertas zonas de México y Latinoamérica. Esto es otra realidad.
-Desde el principio, sus obras fueron, precisamente, una reacción de su experiencia en México. ¿Sigue siendo así?
-Durante mucho tiempo lo fue pero ahora, por primera vez, me estoy alejando del hecho de intentar entender el fenómeno de la metrópolis Latinoamericana. Crecí en el campo y he regresado a este espacio más abierto. Siento un deseo de salir a la periferia. Aunque las preocupaciones no cambian tanto. En mi trabajo siempre hay una lectura poética y otra política de la vida de un lugar.
-¿Hasta qué punto puede un artista cambiar su entorno?
-Todas mis acciones tienen cierta tensión socio-política, y la intención de abrir nuevos puntos de vista. De ofrecer otras lecturas posibles. Lo que pretendo es que la gente sienta la posibilidad, aunque sea por unos minutos, de que es posible un cambio. Ya sea por el absurdo, por lo poético, por lo lúdico...
Metáforas de Latinoamérica
-Algunas de sus obras conllevan un esfuerzo enorme para un resultado mínimo, como Cuando la fe mueve montañas, presentada en la Bienal de Lima de 2002, una acción donde 500 voluntarios, aprovisionados con palas, movieran unos pocos centímetros una duna limeña de casi 480 metros de altura...
-Esas obras son metáforas de la economía general en Latinoamérica. Hay que hacer esfuerzos enormes para conseguir reformas mínimas. Ahí el juego me interesa mucho como mecanismo para que la gente entre en acción, como estrategia para involucrar a una comunidad de participantes. La energía colectiva es el principal motor de la producción.
Sin trucos ni recetas
-Si echa la vista atrás, ¿cuál de sus trabajos resume mejor su práctica artística?
-Hay ciertos proyectos que tocan la fibra sensible del público y no siempre es lo que esperas. Es lo que pasó con Paradox of Praxis, el bloque de hielo que paseé por México hasta que se deshizo completamente. Lo hice como un ejercicio personal, para avanzar en mi relación con la idea de escultura, pero tuvo una reacción inesperada. Una vez que has realizado la obra, deja de ser tuya y empieza a tener su historia, su recorrido. A otras piezas les dedicas mucha energía y no logas el resultado que esperas. Cada vez es una incógnita. En el arte, no hay garantías, ni truco, ni recetas. Nunca sabes qué imagen, palabra o acción puede provocar una reacción. Es como un trabajo a ciegas.
Pero no le ha ido mal. Tras su paso por la Tate Modern de Londres el pasado verano, y los muchos proyectos que tiene actualmente en curso, su trabajo llegará el próximo mes de mayo al MoMA de Nueva York. Un hecho que consagra a Francis Alÿs como uno de los artistas en activo más importantes y con más proyección internacional, aunque él lo relativice: "Es muy emocionante, estoy feliz y muy agradecido, pero hay que ponerlo todo en duda. Falta mucho tiempo para saber qué artista va a sobrevivir a toda la producción de nuestra era. Hay que verlo como mínimo con medio siglo de distancia, para conocer quienes fueron los artistas realmente importantes". Su arranque de sensatez no está reñido con el humor: "El paso por el MoMA supone que tengo mucha suerte y también un pie en la tumba". Tampoco con su visión más crítica sobre los que ven el arte latinoamericano como una moda: "Es algo exótico desde los años noventa. Y ya no es una moda, porque se ha establecido como un hecho en el mundo del arte. El problema surge al tener éxito fuera y empezar a producir para exportar. Entrar demasiado pronto en la escena global del arte hace perder todo tipo de relación con la realidad social inmediata, y eso es arriesgado. Hay que tener presente el factor locus como parte del molde, saber moverse bien, entre lo local y lo global. Si no es así, esto puede quemar muy rápido a un artista".
Y sigue sagaz en sus opiniones: "El impacto del mercado secundario y de la especulación a través de las subastas ha sido un desastre, especialmente para los artistas jóvenes. Es algo que está fuera del control de artistas, galerías e instituciones, que tienen una influencia real sin ningún tipo de filosofía. Es la caricatura del mercado actual".