Image: Leandro e Iñigo Navarro

Image: Leandro e Iñigo Navarro

Arte

Leandro e Iñigo Navarro

Cuarenta años de arte

11 marzo, 2011 01:00

Leandro (derecha) e Iñigo Navarro en su galería

Leandro Navarro es uno de nuestros galeristas más veteranos y dueño de una de las salas de vanguardia histórica de referencia en España. Lleva cuarenta años dedicado al arte. En su galería madrileña, rodeados por las mejores piezas de su exposición de aniversario, hablamos con él y con su hijo Iñigo Navarro, de su historia, de ferias y museos, de pintura y de coleccionismo.

Fue en 1971, y después de varios años colaborando con Fernando Mignoni y Elvira González en la galería Theo de Madrid, cuando Leandro Navarro (Madrid, 1927) entra como socio en Biosca. Hoy hace cuarenta años y la espaciosa galería que lleva su nombre desde 1983, en la céntrica calle madrileña Amor de Dios, lo celebra con una exposición de más de treinta obras que de un modo u otro recorren su trayectoria, desde el mármol negro de Gargallo de la entrada, cuyo legado representan, hasta la última sala dedicada al realismo de Antonio López, Carmen Laffón o Francisco López, un género por el que siempre han apostado, "muchas veces en solitario", como confiesa Iñigo Navarro (Madrid, 1962), hoy responsable de la sala.

La historia se impone y, bajo la mirada de un muchacho de Benjamín Palencia y frente a una escena de Gutiérrez Solana, nos remontamos al origen. Antes coleccionista que galerista, fue precisamente un gouache de Palencia la primera compra de Leandro Navarro, "se lo regalé a mi mujer en 1957, me costó 12.000 pesetas, mucho para un papel, por lo que el artista, algo arrepentido por el alto precio que me pedía, me regaló dos dibujos", explica divertido. Y Solana es otro de los artistas más vinculados a la galería y a la familia. Su suegro, Juan Valero, era un gran coleccionista del pintor y hoy Iñigo confiesa: "Me entusiasma defenderlo, enseñarlo a las nuevas generaciones de coleccionistas".

Vocación o negocio
Tras los años de aprendizaje con Mignoni, Leandro Navarro decidió unirse a Biosca, con quien codirigió la galería hasta 1978, año en el que abrió, en la calle Claudio Coello, su propio espacio. En 1983 se traslada al magnífico palacete del Barrio de las Letras. Cuatro años más tarde, su hijo Iñigo se incorpora a la galería que es para ellos, más que un negocio, una vocación. "Tanto mi hijo como yo estamos aquí teniendo profesiones de origen bien distinto, yo era procurador. Porque es lo que más nos gusta, pero no con lo que más dinero vamos a ganar. Una galería no es el gran negocio que la gente cree", asegura Leandro Navarro. "Pero todo compensa -añade Iñigo- por la relación con los artistas, la producción de obra y exposiciones, la posibilidad de traer a España ciertos legados y ponerlos en valor...".

La vanguardia como origen
Han sido cuarenta años de esfuerzo que les han llevado a codearse con las principales galerías de vanguardia histórica y a ferias internacionales como ARCO o Art Basel Miami. Pero, ¿todavía hay espacio para Picasso en este tipo de eventos? ¿Se sienten como bichos raros? Iñigo Navarro es tajante: "En absoluto. En todas las ferias internacionales, cuyo modelo es Basel con su sucursal en Miami, se da un enorme protagonismo a la vanguardia como origen del arte contemporáneo, incluso las colecciones de arte más actual tienen cada vez mayor interés por contextualizar las obras de hoy con referencias históricas. Es como un guión, un hilo conductor, y es fundamental que convivan. Los stands de Gagosian, por hablar de una de las galerías más influyentes del mundo, ya sean en la feria de Shangai o en la de Miami, los preside siempre Picasso y a partir de ahí se contextualiza el resto. La vanguardia enriquece, contextualiza y ayuda a entender lo que se hace hoy". Como explica el padre, Solana no existiría sin Goya, pero Barceló tampoco existiría sin Pancho Cossío.

Más compradores que obras
En realidad, la complicación de este trabajo estriba sobre todo en la dificultad de conseguir este tipo de obra, lo que hace que las exposiciones sean más escasas. ¿Cómo se logra reunir entre veinte y treinta obras para vender de Miró, Albert Gleizes o Morandi? Cada caso es distinto, pero padre e hijo coinciden: trabajar directamente con los herederos o tener el apoyo de la galería internacional que represente al artista en cuestión, es fundamental.

En la galería llevan legados tan importantes como los de Pablo Gargallo, Benjamín Palencia o Francisco Bores. También la familia de Torres García trabaja con ellos. "En el caso de la primera exposición de Morandi, recurrimos a la galería internacional que lo lleva, conseguimos obra adquiriendo siempre un compromiso de venta, claro, no te dejan tantas cosas tan valiosas durante dos o tres meses sin ganar nada. Muchas veces es más difícil encontrar la obra que el comprador", explica Leandro Navarro. En cuanto al coleccionista, como dice Iñigo, lo que necesita, sobre todo a partir de una determinada cifra, es tener confianza en el galerista.

Pero casi más difícil que vender ha sido la internacionalización de una galería con un fondo histórico y muy español. De esta labor se ha encargado Iñigo con regularidad desde finales de los 90 y hasta hoy. "No ha habido una sola temporada en la que no hayamos incorporado alguna exposición importante de corte internacional", explica. "Me daba cuenta -añade- de la carencia de arte español en las colecciones extranjeras, que no es proporcional a su calidad. Entendí que para poder mostrar lo nuestro fuera primero había que dar a conocer aquí los grandes nombres internacionales, que hubiese una comunicación, no un enfrentamiento tan frontal como hasta entonces".

En defensa del realismo
Con la excepción de Antonio López, no hay ni grandes críticas, ni grandes exposiciones de artistas realistas o figurativos. No son populares y los hay muy buenos. A pesar de esto, que el propio Leandro Navarro reconoce, la galería se ha especializado en este género que defiende con tesón. "La falta de apoyo ha sido grande a nivel institucional y mediático, en cambio ha habido gran afición por parte del coleccionismo", reconoce Iñigo Navarro quien relaciona la incorporación de la fotografía con este déficit de piezas realistas porque, en algunos casos "se produjo una sustitución". Como en todo, el tiempo va pasando y al final los buenos artistas permanecen.

Un legado de museo
Algunos, en el Reina Sofía. La galería está a pocos minutos del Museo y desde allí han visto pasar a directores y programas varios, así como las más diversas presentaciones de la colección. "Me gusta mucho este director y su organización de los fondos -comenta Leandro Navarro-. Quizá lo que menos me gusta es que la colección esté en dos pisos diferentes y no seguidos, lo que impide que se vea bien". Por no hablar de que varias de las piezas que hoy cuelgan en sus paredes proceden de proyectos de los Navarro: "Es muy emocionante ver las obras de Gleizes, de Morandi, las dos de Schwitters... Proyectos nuestros que el Reina entendió y apoyó", añade Iñigo.

Hoy, acaban de soplar cuarenta velas y, a partir de ahora, qué: "A partir de ahora Iñigo", sentencia el patriarca sin dudarlo.