Image: Joan Miró, línea y color para servirles

Image: Joan Miró, línea y color para servirles

Arte

Joan Miró, línea y color para servirles

La Tate inaugura hoy una gran exposición del pintor español con más de 150 obras de todas sus épocas

13 abril, 2011 02:00

Joan Miró: Mayo de 1968, (1968-1973).

La exposición que la Tate Modern dedica a partir de mañana a la obra de Joan Miró es una de las más grandes que se han realizado hasta la fecha, pasado ya más de medio siglo desde la primera presentación de su trabajo en la capital británica. Miró es un clásico de las programaciones de las grandes instituciones, algo que, ahora, dadas las características de esta exposición londinense, resulta realmente paradójico. Porque en los 150 trabajos que aquí pueden verse, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados y carteles, se contrasta el posicionamiento social y político del pintor, un artista que no enmudece ante la barbarie franquista o la ocupación de París por las tropas nazis y que perfila en sus pinturas los contornos precisos de una identidad forjada en el olor de la tierra y el color del aire catalanes. Resulta, por tanto, curioso ver cómo el espíritu poderoso de estas figuras críticas de la Modernidad se convierte en pasto para las hordas de espectadores que atiborran los museos de hoy, esos gigantes que obedecen sin pestañear los designios del fulgurante capitalismo cultural.

La exposición lleva por título Joan Miró: The Ladder of Escape, tomado de uno de sus cuadros bandera, realizado en 1940. Es un cuadro revelador de un momento difícil. La amenaza franquista recién consumada en España, los nazis aporreando la puerta de París, donde vivía montado en el tren de las vanguardias. El fondo de tonos ocres es el escenario unánime de un buen número de pinturas de la época, revelador de un maltrecho estado de ánimo por la conmoción social reinante.

Están, por supuesto, todos sus grandes hitos como La Masía, una de sus primeras grandes proezas, con el cielo y la tierra que cierran su partida en tablas. Miró vuelve la vista a una infancia aún no muy lejana, una visión que estamparía indeleble en la memoria. Es un cuadro aún figurativo pero en el que ya parece cautivado por esa geometría que pronto devendrá signo metafórico, visible en el archiconocido Paisaje catalán (el cazador), que ha venido desde el MoMA de Nueva York. La tierra es central en la pintura de Miró, un asunto que comprende múltiples significados en relación a la vida y a la creación y que adquiere connotaciones míticas. El Paisaje catalán ya muestra otra de las cualidades esenciales de la pintura de Miró, la línea que se desplaza temblorosa en el plano pictórico, que llega a su cenit en un cuadro pintado más de cuatro décadas después, Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario, en el que una línea incierta y vibrante recorre en diagonal un silencioso fondo blanco. Todo Miró se condensa en este leve trazo.

El recorrido ofrece, decíamos, destellos constantes del perfil más político del pintor catalán. Cuadros como Mayo del 68 (1968-1973), una alusión explicita a las algaradas de medio mundo, o la Esperanza de un condenado, pintado algo más tarde, en el que Miró nos ofrece de nuevo el frágil pero trepidante movimiento de una línea, como un haz de luz capturado en negativo. Este cuadro, junto a Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario, permiten pensar que la sinrazón política en ocasiones propiciaba en el pintor una actitud nihilista y extrema, tendente a la negación de todo contenido, como condensándose en levísimos gestos perdidos en extensos campos de color. Porque la pintura americana también influyó decisivamente en Miró. Un tríptico bellísimo titulado Azul I-II- III, pintado en Mallorca en 1961 y perteneciente a la colección del Pompidou parisién, ofrece datos incontestables de su filiación a un colour-field que entonces ya avanzaba cuesta abajo en Estados Unidos. Pequeñas manchas y finas líneas flotan en un espacio azul abismal, su azul de siempre, el del cielo catalán que un día añoraba y otro abominaba pero que nunca faltaba a su cita obligada con la pintura.