Arte

Bartabas: "El caballo no acepta el dolor y bailar es doloroso"

13 julio, 2011 02:00
Estrena en Barcelona un emocionante espectáculo en el que la danza, la coreografía equina y el butoh de Ko Murobushi se unen en una poética representación teatral.

Confiesa que a los tres o cuatro años ya estaba fascinado por esos elegantes animales, "mi madre me contaba que desde bien pequeño sentía una inexplicable atracción por ellos, era algo irracional y que nació espontáneamente en mi interior ya que no viví en un ambiente que lo fomentara. Siempre he sido muy consciente de esa afinidad especial que tengo con los caballos pero nunca he querido profundizar para saber de dónde viene esta pasión. Prefiero conservar la inocencia y la pureza, dos cualidades que deben estar siempre en el alma de un artista".

Bartabas (París, 1957) es un hombre menudo y enjuto, en cuyo rostro destacan unas insolentes y pronunciadas patillas que contrastan con una cráneo desprovisto de cabello. Adoptó este nombre artístico hace ya treinta años, cuando empezó a deslumbrar al mundo entero con unos personalísimos espectáculos llenos de poesía y misterio a partes iguales. Cabarets, Loungta o Eclipse son sólo algunos de los títulos que ha paseado por los escenarios cautivando a públicos de Moscú, Nueva York o París. En 1985 creó Zyngaro, su compañía, con sede en Aubervilliers, y en 2003 la Académie du espectacle equéstre en Versailles. Con ambas va de gira mostrando su original mezcla de arte ecuestre, danza, música y teatro.

Ahora llega al Festival Grec de Barcelona donde presenta, entre el 14 y el 17 de julio, El Centauro y el Animal, una extraordinaria danza que interpretan él mismo, cuatro de sus caballos y el bailarín de butoh Ko Murobushi con el recitado de fondo de Los Cantos de Maldoror de Lautrémont en boca de Mario Gas, "un texto prodigioso que habla de la interioridad del ser humano y la profundidad de su alma", explica el caballista. El espectáculo se desarrolla en dos escenarios paralelos, uno en blanco, en el que evoluciona el bailarín japonés, y otro en negro, en el que Bartabas inicia una danza acompañado por una asombrosa coreografía protagonizada por unos hermosísimos caballos desnudos, sin bridas, sillas ni arneses.

Los mismos caballos que nos esperan a la puerta del teatro donde hacemos la entrevista, cómodamente ubicados en un establo desmontable. "Siempre los instalo de este modo, han de sentirse confortables y bien atendidos. El caballo no acepta el dolor y bailar es doloroso. Los bailarines comprenden ese sentimiento y eligen libremente estar ahí. Los caballos no pueden hacer esa elección, por eso debemos ser especialmente cariñosos con ellos", explica Bartabas mientras evoca emocionado la intensa relación que mantuvo con el que ha sido, hasta ahora, su ejemplar más amado, Zyngaro, un caballo con el que vivió diecisiete años. "La relación que tuve con él fue realmente muy profunda. Su muerte fue para mí como perder una extremidad. Tuve que aprender a vivir sin él y no fue nada fácil".

"Todo esto es fruto de mucho trabajo y mucha disciplina -añade el coreógrafo francés-. En mis espectáculos hombre y caballo están en un mismo plano, y conseguir esto es muy difícil. Hay que ser constante en los entrenamientos. Yo les dedico cuatro o cinco horas diarias. Normalmente empiezo a las 6 de la mañana, que es cuando los caballos y yo estamos más lúcidos. Trabajamos a diario, y luego los aseo, los cuido, los acaricio y los escucho. Los caballos nos hablan, yo he aprendido mucho de ellos. Gracias a su compañía he podido superar una enfermiza timidez que me acompaña desde niño y he ganado en seguridad y aplomo".