Miguel Zugaza: "El Prado no es un museo para solistas"
Miguel Zugaza. Fotografía: Sergio Enríquez-Nistal
La discreción es una de sus cualidades más valiosas. Si bien no es hombre de grandes titulares, ni de potentes sentencias, su saber hacer, tranquilo pero sin pausa, su paciencia y su indudable don de gentes le han llevado a ser la persona que más tiempo ha ocupado el despacho de director del Prado, en democracia, claro. Miguel Zugaza (Durango, Vizcaya, 1964) llegó de la mano de Eduardo Serra, entonces presidente del patronato del museo, el 23 de enero de 2002 y ha trabajado con Rodrigo Uría y, ahora, con Plácido Arango. Ha sobrevivido además a cuatro ministros de Cultura y el recién llegado José Ignacio Wert eligió su casa para el primer acto oficial.
Su despacho, en la sexta planta del edificio de oficinas de la calle Ruiz de Alarcón, discurre paralelo a la intervención de Moneo en los Jerónimos. Desde allí, las impresionantes cubiertas de plomo del edificio de Villanueva parecen una maqueta gigante. Mirándolas, Zugaza reflexiona: “En realidad, mi despacho es el conjunto del museo, estoy aquí, pero también en el Casón, donde trabajan los conservadores, en las salas o en el departamento de restauración. El director tiene todas las atribuciones. La ventaja del Prado es que, aún siendo una organización grande y compleja de más de 400 personas, todavía tiene una escala que permite al director actuar en los distintos ámbitos de decisión, tanto en materia de conservación como en materia de administración del museo. Al menos en mi caso, no puede ser de otra manera”. Asegura que no se siente preso del puesto y que no echa de menos el trabajo en las salas porque, cuando puede, lo sigue haciendo. “Claro que es lo que más me gusta: el programa de exposiciones, la restauración de una obra, el comunicar el trabajo que realizan los investigadores del Prado, pero tampoco me molesta la faceta de gestor”.
-En realidad, el Museo del Prado es más un proyecto de equipo que un proyecto personal suyo, ¿quizá sea esa la clave para mantenerse al frente durante diez años?
-Indudablemente. El Prado no es un museo para solistas. La dirección es una parte más de una organización compleja. Además, aquí es muy importante el papel del patronato, que fue el impulsor del proceso de modernización del Prado y tiene un papel muy protagonista en la marcha del museo.
-¿Cuál ha sido la base de su proyecto a lo largo de estos años en la dirección del Prado?
-Expresar lo mejor del museo. Su colección y la capacidad investigadora y de actividad que son capaces de desarrollar los grandes profesionales que trabajan en él. Es un privilegio trabajar con la excelencia en todos los ámbitos.
-Pero alguna aspiración personal habrá tenido.
-Sinceramente, no. Yo me enrolé en un proyecto que ya estaba en marcha: la ampliación, la modernización del museo, convertí mis objetivos personales en los objetivos que habían puesto en marcha el Ministerio y el patronato. No tenía más aspiración que cumplir con lo que me habían pedido. Hay que tener en cuenta que era un proceso muy largo, desde que se firmó el pacto parlamentario en 1995 y se puso en marcha el proceso de ampliación del museo llevaba mucho tiempo latente la necesidad de llevar a cabo la ampliación y la modernización que eran dos cosas que tenían que ir en paralelo.
Críticas a la autofinanciación
-Entonces se criticó mucho la mercantilización de la institución, ¿su objetivo era convertir al museo en una empresa rentable?
-No, creo que se malentendió la iniciativa de modernización del museo. Cuando el museo reclama más capacidad presupuestaria se interpretó que el Prado quería hacer negocios cuando sólo quería dotarse de una capacidad operativa mayor, conscientes de que tenía capacidad para asumir una parte de su financiación por la vía del patrocinio y de la mejor gestión de los aspectos más comerciales del museo, de la tienda, etc. El objetivo no era introducir un modelo empresarial en la gestión, sino asumir que el museo necesitaba una mayor capacidad presupuestaria que no se podía pedir al gobierno que ya estaba haciendo un esfuerzo importante con la ampliación. Todo en beneficio del investigador, que puede desarrollar mejor sus proyectos, y del visitante, que recibe un mejor servicio.
Así fue. En esta década el museo ha duplicado su presupuesto, al mismo tiempo que ha crecido la incorporación de recursos: hoy, el 50 por ciento de estos fondos los genera la propia actividad del museo. Todavía no se ha aprobado el de 2012, pero si se ajusta al plan de austeridad será de 42 millones de euros, un 4 por ciento inferior al año pasado. De esta cantidad, el Ministerio aporta 18 millones. “Con el plan de austeridad que hace dos años se impuso al Prado vamos a perder, entre 2010 y 2013, el 30 por ciento de la aportación pública, unos 6 millones de euros”, explica Zugaza. “Sólo hay dos fórmulas para sostener esta pérdida, reducir servicios o generar actividad, y confiamos en esto, no recortar sino activar”.
-¿Cuál es el porcentaje de financiación propia?
-Este año hemos superado por primera vez el 50 por ciento. Nuestros ingresos, como los de todos los grandes museos, proceden básicamente de los patrocinios y de la venta de entradas, publicaciones y productos. Pero en la medida en que el Prado, igual que otros grandes museos, puede hacer este esfuerzo, pediría que la administración fuera sensible con los museos que no tienen esa capacidad de repuesta. Lo lógico sería que si el Prado hace un esfuerzo por reducir lo que solicita de la administración, se compense con ayuda a otras instituciones. Las cifras que se publican demuestran que la gente sigue yendo a los museos a pesar de la crisis por lo que no se debía recortar ahí. Los museos y la cultura demuestran que generan interés y actividad, además de repercusión económica en el entorno. Por eso a mí me corresponde reivindicarlo, recordar constantemente que la cultura tiene una capacidad económica que hay que cuidar.
-Pero lo cierto es que los recortes presupuestarios han afectado terriblemente al sistema artístico. Centros de arte sin director, sin apenas exposiciones o sin programa futuro es la tónica que marca muchos de nuestros museos: ¿Dónde ha fallado nuestro sistema?
-Hay cosas que se pueden achacar a la crisis, otras muchas a la falta de previsión y oportunidad. Ahora no toca lamentarse sino remar.
-¿Qué vende el Prado a sus patrocinadores?
-El Prado tuvo que cambiar su propia cultura; vivir al margen de esta estrategia de vincular a las empresas era difícil de entender. Es muy positivo, hay muchas empresas interesadas en apoyar al museo a medio plazo. Les proponemos lo que el Prado quiere hacer en los próximos cuatro años en exposiciones, atención al visitante, restauración. No es un relación fría de tú me das y yo te doy, sino que se produce un vínculo entre el patrocinador y la actividad que el museo quiere desarrollar. El menú lo propone el museo y le da visibilidad o no. No todos los proyectos tienen la misma repercusión pública o mediática.
-Y para mantener y aumentar la autofinanciación y llegar a los niveles de museos en Francia o Inglaterra (60-70 por ciento) supongo que la ley de mecenazgo es imprescindible.
-La ley de mecenazgo con la crisis de la administración ha pasado de ser importante a ser urgente. Si la administración no va a tener capacidad de financiar la cultura tiene que facilitar el camino para que sea la sociedad la que ayude a desarrollar los programas de las instituciones.
-Pero hay que cuidar también que no se asocie el patrocinio al espectáculo, que no todo es atraer a mucha gente para que el patrocinador tenga visibilidad.
-El Prado es espectacular de por sí, en ese sentido no tenemos que hacer ningún esfuerzo. Hemos establecido un marco en el cual el ámbito privado puede relacionarse con el museo y funciona muy bien.
Un futuro mirando al XVIII
-¿Cuáles son sus retos más importantes en los dos ámbitos que le atañen: el de la gestión y el artístico?
-En los dos ámbitos mi función es ayudar a que prosperen las mejores iniciativas y los mejores proyectos que perfeccionen tanto la conservación, el conocimiento y la difusión de la colección como la administración de la institución.
-¿Podría hacer un breve balance de estos 10 años en los que el Museo ha vivido la mayor modernización y ampliación de su historia?
-El mejor balance personal es haber superado todos los retos que se han planteado llegando sano y salvo. Sólo me ha salido una hernia considerable entre la L4 y la L5... Cuando me nombraron, un periodista de Bilbao me preguntó si sabía dónde me metía, si estaba loco, a lo que contesté: “El Prado merece la pena incluso si tienes que salir en camilla”.
-¿Cuál es la función de un museo como El Prado en el siglo XXI?
-Parecerse cada vez más al museo que soñaron los ilustrados españoles del XVIII pero trabajando con el conocimiento y los medios que nos ha aportado la modernidad. El Prado no cambia, lo que cambia es la sociedad y su relación con el museo y eso requiere adaptarse aunque sin perder la identidad.
-¿Y cuál es el mayor desafío?
-Ahora mismo, poder mantener el conjunto de la actividad del museo con unos presupuestos declinantes. Pero, pensando en el futuro, la relevancia que va a tener El Prado va a ser la relevancia académica, lo que va a llevar al Prado a ser competitivo y esencial va a ser la autoridad intelectual que tenga la institución. El Centro de Estudios, en el Casón, es uno de los mayores centros de investigación de historia del arte que hay en Europa, por no decir en el mundo. Y eso hay que cuidarlo y fomentarlo. Allí no sólo trabajan los conservadores del Prado, también los investigadores que vienen de fuera, con los que comparten recursos, biblioteca, archivo, documentación, lo que lo convierte en un lugar de estudio muy importante.
-En esta era globalizada, cuando con un solo click podemos acceder a Las Meninas con todo detalle, incluso acercarnos más que si las tuviéramos delante, ¿cuál es el actual papel del museo y cuál el del espectador?
-Curiosamente la revolución digital nos favorece, mientras que para otros sectores de la cultura es un drama. Que cualquiera pueda acceder a Las Meninas o al Jardín de la Delicias en una imagen de alta resolución es la conquista de la democratización del acceso al arte. La inmensa mayoría de la humanidad nunca podrá viajar a Madrid para verlas. Todavía es una élite la que lo puede hacer.
Pero una élite cada vez mayor. En 2011, 2.911.767 visitantes pasaron por el Prado, la mayoría mujeres (el 58 por ciento) y la mayoría extranjeros (59 por ciento). De hecho, una de las metas de Zugaza durante esta década ha sido intentar acercar el museo a su entorno más inmediato, a todo ese público que teniéndolo al lado no lo conocía y no sabía cómo disfrutarlo. “Cuando llegué hubo un trimestre en el que el porcentaje de norteamericanos superó al de madrileños”, dice. El año pasado, casi el 23 por ciento de los visitantes procedían de la Comunidad de Madrid. El otro caballo de batalla en este aspecto ha sido el de la juventud. Acercar el Prado a los más jóvenes ha sido interés permanente de Zugaza. “He querido demostrar a los jóvenes que esto no es una antigualla, que somos un museo vivo, que responde a las inquietudes de la sociedad actual”.
Sobre la Colección
Este año acaba el Plan de Actuación (2009-2012) que planteaba la reordenación de las colecciones de Museo. Después de la recuperación del siglo XIX, de la remodelación de las salas de Goya y Velázquez, de la reaparición ante el público de 500 obras más, entre otras cosas, “sólo queda recuperar los espacios de la tercera planta de la zona norte (puerta de Goya), en los que se van a disponer las maravillosas series de pintura flamenca del XVII”, dice.
Pero la incorporación del Salón de Reinos al Museo, prevista también en ese plan, aún tendrá que esperar. El Prado ha cumplido la parte que le tocaba, “el estudio del edificio desde el punto de vista estructural, qué es lo que admite el edificio, qué hay que conservar, desde el punto de vista histórico-artístico, cuál es la dimensión de la obra, valorar el presupuesto”, explica, consciente a la vez de que la crisis ha puesto freno al proyecto pero esperanzado con volver a recuperar su pulso lo antes posible. “En realidad esto no afecta a la reordenación de colecciones, la queremos culminar ya este año con los espacios ganados después de la ampliación de los Jerónimos. El Salón de Reinos puede ser una oportunidad para desarrollar algún aspecto de las colecciones del Prado o ser un lugar más para actividad expositiva. Esto dependerá de la intervención que se vaya a realizar. Yo espero que sea cuanto antes, pero son más de 90 millones de euros que, desde luego, El Prado no puede costear”.
-¿Hablar del traslado del Guernica al Prado es una realidad o un deseo? ¿Va a volver a plantearlo? ¿Cree que con el nuevo ministro tiene más opciones?
-Hablar del Guernica desde el Prado no es más, sin ningún espíritu polémico, que recordar la propia historia del museo y la voluntad de Picasso. Nunca he planteado el traslado del cuadro al Prado sino de trabajar en un proyecto conjunto entre los dos museos. Pero soy consciente de que este tipo de proyectos requiere un gran consenso y mi propuesta no fue considerada por el Reina Sofía. No se puede armar una guerra civil por un proyecto, así que las cosas se quedarán como están.
Desde el sótano, por una especie de pasadizo subterráneo pasamos de Ruiz de Alarcón a Villanueva. Dos escaleras mecánicas y ya estamos en el Claustro de Moneo, uno de los lugares favoritos de Zugaza “desde aquí se ven los talleres de restauración, el trabajo de los que cuidan los cuadros, después de un paseo por las salas te sientas aquí a descansar, miras hacia arriba y ves que el museo está vivo”. Y así es.