Expedición al universo Miró
Objeto, de 1931
CaixaForum Barcelona acoge este fin de semana un simposio sobre Miró y la escultura del siglo XX. El encuentro, dirigido y coordinado por Robert Lubbar Messeri, director de la New York University de Madrid, de la cátedra Miró y del International Miró Research Group, contará con expertos tanto nacionales como internacionales en la obra y figura del artista. Elizabeth Cowling, William Jeffet, Rosa María Malet, Julia Domènech, Perejaume y Juan Luis Moraza serán algunos de los ponentes.
Tal vez uno de los terrenos menos explorados de la obra del artista sea su relación con la poesía y cómo le influía la literatura. De hecho, "las esculturas de Miró son poemas tridimensionales", señala su nieto, y a "través de guiños a Duchamp hace equilibrismos y malabarismos al borde del fracaso para crear su magia, esa poesía azarosa y surrealista que revierte en logros". Esos juegos se vuelven jardines de sueños poco conocidos en el artista. También su libertad frente a las influencias es una constante en su obra. A finales del siglo XX dijo que la pintura estaba en decadencia desde la edad de las cavernas y que quería asesinarla. Pero, "no es que quisiera acabar con ella sino que en un momento en el que los surrealistas y Breton quieren imponer sus dictados Miró creó sus propios principios y se alejó de todos los condicionantes", explica Rosa María Malet, directora de la Fundación Joan Miró.
Su majestad, 1967 y, a la derecha, Dona iocell, 1967
Él, como creador de objetos surrealistas, aportó algo capital al mundo del arte: libertad y "acercamiento al juego del niño para entender que hay que desaprender y desmitificar el arte para hacerlo más cercano". Ya a los 70 años decía que tal vez hubiera hecho alguna obra digna de ser estudiada. Por eso este simposio, señala Punyet Miró, "surge de la necesidad de potenciar la imagen de Miró como escultor porque en el siglo XX estuvieron Brancusi, Calder, Giacometti, Picasso, Max Ernst... y siempre se le ha dejado en la sombra". No obstante, el interés en su obra se ha mantenido constante y Juan Luis Moraza cree que "en Miró, las cosas y los objetos desvelan la persistencia del cuerpo y los límites".Para sus esculturas Joan Miró usaba elementos cotidianos como palos, cucharas y cajas de cartón. En ese sentido revolucionó la manera de entender la disciplina y su influencia en muchos artistas estriba más "en lo conceptual que en lo formal", detalla Malet. Hasta entonces, la escultura se hacía en bronce y se erigían personajes ilustres a caballo, escritores, etc pero en Miró lo que "perdura es la cosa más simple y elemental como un hueso de un animal o una rama". Lo que a Moraza le ha interesado es la transparencia procesual de un artista más confluyente que excluyente. Es, además, de los que cree que "en el inicio siempre hay algo de asimetría que ejerce una fuerza de atracción proporcional al deseo y que es esa gravitación la que genera figuras". Lo que define su libertad en el manejo de las cosas, añade, "no es su cosmos iconográfico sino esa perversión infantil ajena a lo simbólico, y una confirmación de la fisicidad material que enuncia la gravedad de lo real".
Proyecto para un monumento de 1954 y, a la derecha, El reloj de viento, 1967
Aunque, tal y como decía el propio Miró, lo importante en un artista no es ni el artista mismo, ni su obra sino la semilla que su trabajo esparce en el mundo. En ese sentido se ve que el escultor plantó muchas y germinaron varias "a nivel tanto plástico, estético y conceptual influyendo en artistas de generaciones muy distintas", apunta Malet. Y, a pesar de que "las historias de influencias reales o supuestas -dice Moraza- en realidad no representan la sutileza y la complejidad de los procesos de creación ni los diálogos con otros artistas", se trata de "entender que el accidente fortuito en el camino señalado abre las puertas a un mundo desconocido", concluye Punyet Miró.
@scamarzana