El Prado descubre un nuevo Goya en el Museo de Zaragoza
El éxtasis de San Antonio Abad, recién atribuido a Francisco de Goya
Un Goya desconocido, El éxtasis de San Antonio Abad, ha permanecido durante décadas en el Museo de Zaragoza sin que se supiera su verdadera autoría. Hace dos años, la conservadora del Museo del Prado Manuela Mena, una de las mayores expertas en Goya a nivel internacional, descubrió casi por casualidad el cuadro en el almacén de la pinacoteca zaragozana. Atribuído a Francisco de Bayeu y, aunque completamente oscurecido por el paso del tiempo, Mena creyó vislumbrar en él algunos detalles que le hicieron pensar que podía tratarse de una obra de "un escalón superior a Bayeu", según ha explicado a El Cultural. Un minucioso trabajo de restauración realizado por el Museo del Prado le ha dado la razón.Manuela Mena regresó a Madrid, pidió los permisos correspondientes y la pintura entró en el Prado para engrosar la lista de las restauraciones de Goya. "Nuestro equipo es experto, no solo en restauraciones sino también en atribuciones. Hemos restaurado más de 50 cuadros del pintor a los largo de los años". Eso, unido a las 150 obras de Goya que hay en el museo madrileño y su importante fondo documental para contrastar y comparar lo convierte en el lugar ideal para reailzar este análisis.
Aunque, por el volumen de trabajo de este departamento del Prado, el cuadro de Zaragoza tuvo que esperar su turno, hace dos meses que la restauradora Almudena Sánchez (encargada también de las reparaciones en La era y La boda, por ejemplo) terminó el trabajo. Ha sido una restauración larga. "Aunque la pintura no estaba en muy mal estado -explica la Jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya-, estaba sin forrar y entero en cuanto a pinceladas, sí tenía varias capas de barnices oxidados y envejecidos que ha habido que limpiar".
El éxtasis de San Antonio Abad es una copia de la década de 1780 de un cuadro de Giaquinto Corrado realizado entre 1741 y 1742 para la iglesia romana de San Giovanni Calibita. A pesar del título, la obra representa al santo anacoreta momentos antes de su muerte, contemplando desde la esquina inferior derecha del lienzo a un ángel que lo irradia con su luz. Y, aunque Goya ya había realizado una copia de esta pintura italiana, aquella seguramente hecha del natural, esta es posterior en el tiempo. "Es difícil de explicar, pero se observa aquí un concepto más abstracto, menos pinceladas para conseguir el mismo efecto, una libertad en la pincelada más rápida y que se asemeja a cómo trabaja en la tercera serie de los cartones para tapices en los años 1778 hasta el 80. Yo me inclino a fecharlo ya en 1781, cuando Goya está de nuevo en Zaragoza, incluso me atrevería a decir que está pintado para alguien cercano ya que se observa una cierta tranquilidad en la mano que pinta".
De Bayeu a Goya
"Bayeu y Goya son totalmente distintos", ratifica Mena. "Se puede apreciar en su obra la cercanía del tiempo y de la época pero nada más. Goya tiene la invención maravillosa, la capacidad técnica superior a todos y sobre todo, la luz. Importantísima, la luz, la sombra, la penumbra. Donde llega Goya no llega a nadie". Todo esto, que ya se anunciaba en el cuadro sucio, con el cuadro limpio se hizo más evidente y ha servido para constatar que no se trataba de una pintura Bayeu.Un retal en una esquina de la tela es también algo típico del pintor de Fuendetodos. Un aprovechamiento del lienzo al que era aficionado el pintor "para no gastar mucho". "Hasta La condesa de Chinchón, pintado para el mismísimo Godoy, tiene dos retratos debajo, el de un caballero y del propio Godoy", explica Manuela Mena.
El cuadro fue adquirido en 1925 por el Museo de Zaragoza y, una vez restaurado y atribuido a su legítimo autor, cuelga en las paredes del museo como parte de la exhibición de la colección permanente en los nuevos espacios. Allí luce desde hoy con "naturalidad y sin estridencias, en unas muy bellas y elegantes salas con sus compañeros de batalla", concluye Mena.
@PaulaAchiaga