Jan Mulder: "Para apostar hay que ir al casino, no es la labor de una colección"
Jan Mulder
Las razones por las que Jan Mulder no es un coleccionista al uso hay que buscarlas en los inicios de su carrera. Procedente de una familia dedicada a la industria farmacéutica en Perú, llegó a Boston para estudiar Administración de Empresas y acabó matriculado en Fotoperiodismo. Estos estudios le han proporcionado otra forma de mirar la fotografía, le han enseñado técnicas y materiales y, lo más importante, a pensar como un fotógrafo. Fundador del Centro de la Imagen de Lima y promotor de una galería de arte, El Ojo Ajeno, Mulder ha levantado su colección por y para la fotografía y la ha convertido en la más importante de Perú. Y no solo comprando. Su labor ha sido también de recuperación de archivos y legado histórico fotográfico peruano, "aunque allí no sé si me lo reconocen", ironiza.
Acaba de inaugurar en Madrid, en Casa de América, la exposición Estratos de un paisaje. Una muestra que, comisariada por el español Alejandro Castellote, viejo colaborador del Centro peruano donde ha dado clases y buen conocedor de la colección, reúne 108 obras de 35 autores para mostrar la producción fotográfica contemporánea del país invitado de ARCO en esta edición. "No hay más hilo conductor que la calidad. La colección es muy personal en el sentido en el que yo escojo las obras sin otra ayuda que el gusto. Hay naturaleza y paisaje urbano, pero también retratos", explica Mulder que llega a España después de unos días en Suiza, de donde es originario y donde vivió antes de que el negocio familiar acabara por absorberle. Retirado de la gestión empresarial y preocupado ya solo por el arte, "hemos decidido que España es nuestra mejor sede en Europa".
Pregunta. ¿Cuál es la primera fotografía que recuerda, aquella que despertó su pasión?
Respuesta. Recuerdo con claridad un libro de fotografía de los años 50, yo tendría 8 años: The Family of Man. En la portada, una imagen de Eugene Harris de un niño andino tocando la flauta me cautivó. Tanto que hace unos años compré esa foto en una subasta en Nueva York.
“Estudié fotoperiodismo y aprendí a valorar la exigencia de los maestros, la búsqueda del contraste, la luz"
P. ¿Cómo y cuándo empezó a comprar?
R. En realidad, al principio no hubo intención de coleccionar. La idea era enseñar. En 1999, creamos, con mi socio Roberto Huarcaya y otros fotógrafos, el Centro de la Imagen en Lima. Siempre había sentido inclinación por el arte, la pintura, la escultura. Había comprado alguna obra para casa, pero cuando fundamos la escuela un día vino un muchacho y me ofreció una fotografía del Che. Un original de Alberto Korda, dedicada y firmada. El chico era cubano, recién llegado a Perú y necesitaba dinero… Se la compré y fue la primera. Un par de años después, ya en la feria ArtBasel Miami adquirí un par de fotografías en galerías y allí empieza a tomar forma. Todavía había paredes disponibles en mi casa, ponemos esto aquí y eso allá. Y en un momento dado mi mujer me dice: "si ya no tenemos paredes por qué sigues comprando". Y es que uno no compra para llenar paredes uno compra por la necesidad de crear una colección. Ahí te das cuenta.
P. Aunque en Madrid solo veremos una selección de su colección contemporánea, la fotografía clásica es igual de importante para usted, ¿verdad?
R. Efectivamente hay una mezcla. Las primeras fotografías que compré fueron contemporáneas. Comenzando por aquella de Korda y otras de artistas europeos. Pero en 2002 conocí también en ArtBasel Miami a la galerista Jane Corkin y poco a poco fui entrando en la fotografía clásica. Viajé a Toronto a conocer su espacio, que es impresionante, y allí tenía una colección enorme de fotografía clásica francesa que me cautivó. Compré alguna de Kertész, un par de Man Ray y así empieza la colección clásica. Me gustaron sobre todo las relacionadas con la Misión Heliográfica de 1850, imágenes de ruinas y monumentos romanos y griegos en territorio francés hoy compiladas en un libro. Ahí están Édouard Baldus, Gustave Le Gray... Corkin tienen unas fotografías vintage de primera calidad.
P. ¿Cree que la mirada se educa? ¿Ha aprendido a mirar la fotografía con el tiempo?
R. Mi mirada se formó durante mis años universitarios y es allí donde aprendí, haciendo fotos, la exigencia de los maestros, la búsqueda del contraste, la luz, las características de la fotografía plana o tridimensional y cosas por el estilo. Aunque cuando empiezo a comprar es solo una cuestión de gusto, y eso es algo que se tiene o no se tiene.
Calidad vs. valor
P. ¿Qué busca cuando compra una fotografía, ya sea de jóvenes o de consagrados?
R. Busco la calidad del trabajo. En los jóvenes, por ejemplo, en la escuela se gradúan cada año 20 o 30 fotógrafos que entran a diferentes carreras, fotografía de deportes, de moda, contemporánea, pero cuando escojo una obra de un joven es pensando en la evolución que va a tener. Lo principal es que tengan calidad, que sea creativo, que tenga imaginación, un negativo de calidad, un buen enfoque… y eso va a ir formando y desarrollando al joven artista. Nunca compro por su valor económico, porque algo tenga un determinado precio.
P. Pero es consciente de lo que se ha revalorizado la fotografía en los últimos años y de su importancia creciente en museos y ferias...
R. Por supuesto. Una fotografía que en los 70 costaba 1.000 euros hoy puede estar en los 20.000. Pero para apostar hay que ir al casino, esta no es la labor de una colección. Es verdad también que la fotografía ha ido tomando presencia en el mundo del arte, en festivales, en Encuentros como los de Arlés, donde hace poco tuve también la oportunidad de mostrar parte de la colección. Ya está asentada y hay museos, ferias específicas. A finales de los 90 había en Lima dos o tres galerías que tenían una muestra o dos de fotografía al año. No más. Hoy, todas tienen más de una lo cual hace que sea ya parte del mercado.
Buscando piezas únicas
La Colección Mulder tiene alrededor de 1.500 fotografías, contando las que pertenecen a series, que las hay hasta de 10 o 12 imágenes, "como esa de Luz María Bedoya que es su trabajo por la Carretera Panamericana que recorre de norte a sur el Perú. La tengo colgada desde hace casi 20 años". En el conjunto hay paisaje de naturaleza, paisaje urbano, retrato, fotografía documental… Obras de Robert Frank, Luis Gonzales Palma, Alfredo Jaar, Irving Penn... Y sigue buscando piezas únicas, que signifiquen algo para él y para la historia de la fotografía. "El año pasado estuve en la exposición que el Museo Reina Sofía dedicó a Ramón Masats y acabé viendo obra suya en su galería. Empiezo a revisar su archivo y encuentro 'la' foto de Masats, la icónica de 1959 que muestra a un seminarista tratando de parar un gol. Por supuesto, la compré".
P. ¿Cuál ha sido su mejor experiencia como coleccionista?
R. El año pasado compré un monstruo del libro de fotografía que Robert Frank hizo en Perú. Hay dos ediciones, una de ellas en la National Gallery de Washington y el otro lo adquirí yo en Sotheby's. Fue un gran momento. Otro fue cuando me enteré de que una casa de subasta de EE.UU. vendía un lote de obras de Chambi originales. Hoy hay Chambis contemporáneos a granel, pero su valor real está en los originales que he ido encontrando en Argentina, en Perú... Aquella también fue una ocasión emocionante.
P. ¿Comprará en ARCO?
R. No voy a una feria con la idea de comprar. No es como ir a un remate. En una subasta, uno recibe el catálogo, lo estudia y decide lo que le interesa. Se presenta allí y si hay suerte se la lleva. A una feria voy a pasear y, de pronto, surge algo. El año pasado fui a ArtBasel, nos paseamos por los dos pisos y, de pronto, pum, había dos fotografías en el stand de Taka Ishii Gallery, de Tokio, que nos encantaron, a mi mujer y a mí, a los dos, que tampoco es lo habitual [risas]. Estaré en la inauguración de ARCO y nos quedaremos hasta el viernes. Hay mucho que ver. También fuera de la feria.
“No voy a una feria con la idea de comprar. No es como ir a una subasta. A una feria voy a pasear y, de pronto, surge algo”
P. Su labor como coleccionista de fotografía antigua lo convierte también en restaurador y recuperador del patrimonio fotográfico de Perú, ¿es consciente de ello?
R. En la fotografía vintage peruana hay un gran trabajo por hacer. He comprado archivos de fotógrafos de comienzos del siglo XX, de 1900 al 1935, he comprado fotografía de artistas arequipeños, piuranos, cuzqueños, de diferentes partes del Perú y sigo comprando. Archivos que en muchos casos hay que restaurar y clasificar, y eso nos ha dado la oportunidad, por ejemplo, de crear dentro del currículo de la escuela los cursos de conservación y restauración de fotografía, negativos y placas de vidrio. Tenemos algunos alumnos que han realizado estos estudios y han regresado al centro para trabajar en esta tarea de preservación de estos archivos.
P. A Madrid ha traído una muestra, más de 100 fotos, de su colección contemporánea. ¿Qué nos recomienda?
R. Efectivamente, esta exposición es de fotografía contemporánea peruana: Cecilia Paredes, Milagros de la Torre, Flavia Gandolfo, María María Acha, Héctor Mata... Hay representadas tres generaciones. La de los más jóvenes, con Musuk Nolte y Gihan Tubbeh. El trabajo de Huarcaya que es de la generación intermedia; y la parte de los mayores, Javier Silva, Billy Hare, del recientemente fallecido Fernando La Rosa, creador de un movimiento en los 70 en una escuela precursora del Centro de la Imagen.
Antes de Madrid, había mostrado su colección en los Rencontres de Arlés, en 2012. “Fue la primera exposición grande que hicimos”. Luego vendrían las del Museo de Arte Contemporáneo de Lima, la de Casa Rima, con una muestra grande en 2015 coincidiendo con LimaPhoto, feria de la que también es promotor, y una de Chambi en Ecuador y México.
P. ¿Para cuándo la sede fija?
R. No hay que dejar de soñar.
Mirando sus fotografías es fácil. Paseamos por las salas de Casa de América y seguimos soñando.