Image: Del mito al l-ogro

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Arte

Del mito al l-ogro

22 febrero, 2019 01:00

Hojarasca, 2019

Es uno de nuestros artistas más internacionales. En el último año ha participado en la Bienal de Shanghai y su Azor ha navegado a Letonia y Lituania. Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970) nos ofrece su mirada del artista. No se pierdan su trabajo en el stand de Juana de Aizpuru.

ARCO tiene un componente de relato mítico desde sus orígenes. Juana de Arco fundó en febrero de 1982 la primera feria sin aranceles al arte internacional. Fue un momento clave, justo un año después de los sucesos del 23 F. Madrid, España y la Monarquía alcanzaban el culmen de la modernidad y nos abríamos todos al cuestionamiento radical de un arte vivo; palpitante, de la Movida y la Transvanguardia. El anciano régimen, con sus grises, se volatilizaba para felicidad de todos o quizá tan solo se travestía. Ese fue el principio fundacional, anterior al surgimiento de los museos de nuestra idiosincrasia "artística" contemporánea.

Cada año comienza antes la Navidad y también llega antes la pregunta "¿qué vas a presentar en ARCO?". Parece resultar imprescindible que los artistas reflexionemos sobre ARCO y lo que allí presentamos. La cuestión no es menor. El visualizarnos o entendernos también a través de la feria, el mercado en definitiva, no es un problema ético/estético fácil de responder. Es esta época la del Realismo capitalista como publicara Mark Fisher y hemos de "acuñarnos" en ella.

Al igual que, según todos los participantes asumen, "no hay ya alternativa al capitalismo", no debe haber otro espejo posible para los artistas de "España" para mirarnos y vernos. En la semana de ARCO nuestra ágora se hace presente en todos sus estamentos y diversidades.

Artistas cual 'judokas', jugamos con las sinergias sociales de la feria. Esperamos todos la pieza epítome que explique el mecanismo del "evento"

Siempre he creído que éste era el lugar más difícil para entender nada de lo que allí se presenta. "Gente", "masas", "ciudadanos" que nunca visitan una exposición de arte contemporáneo también acuden, comentan y se pasean por el marasmo y el laberinto ortogonal de los pabellones. Consumidores somos en definitiva; consumidos por este Argos del que todos somos parte y esta Hidra de siete mil discursos de la que también participamos aunque sea a través de nuestros pensamientos, citas y pequeños comentarios... ya siempre en diferido.

Artistas cual judokas, jugamos con las sinergias sociales de la feria . Esperamos todos la pieza epítome que explique el mecanismo interno y externo del "evento". Obras que buscan la acción de la censura, los límites del juego y la queja capitalizada. Es la lógica de la aceleración en el consumo de imágenes y conceptos; todos útiles en la época de la postverdad, fake news, y Crap Abstraction. No podemos olvidarnos que este es el momento del galerista -convertido en constructor de un collage Dadá o "montajista" brechtiano en el mejor de los casos- que da la sintaxis interpretativa a pesar de los panel discussion y los VIP rooms.

Hojarasca es el título de mi pieza que presenta Juana de Aizpuru. Una acumulación de pancartas sin mensaje, orden ni referencia histórica, como si el "Porvenir de la revuelta" hubiera llegado y sus portadores hubieran desaparecido, abandonando sus reclamaciones en el suelo de la feria, quizá disueltos por un poder ahora invisible, sin rostro, ni emblemas, ni logos... Protestors disueltos sin dejar el más mínimo residuo, quizá, como en la mayoría de las manifestaciones de este país, podemos imaginarlos en el bar, tomando cañas y más cañas, hablando de fútbol. Hojarasca es lo que en jerga artístico-filosófica llamaríamos un "simulacro", uno más. Fabricado con mimo por los trabajadores de la fundición, los tonos ocres y marrones de un nostálgico Otoño Revolucionario son en realidad pátinas de bronce. Colores que surgen por la acción del ácido sobre el metal en el que el poder escribía "su memoria". En el suelo, sin molestar la visión de los cuadros de mis compañeros de stand; mímesis de lo "real", el arte que habla de la transgresión de lo social no puede por menos que ser pesado y falso, como si el trabajar sobre el fracaso fuera la única posibilidad de éxito... El fracaso de la belleza, la belleza del fracaso como tituló Harald Szeemann una de sus últimas exposiciones.

Quisiera ver las fotografías, cuadros y esculturas de mis compañeros de generación, como si ellas en realidad fueran pancartas, panfletos y elementos de disturbio y barricada que a pesar de su función estética encapsulan un poder de transformar el mundo. Transgresión ornamental es, quizá, la única parcela a desarrollar en la feria y ahí parece que estamos casi todos. Desde Ornamento y delito de Adolf Loos a Diseño y delito de Hal Foster, todo un espectro a explorar de cómo la crítica deviene decoración legalizada por la sinceridad del cinismo que nos permite participar de los sistemas que criticamos. Ese es el l-ogro de cada ARCO.