Notre Dame, testigo y protagonista de la Historia
En 1163, con la presencia del papa Alejandro III y gracias a los esfuerzos del obispo Maurice de Sully, se colocó la primera piedra de la catedral de Notre Dame. El nuevo templo, que exigió la demolición de la antigua catedral de Saint-Etienne, se levantó siguiendo el entonces moderno y efervescente estilo ojival, que hoy conocemos como gótico, y daba cuenta de la creciente importancia de París como centro económico e intelectual y como capital de la pujante Francia de los capetos. Terminada casi dos siglos después, la catedral de Notre Dame, que sufrió paulatinas reformas hasta hoy, asistiría a momentos emblemáticos de la historia medieval de Occidente, como la quema del último Gran Maestre de la Orden del Temple Jacques de Molay, en 1314, o la coronación de Enrique VI de Inglaterra en el marco de la guerra de los Cien Años, cuando los ingleses ocuparon la capital francesa.
Sin embargo, las grandes modificaciones vendrían a partir del siglo XVII, cuando Luis XIV ordenó modificar y destruir varios elementos como sepulcros y vidrieras para sustituirlos por otros de estilo Barroco, imperante en la época. Tampoco la Revolución francesa dejó indemne a Notre Dame. Muchos elementos de la catedral, como la aguja del siglo XIII o las estatuas de la galería de reyes, fueron destruidos y muchos de sus tesoros robados, siendo utilizada la iglesia como almacén. Restaurado el culto cristiano, Napoleón se coronó a sí mismo como emperador en la catedral, como recoge el cuadro La consagración de Napoleón, de Jacques-Louis David.
En la Francia del XIX, tan convulsa políticamente, será la literatura romántica la que volverá sus ojos a la decrépita catedral, con la novela Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo, que deja implícita una llamada a la restauración del monumento. En 1844, el gobierno del rey Luis Felipe de Orleans aprobó el ansiado proyecto de restauración, a cargo fundamentalmente del arquitecto y teórico del renacer gótico Eugène Viollet-le-Duc. De esta época datan la aguja, muchas esculturas, entre ellas las famosas gárgolas, y algunas vidrieras, parte del tesoro y del mobiliario, varios murales de las capillas laterales y el gran órgano.
Tras esta obra, de nuevo el peligro acechó a Notre Dame en forma de incendio, cuando estuvo a punto de ser quemada durante la Comuna de París en 1871. Aunque finalmente se salvó. Indemne a ambas guerras mundiales, incluso al famoso intento nazi de volar la ciudad, sus campanas anunciaron en 1944 la liberación de París, y en ella se ofició una misa especial en la catedral a la que asistió el general Charles de Gaulle. El mismo que fue despedido en la catedral al igual que otros dirigentes franceses como Georges Pompidou y François Mitterrand.
Un símbolo de Europa
Toda esta historia es la que ha ardido en unas pocas horas en el trágico incendio que devoró desde ayer por la tarde la catedral parisina. Con las sobrecogedoras imágenes de Notre Dame entre las llamas todavía en la retina, es momento de comenzar a hacer balance y valorar los daños reales y lo que se podrá hacer a partir de ahora.
"Este incendio supone la desaparición de un testigo que lleva en pie desde los siglos centrales de la Edad Media", valora María Isabel del Val, catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid, a la que se une la profesora de Historia del Arte de la UNED Esther Alegre, que asegura que al hablar de Notre Dame "hay que hacer hincapié en que no es sólo un patrimonio artístico de primer orden, sino un símbolo cultural, religioso, filosófico y humano que representa lo que es Europa".
Por ello, ambas consideran un drama que se haya producido este incendio. Para Del Val, esto es un recordatorio de que "el fuego siempre es el mayor enemigo del medievalista", pues en todas las épocas han ardido las catedrales, pero "que ocurra en pleno 2019 es desolador". En este sentido se pronuncia Alegre, que considera que "un templo que ha sobrevivió al paso de los siglos y a la barbarie humana, incluidas dos guerras mundiales, sufriría un final irónico si es vencida por las llamas en pleno siglo XXI".
¿Qué se ha salvado?
Con el balance de daños todavía por hacer entre los humeantes escombros, algunos ya encuentran motivos para el optimismo. Es el caso del el historiador y escritor José Luis Corral, profesor Universidad de Zaragoza, para quien "el desastre se ha evitado en buena medida. Lo que ha ardido ha sido la techumbre y la famosa aguja, que eran del siglo XIX, de la restauración llevada a cabo por el maestro Le-Duc, así que dentro de la desgracia ha sido un daño menor", sostiene.
De la misma opinión es Alegre, que defiende que "aunque se irá sabiendo en los próximos días la previsión que había para evitar algo así, la gestión del incendio ha sido la correcta". Si hubieran echado agua desde arriba, como han sugerido muchos espontáneos, "habría colapsado el edificio", explica, "pero dejando arder la cubierta de madera, lo más reciente y más sencillo de sustituir, se ha evitado que se dañen las bóvedas que han soportado el derrumbe, parece que satisfactoriamente".
Estas bóvedas, todas menos una de los siglos XII y XIII, lo que demuestra para Del Val "que a pesar de la mala fama de esa época que llamamos oscura, los expertos de la Edad Media construían muy bien y sus técnicas demuestran amplios saberes y conocimientos", han resistido permitiendo que los daños del interior de las naves sean mínimos. No obstante, a la espera de confirmación oficial, hay que contar con pérdidas casi seguras. "Seguramente se hayan deteriorado todos esos otros elementos que atesora una catedral, como retablos, cuadros, reliquias... Es casi seguro que los grandes lienzos de los siglos XVII, XVIII y XIX se han perdido", apunta Corral.
Sin embargo, ya se ha confirmado que dos de las mayores joyas, la corona de espinas y la Túnica de San Luis, han sido salvadas a tiempo y serán trasladadas al Museo del Louvre, lo que los historiadores ven como un gran triunfo. Más incertidumbre genera el estado de las reliquias de San Denis y San Genevieve, santos patronos de París, que estaban en la aguja desde 1935 y se cree que estarán reducidas a cenizas, o "la sillería del coro, del siglo XVI y el famoso órgano, que parece ser que está dañado", comenta Alegre. "También tendremos que esperar para ver cómo han dañado el humo y el agua, no sólo el fuego, a los cuadros y demás elementos que ornaban techos y paredes".
Aunque para la historiadora del Arte, el elemento más preocupante son las vidrieras, "un magnífico conjunto del siglo XIII que, a pesar de su fragilidad, han sobrevivido a los siglos". Pocas son las vidrieras originales de los siglos XIII y XIV que perviven hoy, "la mayoría son restauraciones del siglo XX, de los años 50 y 60, pues fueron destruidas en su mayoría en el siglo XVIII durante la Revolución", explica Corral, que asegura que "es probable que hayan estallado y ya no quede nada de las vidrieras medievales". Más optimista, Alegre cree que "en las imágenes de la televisión parece que todas han resistido, desde luego las de la fachada se han salvado y eso ya es un triunfo".
Restauración claro, pero ¿cómo?
Tras dejar pasar unos días, destinados a que la catedral se enfríe y las piedras suelten agua, así como a descartar nuevos derrumbes, será el momento de plantear un debate que ya se deja sentir hoy. ¿Qué hacer con Notre Dame y, una vez decidido esto, cómo restaurar el templo? Los tres historiadores son partidarios de reparar el monumento de la forma más fidedigna posible al original, huyendo de otras reconstrucciones más innovadoras que ha visto el siglo XX postbélico.
Para Alegre, debemos confiar en la "larguísima tradición de restauración de patrimonio que tiene Francia, que llega desde Le-Duc hasta hoy. Quizá se podría intentar sustituir la madera por un material inflamable, pero respetando el aspecto original, algo muy fácil en un monumento tan documentado como Notre Dame. Desde luego, no es momento de que nadie ensaye su creatividad", opina. Del Val está de acuerdo en que "con dinero y tiempo, y con los medios técnicos que hay hoy en día se podrá hacer una copia, y quizá con el tiempo sea Notre Dame otra vez y mucha gente no lo note. Al fin y al cabo, en casi ningún lado ves el trabajo del cantero del siglo XII. Pero no dejará de ser algo del siglo XXI".
De nuevo el más optimista de todos es Corral, que afirma que "es muy posible volver a ver la Notre Dame que conocimos, pero todavía es pronto para hacer cálculos. Estimo que la construcción será bastante rápida en términos de catedrales", explica. "Dependerá mucho, por supuesto, de los recursos empleados, el dinero y la gente, porque no es lo mismo que participen 200 obreros que 400, pero dada su importancia y el interés por ayudar, creo que en unos 25 años puede restaurarse casi por completo".