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Arte

El arte que transformó a Cristóbal en Balenciaga

El Museo Thyssen-Bornemisza reúne 90 trajes en diálogo con 55 pinturas que rastrean la influencia que el arte ejerció en sus diseños

19 junio, 2019 09:05

Cristóbal Balenciaga nació en la pequeña localidad pesquera de Guetaria (Guipúzcoa) en 1895. Su padre era pescador, su madre la costurera de importantes familias como los marqueses de Casa Torres. Estos veraneaban en el Palacio de Aldamar, conocido también como Vista Ona, actualmente sede del museo dedicado al diseñador. "El pequeño pasó muchas horas viendo las obras de arte de la colección de la familia mientras su madre cosía para la marquesa", recuerda Eloy Martínez de la Pera, comisario de Balenciaga y la pintura española, exposición que reúne en el Museo Thyssen-Bornemisza 90 trajes del modisto en diálogo con 55 pinturas de artistas como Velázquez, Goya, El Greco o Zurbarán.

Entre las piezas de la colección del marqués, el pequeño Cristóbal pudo ver la Cabeza de apóstol de Velázquez, los retratos de Carlos IV y María Luisa de Parma de Goya o el San Sebastián de El Greco. Todas aquellas horas esperando a su madre entre pinturas y los mejores trajes y telas calaron en el pequeño, que entró en contacto con el gusto de la élite. Su sensibilidad y su maestría hicieron el resto. "Quería traer estos cuadros a la muestra porque quería empezar el relato en sus inicios para decir que la capacidad transformadora del arte también transformó a Balenciaga", sostiene Martínez de la Pera. Cuando hace reminiscencias a los encajes de Goya o cuando habla de la paleta de colores de El Greco "es porque los vio cuando era niño".

Hablar de su encuentro con la pintura es una de las narraciones de la exposición. Pero hay otro tema central para el comisario: mostrar que la moda ha estado siempre presente en la historia del arte. Por eso, arguye, cuando el público ve los retratos de corte de Pantoja de la Cruz o Sánchez Coello "se da cuenta de que los vestidos son alta costura". Y en ese ámbito Balenciaga sobresalió como ningún otro.

Diseños de Balenciaga en diálogo con El Greco

Antes del estallido de la guerra civil ya tenía tiendas de alta costura en Madrid, Barcelona y San Sebastián con una importante clientela entre la que sobresalía la alta sociedad y la familia real. Cuando se da inicio a la contienda se traslada a París, entonces tenía 41 años y estaba en plena madurez creativa. En esa distancia con España “sacó la fibra más vinculada a la estética española”, comenta Martínez de la Pera. Es entonces cuando Balenciaga “se inspiró en las siluetas de Velázquez y Carreño de Miranda” para diseñar el vestido al que tituló Infanta, una interpretación de los trajes de la infanta Margarita de Austria en los cuadros del pintor.

Una vez asentado e instalado en la capital francesa abrió, en 1937, un taller en la avenida George V. El apego que empezó a sentir por su tierra natal se observa en un vestuario inspirado "en el traje del pescador vasco". Pero no solo, el modisto tenía muy presente a la gente de su tierra natal y "las imágenes que había visto en la iglesia San Salvador de Guetaria o en los encuentros con la tauromaquia que tenía la aristocracia en San Sebastián. Todo eso aflora en sus creaciones", sostiene.

Reconocido por Dior y Chanel

"Con los tejidos nosotros hacemos lo que podemos, Balenciaga hace lo que quiere", dijo Christian Dior, uno de sus rivales más directos. No se sabe qué influencia pudieron tener sus diseños en la creación artística del círculo en el que se movió en París pero sí se puede establecer la importancia de su trayectoria en la moda. También en la actual. "Fue el modisto más respetado, inspirador e influyente de la historia", dice rotundo el comisario de la exposición. Por su taller pasaron, además, Givenchy, Óscar de la Renta o Paco Rabanne. "Un buen modisto debe ser arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida", dijo alguna vez Balenciaga.

Louise Dahl-Wolfe: Retrato de Balenciaga, 1946. © Center for Creative Photography, Arizona Board of Regents

También Chanel alabó sus creaciones, sus tejidos con peso, los bordados hechos a mano, la pedrería, las lentejuelas. Sin apenas cortes ni costuras su estilo se ve en vestidos de formas rectas o redondeadas con un acabado perfecto, casi escultórico. Hizo colecciones en azules cobalto, en verdes ceniza, en rosas fucsia. Y, sobre todos los artistas, se ensimismó con Zurbarán, con los hábitos de sus monjes, con las figuras de sus santas, "a las que maquillaba y enjoyaba". Chanel lo calificó como "el único auténtico couturier" y, no es para menos, ya que "creó nuevas siluetas de las cuales se nutre el guardarropa de todas las millenials de hoy en día", comenta el comisario. El vestido baby doll, el vestido túnica, las faldas balón, la línea barril, el vestido didí o el pavo real (más corto por delante que por detrás) "son siluetas de Balenciaga".

Pero no solo eso sino que creó nuevos tejidos que "han sido utilizados por todos los diseñadores de moda". Según Eloy Martínez de la Pera el modisto vasco "es el más grande de toda la historia sin acotaciones temporales ni territoriales". Y lo explica: "Worth creó los vestidos de Sissi la emperatriz pero hacía el mismo vestido una y otra vez. Chanel dio una puntada maravillosa al introducir el elemento masculino en el vestir femenino pero se acabó ahí. Quien ha marcado patrones de los cuales se ha nutrido la moda ha sido Balenciaga".

El diseñador vasco mantuvo el pulso de la alta costura en las décadas centrales del siglo XX hasta que en 1968 estalló el prêt-à-porter. Entonces decidió cerrar sus talleres y retirarse en Jávea. Tan solo en ese momento ofreció dos entrevistas (hasta entonces no había concedido ninguna) y su retiro se vio interrumpido por un último encargo que decidió abordar: diseñar el vestido de boda de Carmen Martínez Bordiú, prenda que se puede ver en la exposición. Tan solo unos meses más tarde sufrió un infarto del que no pudo recuperarse.

@scamarzana