La memoria del exilio
'Exilio republicano español' reconstruye el éxodo masivo que contenía una enorme pluralidad a través de todo tipo de documentos
17 febrero, 2020 08:21Toda dictadura produce el descabezamiento de un país. En el caso de España, fue especialmente sangrante. En 1939, la derrota de los republicanos y su diáspora puso punto y final a la denominada generación del 27 en el campo literario y auténtica edad de plata de la cultura en España. Un momento en el que también sobresalía una nueva generación de científicos como Severo Ochoa, en la estela de Ramón y Cajal, y las primeras mujeres universitarias en todos los campos del saber. ¿Qué país sería hoy España si no se hubiera producido el alzamiento militar, la guerra en defensa de la República y la cruel política de los vencedores sobre los vencidos durante la dictadura franquista? ¿Quiénes seríamos si no se nos hubiera negado sistemáticamente, incluso por parte de algunos todavía ahora, el derecho a la memoria?
La primera exposición sobre el exilio cultural tuvo lugar en 2002 en el Palacio de Cristal. Para conmemorar los 80 años pasados, el proyecto de esta nueva exposición en la que también contribuye Juan Manuel Bonet ha sido mucho más ambicioso, componiendo un mosaico coral de las desventuras vividas por el más de medio millón de españoles que huyeron en los primeros meses de 1939. Con todo tipo de documentos se reconstruye el éxodo masivo que contenía una enorme pluralidad, tanto por su procedencia geográfica, como por su composición demográfica, su ocupación socio-laboral y su perfil ideológico: las peripecias de aquellos que cayeron en campos de concentración franceses y fueron devueltos a nuestro país; de quienes lucharon contra los fascismos y acabaron en Mauthausen, y más allá, en Moscú y otras ciudades de Europa del Este; y las de decenas de intelectuales y artistas que, cruzando el Atlántico en barcos míticos como el Sinaiao o el Winnipeg, contribuirían con su talento en América: desde Chile y Argentina, a México, República Dominicana, Cuba, y Estados Unidos.
Un ambicioso mosaico coral de las desventuras vividas por los españoles que huyeron en los primeros meses de 1939
En la planta inferior de la imponente sala de La Arquería de Nuevos Ministerios, con 3.100 metros, podemos contemplar obras de los principales artistas en estos países. Es evidente que el recorrido geográfico no ha sido la opción más acertada, ya que las muy plurales tendencias vanguardistas atraviesan las fronteras; así como resulta muy limitado representar a artistas de la talla de Picasso, Miró, Ramón Gaya, Manuel Ángeles Ortiz, Óscar Domínguez, Granell, Peinado, Renau, Vela Zanetti, Vilató o Viñés y escultores como Alberto, Fenosa o Lobo con tan solo una o dos obras. En cambio, es muy importante la recuperación de artistas mujeres, más allá de Maruja Mallo, como las exiliadas en México Manuela Ballester, Elvira Gascón, Mary Martin, María Teresa Toral, Paloma Altolaguirre y Marta Palau, en la anterior exposición de 2002 excluidas del relato, gracias a la contribución de una joven generación de historiadoras como Carmen Gaitán Salinas e investigadoras como Lorna Arroyo (sobre fotografía), Idoia Murga (danza), Francisca Montiel Rayo (epistolarios), y Berta Muñoz y Mª Victoria Sotomayor (literatura infantil), entre otras, que sumándose a decenas de investigadores contribuyen en el catálogo (descargable gratuito en pdf). Errores y aciertos a tener en cuenta en el necesario Museo de Memoria Histórica, que tarde o temprano habrá que constituir en nuestro país, como ya se ha hecho para periodos traumáticos similares en otros países de nuestro entorno. Un museo que deberá recoger también el exilio interior de quienes se quedaron.
Además, en la planta primera de La Arquería podemos ver otras dos exposiciones monográficas. Caminos del exilio reúne un centenar de imágenes inéditas tomadas por el fotoperiodista galo Philippe Gaussot que descubrió un hijo suyo tras su muerte, hace un par de años. En ellas se muestra la dureza en el invierno de 1939 de “la Retirada” y la llegada a los campos de concentración de Argelès-sur-Mer o Saint-Cyprien, así como tiernas escenas cotidianas en las colonias infantiles creadas por el Comité Nacional Católico en Francia.
Y muy emocionante y de enorme calado estético el encargo ex profeso al francés Pierre Gonnord, residente en España desde 1988, que en esta serie La sangre no es agua, vuelve a superarse otra vez como posiblemente el mejor retratista de nuestro tiempo, con una veintena de fotografías de exiliados, algunos nonagenarios y sus descendientes, todos residentes en París, que en breves textos nos cuentan con voz propia sus testimonios, junto a objetos personales, fotos de álbumes y otros documentos. Como dice la comisaria Carmen Fernández Ortiz: “Los textos hacen de hilo conductor. Cada palabra que encontramos repetida en ellos nos habla de lo común que vivieron los protagonistas de estas historias y de una parte de la Historia: republicanos, tren, valores, abuelita, Résistance, campo, syndicaliste, derecho, represión, proteger, hermanos, Libération, idioma, frontera”. A lo que añade Gonnord: “elegí trabajar en vivo en las fronteras; las que están al borde del olvido”.