Picasso y Chanel bailan sobre el volcán de los locos años 20
A través de 67 piezas del pintor y 52 diseños de la modista, el Thyssen rastrea la relación que mantuvieron estos creadores revolucionarios
11 octubre, 2022 10:27No se puede negar que ambos fueron unos revolucionarios. Uno en la moda, el otro en el arte. Pablo Picasso creó un nuevo imaginario artístico y Coco Chanel liberó a la mujer de los corsés -no solo simbólicos- apostando por una moda más sencilla y de materiales humildes.
Los dos creadores se conocieron en la primavera de 1917, seguramente a través de Misia Sert o de Jean Cocteau cuando Chanel, que había empezado su carrera como sombrerera, era una reconocida diseñadora de moda con tiendas en París, Deauville y Biarritz, y Picasso era ya una figura destacada en París.
“Chanel entabló una duradera amistad con Cocteau y Picasso y fueron ellos quienes la introdujeron en los círculos artísticos de la ciudad”, asegura Paula Luengo, comisaria de Picasso / Chanel, exposición que pone de manifiesto en el Museo Thyssen-Bornemisza la influencia mutua que les unió.
A través de 67 piezas del pintor prestadas por diferentes museos y 52 diseños de la modista la temporal es también el testimonio de la evolución de sus carreras entre 1908 y 1925.
Aunque en la fecha en la que Chanel y Picasso se conocieron la modista ya tenía su hueco en el mundo de la moda, “la verdadera fama la alcanza tras el estallido de la Primera Guerra Mundial como consecuencia de la incorporación de la mujer al mercado laboral, que obligará a que su vestimenta se adapte en favor de la practicidad sin perjuicio de la clase social”, recuerda Luengo.
En este contexto, la diseñadora comienza a acortar la indumentaria para facilitar la libertad de movimiento durante la jornada de trabajo. En palabras de Hélène Fulgence, directora del Patrimonio Chanel, la modista “establece relaciones entre las formas, el color único, decide acortar las mangas y la largura de la ropa para que el cuerpo de la mujer entre en la modernidad”.
Los años cubistas de Coco Chanel
Fue a partir de 1917 cuando Chanel comienza a frecuentar al matrimonio formado por Pablo Picasso y la bailarina Olga Khokhlova, en los tiempos en los que el pintor cubista participaba en los Ballets Rusos de Diághilev a finales de la década de 1910 y en los primeros años veinte.
Un ejemplo de su fuerte amistad la encontramos en una anécdota que cuenta Luengo en el catálogo de la exposición. En 1920 Misia Sert y Picasso deciden no asistir al baile de disfraces organizado por Étienne de Beaumont “porque Chanel no había sido invitada a pesar de que había participado en la confección de los disfraces”. Sin embargo, “los cuatro acuden a la entrada de la residencia de Beaumont, junto a los chóferes, para ver a los invitados llegar y disfrutar del espectáculo”.
La muestra, que se puede visitar hasta el próximo 15 de enero, se divide en cuatro secciones instaladas de manera cronológica en la planta baja del museo. En la primera de ellas se pone de manifiesto cómo Chanel se vio influida por el movimiento cubista en unos primeros diseños geométricos en los que apuesta por tonos como el blanco, el negro y el beige.
La segunda tiene como protagonista a Olga Khokhlova, clienta habitual de Chanel y diseñadora por la que se cree que apostó para su boda con Picasso. Al menos estas palabras que Cocteau escribió a su madre así parecen demostrarlo: “Tuve que sujetar una corona de oro sobre la cabeza de Olga; parecía como si todos estuviéramos representando Boris Godunov. La ceremonia fue preciosa, una boda auténtica con rituales misteriosos y con cánticos. Almuerzo después en el Meurice, Misia de azul cielo, Olga en satén, punto y tul blancos – muy Biarritz”.
En las dos salas que ocupan esta sección se pueden ver varios retratos en los que Picasso inmortaliza a su primera mujer en momentos tan cotidianos como cosiendo, leyendo o escribiendo. Junto a estos lienzos y algunos dibujos prestados por el Museo Picasso de Málaga se muestran algunos vestidos que Chanel realizó en sus inicios pero de los que, desgraciadamente, apenas quedan ejemplos.
El teatro: punto de encuentro entre Picasso y Chanel
No solo fue la amistad lo que unió a ambos creadores, sino que Jean Cocteau decidió unirlos de manera profesional en dos ocasiones. La primera fue en 1922 en la versión que el poeta hizo de Antígona. Dirigida por Charles Dullin, el decorado corrió a cargo de un Picasso que se decantó por unas columnas dóricas y unas máscaras decoradas con motivos inspirados en las vasijas de la Antigua Grecia.
El vestuario fue encargado por el propio Cocteau a Chanel, que siguió la línea clásica y los colores marcados por el pintor, “porque es la mejor couturiere de nuestra época y no me imagino a las hijas de Edipo mal vestidas”.
La segunda vez que trabajaron juntos también tuvo como punto de encuentro a Jean Cocteau, encargado de escribir el libreto de El tren azul, ballet producido por Diághilev en 1924 e inspirado en el deporte.
Una vez más, el poeta y dramaturgo contó con la inteligencia de Chanel para crear un vestuario en el que se decantó por trajes inspirados en la ropa deportiva. En este caso, la participación de Picasso llegó cuando Diághilev descubrió el gouache Dos mujeres corriendo por la playa (La carrera) y le pidió utilizarlo como imagen para el telón de la obra.
Entre todas las piezas de la exposición Guillermo Solana, director artístico del museo, destaca ese pequeño lienzo y Las bañistas, a cuyas protagonistas vemos con trajes de baño acordes a los de Coco Chanel.
Aunque no hay constancia de que Chanel coleccionara o poseyera obras de Picasso, sí se sabe que el pintor le regaló un ejemplar ”del libro firmado del ballet El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, de 1919”, recuerda Solana, para el que la exposición, enmarcada en La Celebración Picasso 1973-2023, sirve “para desactivar las sospechas de la masculinidad tóxica de Picasso”.
En definitiva, Chanel y Picasso, a los que les unió además de amistad una fuerte capacidad creativa, fueron estrictamente contemporáneos y los dos tuvieron una enorme capacidad de trabajo, o más bien, concluye la comisaria, “una necesidad imperiosa de crear hasta el final de sus días renegando, en muchas ocasiones, de los cánones establecidos”.