Tres exposiciones para quitarse el sombrero: Felipe Arturo, Vicente Blanco y Javier Arbizu
Motivos vegetales, esculturas cinéticas y objetos cotidianos protagonizan las propuestas de estos tres artistas en sendas galerías de Madrid.
15 octubre, 2023 01:30Pura vida. La exposición de Felipe Arturo (Bogotá, 1979) en la galería Formato Cómodo es una experiencia sensorial, un baile de esculturas vegetales al ritmo que marcan los ventiladores. Estas piezas cinéticas están hechas con fibras naturales, cintas trenzadas o sueltas manufacturadas junto a comunidades locales colombianas. El material es el mismo que el que se emplea para elaborar los sombreros con los que nos resguardamos del sol. Arturo reúne varias tipologías en las paredes de la sala y los transforma en lienzos interviniéndolos con diagramas que responden a distintos casos de evasiones fiscales de jefes de Estado y personajes conocidos.
El bajo continuo que riega todo el proyecto es el rumor que produce el movimiento, y la brisa que despierta. La lectura es más compleja que lo meramente sensorial. Nos habla también del extractivismo sufrido en Latinoamérica. Queda patente en una delicada escultura hecha con varios ejemplares de La vorágine (1924), el libro de José Eustasio Rivera sobre la fiebre del caucho.
Más cercanos resultan los paisajes por los que Vicente Blanco (Cee, 1974) transita a diario, en una aldea a escasos 10 km de Lugo. Condensa en estas obras de gesso pigmentado y lápiz de color sobre lino varias escenas en las que las microviolencias, esas mismas que veíamos en la película As Bestas, acechan. Se mueve entre lo naif y lo grotesco, con una tensión de la que no conseguimos desprendernos, y no pierde detalle en las composiciones. Algunas de ellas las vemos a través de vallas de alambre, tras las que proliferan los insectos y animales amenazantes –garzas, saltamontes, caracoles–, y unos vecinos que todo lo inspeccionan.
La sexualidad está también muy presente y hacen cameos personajes fantásticos de alargadas siluetas. Dos de los lienzos se presentan enmarcados con madera maciza tallada, y toda la sala está cubierta por una malla blanca que esconde los vacíos naturales de la arquitectura y genera una nueva sensación espacial.
Crea también un espacio único Javier Arbizu (Estella, 1984) en La Cometa, transformando el suelo de la galería con toscos listones de madera que nos reconcilian con la preciosidad de su material fetiche: el bismuto, ahora con menos brillos que los que vimos en Generaciones 2020 en La Casa Encendida o en la galería Ángeles Baños. Se desprende poco a poco de la representación del cuerpo para recrearse en el juego de dobles, transformando objetos cotidianos en piezas inservibles.
Todo arranca con una maqueta de la galería en la que pesa la huella de Juan Muñoz, y termina con la propia puerta del espacio, intervenida hasta hacerla inservible (aparentemente no se puede cerrar). Fragmentos de cerraduras, tuberías y tijeras, todo vale. Una verdadera sorpresa que hace de Arbizu un nombre al que no perder la pista.