Fernando Sánchez Castillo: "He cambiado los pinceles por elementos de tortura para convertirlos en cultura"
Es uno de los nombres fundamentales de su generación. Atento a la historia reciente, inaugura una exposición en la galería Albarrán Bourdais de Madrid.
13 enero, 2024 02:16El estudio de Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970) es una fantasía. Una nave gigante en Usera llena de libros, pancartas de protestas, sprays, pequeñas esculturas, dibujos, moldes de pistolas… En sus enormes paredes cuelgan, todavía húmedos, los nuevos lienzos que ha pintado a toallazos y, en la terraza, siguen secando las telas teñidas con cobre, a modo de prototipos para la fundición.
Experto en la Transición española, ha metido un caballo en la Universidad Autónoma, un vídeo que conserva el Museo Reina Sofía, y comprado la chatarra del Azor, el barco de recreo de Franco que mostró en Matadero y que compró Helga de Alvear.
El CA2M reunió en la exposición Más allá (2015) sus piezas más icónicas, cuatro años después llenaba el IVAM de pequeños milicianos inspirados en la famosa fotografía de Robert Capa y acaba de cerrar Prisiones imaginarias en el Museo de Mataró. El 13 de enero inaugura Contra-informaciones. Coreografías textuales y textiles en la galería Albarrán Bourdais donde muestra, por primera vez, pinturas junto a acuarelas, vídeos y esculturas.
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Pregunta. ¿Cuál es ahora el punto de partida?
Respuesta. El inicio del proyecto es una bandera completamente blanca, de medidas parecidas a las de la Plaza de Colón, que mandé fabricar en 2015. Era algo muy abstracto, un gran rectángulo sin ningún emblema que no he conseguido izar hasta ahora, sujeto por una gran grúa. Me interesan mucho las coreografías. En las sociedades dictatoriales siempre hay un baile, un gesto que articula toda la maquinaria de la representación del poder.
P. ¿Qué conexión tiene la bandera con estas otras pinturas que son tan gestuales?
R. La bandera golpea el viento de la misma manera que las toallas húmedas golpean los cuerpos. El textil sustituye al puño para no dejar huella en los cuerpos, aunque yo aquí he buscado justo lo contrario. Las toallas están empapadas en pigmento negro de Marte, óxido de hierro, como la sangre. El título de la exposición, textos y textiles, viene de ahí. Son dos palabras que comparten raíz.
“Antes, los pintores componían sus cuadros a partir de estampas. Ahora lo hacemos con imágenes de los medios”
P. En estas composiciones resuena también la tradición de la pintura informalista de los años cincuenta.
R. Sí. Saura, Millares, Tàpies… nuestros padres recientes hablaban de estos mismos temas sin utilizar las herramientas que los originaban. Por eso yo, en vez de pinceles, me apoyo en los propios elementos de tortura, las pelotas de goma, las toallas húmedas ... para convertirlos en cultura.
P. Hablando de los padres de la pintura, ¿quiénes serían sus referentes?
R. Cada vez quedan menos. A Juan Genovés, que hablaba del cuadro como espejo, como reflejo de lo social, lo traté mucho. Siempre he sido muy mitómano, también con los galeristas. He trabajado 15 años con Juana de Aizpuru, que es el puro poder, una parte de la historia de España.
P. Entre tantas referencias dígame, ¿a qué autores lee?
R. De Didi Huberman lo leo todo y de autores españoles a Amador Fernández-Savater, Santiago Alba Rico, Germán Labrador, Julia Ramírez Blanco... Además de a muchos hispanistas. La expulsión de los moriscos, la pintura de Velázquez que se quemó en 1634 y que reconstruyo en uno de los vídeos, parte de los hallazgos de William B. Jordan y Jonathan Brown y del inventario de Palomino.
P. ¿Qué le interesa de esta obra de Velázquez?
R. Es un cuadro que me obsesiona. Estaba en el Salón de los Espejos en el Alcázar y mostraba a España como defensora de la cristiandad frente al islam. Hemos podido recomponerlo con inteligencia artificial en un vídeo en el que aparece como un fantasma, como una mancha de humedad en la pared. En la historia del arte la copia es fundamental.
"La pintura es arriesgada porque estás solo. En la escultura, en los vídeos, siempre se trabaja con otros oficios y a mí me gusta trabajar en equipo"
P. Aquí ha copiado fotografías con acuarela, ¿por qué?
R. Suelen ser fotografías que poseo y que intento salvar del marasmo de internet. Algunas son de autores famosos como Agustí Centelles y su cagódromo, una imagen fortísima de ese momento tan humillante y humano. Volver a monumentalizar el trabajo de tanta gente entra dentro de la tradición. Antes los artistas componían sus cuadros a partir de estampas y ahora lo hacemos a partir de las imágenes fugaces de los medios. La inteligencia artificial, la tecnología y el arte están insoslayablemente unidos.
P. ¿No le seducen otros acontecimientos más actuales?
R. Comentar lo inmediato es fácil pero para que sea historia necesitamos un poco de tiempo. A una cierta edad tenemos que pensar lo que decía Walter Benjamin de que el arte es lo que hace habitable el mundo. No podemos vivir con todos los monstruos. Si somos capaces de desnudar la mirada, de desactivar los clichés de todo lo doloroso, quizá eso nos haga más poderosos.
P. Esculturas, dibujos, vídeos, pinturas… ¿Con qué medio se siente más cómodo?
R. La pintura es lo más arriesgado porque estás solo. En la escultura, en los vídeos, siempre se trabaja con otros oficios y a mí me gusta trabajar en equipo. Con la pintura es una relación corporal, hace falta un estudio... He tardado mucho en tener un espacio propio.
P. ¿Condiciona el estudio el tipo de obra que se hace?
R. Sí, aunque eso no quiere decir que te ayude a madurar. Yo no podría pintar esto si no hubiera comprado el Azor o si no hubiera metido un caballo en la facultad. Todas esas imágenes hacen que cuando doy un golpe con la toalla no lo doy igual que otra persona. Didi-Huberman habla del gesto. Con 53 años ya tienes cosas que contar.