ARCO 2024 navega en las corrientes caribeñas
19 galerías de Bahamas, República Dominicana, Puerto Rico o Panamá dan cuenta de las múltiples caras de este 'Caribe oceánico', el tema central de esta edición de la feria.
5 marzo, 2024 02:05Si el año pasado la sección comisariada principal de ARCO se centró en la producción artística de los países que circundan el mar Mediterráneo, un mar en el que existen un norte y un sur muy diferenciados, que se ha convertido en un cementerio y que parece cerrarse sobre sí mismo, en esta nueva edición el área geográfica elegida ha sido la del mar Caribe.
De esta forma se ha roto el patrón que había seguido la feria hasta ahora, que alternaba un tema con la presentación de la creación de un país o de una región concretas. Las encargadas de plantear esta sección son Sara Hermann y Carla Acevedo-Yates.
Sara Hermann es la curadora jefe del Centro León de Santiago de los Caballeros, en República Dominicana, y tiene una dilatada carrera y ha convertido esa institución en un referente en el área y también en el contexto global.
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La puertorriqueña Carla Acevedo-Yates es comisaria en el Museum of Contemporary Art de Chicago y en este momento co-organiza junto a Juan Canela, español y curador jefe del Museo de Arte Contemporáneo de Panamá -otro lugar de esa zona geográfica hacia el que hay que mirar- y Elena Ketelsen González, del PS1 neoyorquino, el programa Chotín, que se ocupa de reflexionar sobre las prácticas curatoriales en torno al Caribe y América Central y sobre cómo estas se asumen en algunas instituciones de Estados Unidos.
La propuesta de Hermann y Acevedo-Yates, La orilla, la marea, la corriente: un Caribe oceánico, tiene una importante dimensión poética, como su título ya sugiere, que no les ha impedido abordar algunos de los problemas urgentes en una zona muy diversa política, social y económicamente, en la que se reúnen países tan diferentes como Haití y Bahamas o Panamá y República Dominicana, aunque todos comparten un pasado –y algunos todavía un presente– colonial.
Rompiendo con la idea de mar, que implica un cierre, se abren a la idea de océano sin límites definidos
Como ellas mismas reconocen han aceptado esta dificultad en el proyecto: “No hay un solo Caribe, sino múltiples Caribes y una sola definición no es suficiente para abordar la región”. Ellas prefieren no hablar de una identidad caribeña común, sino de identidades, en plural, subrayando la idea de multiplicidad y complejidad del proyecto.
“La noción de lo oceánico que se enuncia en nuestro título refuerza la idea de lo inalcanzable. Es imposible atrapar lo que, incluso conceptualmente, es inaprensible. Este trance nos condujo a aproximarnos a la elusividad de este ‘lugar’ cambiante utilizando las ideas de la huida o el escape como medios para intentar aprehenderlo, retenerlo o comprenderlo. Quizás el lugar compartido por los artistas seleccionados es el que traza el trasiego”.
Un ir y venir que es el mismo que el de la marea a la que también hace referencia el título pero que habla de cómo se ha construido desde fuera el imaginario de algunas de estas naciones como espacio de tránsito, centrales para el tráfico comercial antes y ahora y convertidos en paraísos por y para la industria turística.
De este modo, el proyecto suma muchas capas que son atravesadas por cuestiones que tienen que ver con lo poscolonial y decolonial, pero que también plantean interrogantes sobre lo vernáculo y lo popular, lo auténtico y lo original, lo propio y lo ajeno, o sobre eso que en occidente hemos dado en llamar sostenibilidad, un término que ha sido puesto en cuestión por las comunidades indígenas y que tiene que ver con la explotación de los territorios y los que los habitan.
Para las comisarias, la sección “se plantea examinar algunas de las maneras en que se nombran, narran y perciben las proporciones y connotaciones de ese espacio, el Caribe, fundamentalmente conceptual. Proponemos una lectura posible de la compleja y fecunda intersección entre la tierra y el mar que se plantea desde y hacia la orilla. Proponemos un punto de partida, un lugar desde donde se enuncia, desde las visualidades, los sonidos, las esencias y los tactos, una propuesta de diálogo sobre historias, memorias e identidades que están en constante flujo, transformación y mutación”.
Rompiendo con la idea de mar, que implica un cierre, un límite, una frontera, se abren a la idea de océano, en perpetuo movimiento y sin límites definidos, permeable. “Es la noción de la corriente la que le da forma a todo y visibiliza su potencia. La corriente puede ser vista como lo orgánico, el cuerpo de la idea, lo sustancialmente dúctil. La idea de Caribe oceánico señala la conexión, bifurcación y renovación constante del mar Caribe. Un cuerpo líquido que se contrapone a la idea de lo estático, lo inamovible y definitivo”, detallan.
Se abordan los problemas urgentes en una zona muy diversa política, social y económicamente
Ese Caribe oceánico, no es un “Caribe necesariamente territorial con sus coordenadas bien establecidas, sino que nos planteamos un lugar, que algunos entienden intangible o conceptual, que se llama Caribe”, apunta Hermann.
Estos conceptos se traducen no solo en la selección de artistas y obras, sino también en la propia arquitectura de la sección, diseñada por el equipo formado por Ignacio G. Galán y OF Architects (Álvaro M. Fidalgo y Arantza Ozaeta).
El espacio estará habitado por las obras de algunos artistas ya conocidos aquí y que están representados por galerías españolas. Es el caso de la residente en Panamá, Donna Conlon, que participa con Espacio Mínimo de Madrid, y que presenta el vídeo Presagio (2022) en el que se ve cómo un ave levanta el vuelo y atraviesa un bosque que se va transformando hasta desaparecer, convertido en un terreno baldío, al mismo tiempo que el pájaro desaparece.
O el del dominicano Engel Leonardo, que expone con Formato Cómodo, y que muestra la serie de esculturas Manieles (2024) en las que trabaja sobre la espiritualidad afro-atlántica.
Otro muy conocido aquí es el británico Isaac Julien, que está representado por la galería Helga de Alvear, y que, aunque no es de origen caribeño ni tampoco reside allí, ha reflexionado en su producción audiovisual sobre la diáspora africana.
Además de estas propuestas desde España o de las que hacen algunas galerías estadounidenses y europeas, todas del Norte global, también participan galerías de la región.
Destaca la panameña DiabloRosso que presenta las pinturas del costarricense Frabrizio Arrieta y el puertorriqueño Omar Velázquez planteando un diálogo en el que se hace evidente la complejidad identitaria del Caribe. Su director, Johann Wolfschoon, espera que con esta sección “se desmantelen preconcepciones que poco o nada tienen que ver con nuestras realidades, especialmente en lo que respecta a la producción de nuestros artistas”.
También se ha seleccionado a la galería Tern, con sede en Nasáu, capital de Bahamas, que lleva a la feria al jamaicano Leasho Johnson, que explora cuestiones identitarias desde su experiencia como hombre negro y homosexual a través del dibujo y la pintura. Amanda Coulson, una de las fundadoras de la galería, cree que “el Caribe está unido por un trauma común: la trata transatlántica de esclavos. Cada país está marcado también por quién fue su colonizador. La intención fue mantenernos separados y, hasta hoy, las barreras lingüísticas lo consiguen, pero también la dificultad de conectar una isla con otra, y eso ha hecho que nos desarrollemos de forma diferente”.
La galería Lyle O. Reitzel, de Santo Domingo, que ha participado en numerosas ocasiones en ARCO, muestra el trabajo de José García Cordero, que fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Visuales de República Dominicana en 2023, en el que se concibe un Caribe que no responde a los estereotipos.
“El Caribe es una ilusión. Lo real existe más en la ficción que en la historia. Nuestra realidad está más en los sueños que en la voluntad de comprenderla”, afirma. Así La orilla, la marea, la corriente mostrará historias comunes y realidades diferentes de un Caribe inesperado, ese que ahora se sueña oceánico.