Alberto García-Alix: “Las minifaldas cambiaron más España que las barbas y la pana”
Hablamos con el fotógrafo, figura clave de la historia de la imagen en España, que prepara ya su reordenación de la colección fotográfica del CAAC de Sevilla.
9 septiembre, 2024 01:01El sonido de su Harley Davidson le precede. Una sinfonía de explosiones cuyo impacto acústico es brutal en plena hora de la siesta, a finales de julio en Madrid. Ni dios en las calles abrasadas por la canícula. Alberto García-Alix, fotógrafo de leyenda, superviviente de mil tormentas, pionero de aquella Movida salvaje y hedonista, llega puntual a su cita con El Cultural en su estudio, que también es su casa. Barrio: Cuatro Caminos. Estampa sólida de motero. De outlaw, que es el vocablo que luce en su camiseta blanca, como la moto que crepita con estruendo en la sobremesa.
El estudio es un museo de su propia vida, un espacio en el que se materializan sueños y fetiches. Los monos de cuero y las chupas de sus tiempos de rocker cuelgan de las pasarelas donde tiene la biblioteca. Miles de libros lucen sus lomos en dos alturas. Una entera para la Historia, la gran pasión que le inoculó su madre profesora. En la otra, de todo: fotografía, novela, poesía… Los muestra casi con más orgullo que sus cámaras analógicas tuneadas, con las que morirá mirando. “Si me jubilo ahora, me quedan 800 euros de pensión y tengo 5 motos”, confiesa entre risas.
En las paredes de ladrillo visto, cuadros de su hermano Carlos: de Ortega y Gasset y del viejo pistolero anarquista al que dedicaron, al alimón, el documental El honor de las injurias. Y también de Ceesepe, amigo del alma, con el que fundó, cuando eran unos chavales, la Cascorro Factory, mito del underground madrileño. Reflexivo, amigable y a sotto voce, responde a todo, sin miedo, porque quien ha vuelto del infierno varias veces ya no se asusta fácilmente.
Pregunta. Me dijeron que se había dado un golpe con la moto. ¿Qué tal está?
Respuesta. Joder, me duele un montón. Tengo todo esto [se señala el muslo] morado, y los tobillos, hinchados. He estado varios días en la cama con ibuprofenos, hielo y Voltarén.
P. Es duro usted.
R. Eso dijo el policía cuando me vio a mí en la ambulancia [Risas]. Venía de ver cómo había quedado la moto y se había enterado de mi edad.
"Los valores los aprendes en la familia. Valores cristianos, la base de nuestra cultura. Lo demás son cuentos"
P. A pesar de los golpes, montar en moto es algo irrenunciable para usted, ¿no?
R. Me da libertad y felicidad. No sé conducir un coche, aunque la verdad es que me gustaría tener una furgoneta y poder llevarla, porque ya se nota la edad. Ir a Barcelona, por ejemplo, y estar seis o siete horas en la moto ya se me hace duro.
P. ¿Y ya no se ve sacándose el carné de coche?
R. No sé si tengo suficiente concentración para ello. A mí la moto me ha hecho la vida más leve. Me gusta su épica, su lírica y su estética. La moto es karma. Siempre estaré en deuda con ella.
P. Bueno, entonces le compensa con creces los riesgos que implica.
R. En esta vida todo tiene riesgo, que no me cuenten rollos.
P. No será este accidente el peor que habrá tenido…
R. No. Todo este brazo [se señala el derecho] lo llevo lleno de metal. Estuve nueves meses escayolado. También me he roto las piernas alguna vez.
P. En la vida también se ha caído muchas veces.
R. Muchos naufragios, sí. Pero tengo flotador.
P. Y talante de resistente. Uno de sus lemas vitales es: “Si no hay viento, tendremos que remar”.
R. Es la frase que pusimos en la revista El canto de la tripulación, quizá mi mayor aventura. Contar aquello es una asignatura pendiente que tengo.
"La Movida no fue parasitada por la política, eso es mentira. ¿Lo de Tierno en los conciertos? Nada, postureo"
P. Muchos de sus amigos han caído en combate, miembros de una generación que hizo rutina del wild side. ¿Se siente un superviviente?
R. Me tatué una estrella aquí para que no se me cayera [se señala la sien izquierda]. No es una cosa decorativa. Siempre he tenido suerte. También he sido muy reflexivo pero soy un hombre de acción sobre todo.
P. Como los personajes de su admirado Conrad.
R. De Conrad me fascinó su romanticismo, sí, esos personajes zarandeados por el destino. A mí lo que siempre me mantuvo a flote fueron los valores.
P. ¿Qué valores? ¿Inculcados por sus padres?
R. Creo que sí, que los valores los aprendes en la familia. Valores cristianos, que son los que están en la base de nuestra cultura. Lo demás son cuentos.
P. ¿Ninguno de sus tatuajes es decorativo?
R. Los de los últimos 20 años, no. Los tatuajes son complejos, eh. Hay mucha gente que se tatúa sin saber, y la vida es muy larga. Te puedes tatuar hasta un demonio sin saberlo en el momento y luego la vida te lo enseña después.
P. Lo primero que se tatuó fue aquella frase de los teddy boys: “No me sigas, estoy perdido”. ¿Dónde lo tiene?
R. Ya no lo tengo.
P. ¿Se arrepintió?
R. Arrepentirse no es la palabra. Me lo hice en el 79, siendo adicto. Yo era consciente de mi situación. A mí me gustaba mi vida así pero no era ningún ejemplo para nadie. Para mí significaba la heroína: el demonio. Lo tenía siempre ahí cuando quería dejarla. Me lo quité, en 2006 o 2007, y se acabó el problema. Todo es mental. Fue como un acto psicomágico de esos de Jodorowsky. Las adicciones solo se pueden cortar de raíz.
"La heroína puede con todo, el dolor, el amor y hasta la ambición de ser, pero no te da la paz"
P. La heroína, como decíamos, le ha arrebatado muchos amigos y hasta un hermano, Willy. ¿La maldice alguna vez?
R. No, no. El problema no son las drogas, el problema somos nosotros. Otra cosa es si me preguntas si lo volvería hacer, entonces igual te digo que no, pero no es algo que me provoque remordimiento. Sería un necio si la culpara a ella. Me culpo a mí, a nosotros. Los opiáceos son una droga muy compleja, la única droga realmente, la de la felicidad.
»La heroína puede con el dolor, con el amor y hasta con la ambición de ser. Pero no te da la paz porque el heroinómano es un permanente insatisfecho y un mentiroso compulsivo. Y siempre te ofrece un peldaño más bajo en el descenso al infierno. Para dejarlas, tienes que dar el do de pecho.
P. ¿Le diría algo a quien se quiera desenganchar?
R. Nada, mandarle fuerza y coraje. A mí lo que me mantuvo siempre los pies en el suelo fue el trabajo. Yo tuve fuerza de voluntad que, al final, no sé si fue en realidad cobardía.
P. ¿Cobardía?
R. Sí, por ver que vas disparado hacia el fondo y frenar.
P. ¿Se puede decir que su generación tuvo la desgracia de vivir un contexto muy tóxico pero a la vez la fortuna de disfrutar un tiempo intensamente divertido y libertario?
R. Yo llegué antes a las drogas, a mitad de los 70. Las unimos a la modernidad, la libertad y hasta con una épica. Fue luego cuando vino el consumo masivo. Pero sí, fue una suerte vivir aquel Madrid. Había una vitalidad tremenda.
P. ¿Aquella explosión la mató la política cuando la parasitó?
R. La política nunca parasitó la Movida, eso es mentira.
P. Pues es casi un lugar común cuando se habla de la muerte de la Movida.
R. La política nunca tiene tanta visión para hacer algo así. Nada, nada, eso no fue así. Cada uno lo cuenta cómo lo ha vivido. En mi recuerdo, la política no tuvo ninguna importancia, más allá de que en ese famoso viaje a Vigo vino Leguina.
"La grandeza se demuestra en la derrota, y ahí Napoleón fue sublime. Un hombre excepcional"
P. ¿Y Tierno calentando el ambiente en los conciertos?
R. Nada, postureo. Gracias a dios los políticos no se metieron con la Movida. [Adopta tono de, a ver, chaval, cómo te explico yo esto]. Desde mitad de los 70, la provocación, la convulsión, la independencia hedonista fueron, digamos, emociones en alza en la juventud. No se podía ser joven y moderno apoyando a Franco, claro.
»La Movida no llega en una Transición idílica como nos cuentan, había mucha violencia, mucha. Vivíamos bajo la amenaza de los ultras de la extrema derecha campando a sus anchas por las calles. Todos mis amigos cobraron. Y las amigas, también, por llevar, por ejemplo, una minifalda de color rojo de cuero. Pero esa minifalda hacía más por la emoción de la vida que todas las ideas.
P. Bueno, lo cierto es que aquel viaje demostró que no se les podía poner el cascabel: acabó como el rosario de la aurora.
R. Así es. Aquella barra libre… Para los que van de analistas la Movida termina en ese viaje pero su espíritu de modernidad continuó hasta el 95 o el 96. No tuvo ni manifiesto político ni artístico. ¿Entonces qué fue? Una eclosión juvenil que se reprodujo como esporas por toda España.
P. O sea, que fue más eficaz para el cambio político la minifalda que las barbas progres.
R. Sí, más que las barbas y la pana pero, ojo, nosotros le debíamos a esos barbudos todo. Y los respetábamos.
P. Pero ¿esa ansia hedonista e individualista no desarmó ideológicamente a la juventud?
R. Cuando llegó Felipe se produjo un abandono de la lucha, bajamos la guardia y ahí nos la metieron. Nos la meten siempre, en realidad. Pero, bueno, yo soy individualista, hedonista, anarquista. Buey solo bien se lame.
P. Se dice que fue el primer rocker de Madrid. ¿Sigue escuchando rock and roll?
R. Soy ahora de gustos muy eclécticos. Tengo discos de rock and roll de todas las épocas pero lo que más escucho son los Crazy Cavan, siempre potentes. Y música libanesa, judía, tango… De todo. De todo lo raro [Risas].
P. Decía que le costaba mucho concentrarse. ¿Lee menos que antes?
R. Ahora, si un libro es muy pesado, lo abandono. Necesito que me atrapen. Pero sigo leyendo mucho porque me desvelo por las noches y la lectura me ayuda a coger el sueño de nuevo.
P. ¿Y con el tocho de Isabel Burdiel sobre Isabel II que tiene en la mesita lo consigue?
R. Sí, es muy pesado [Risas]. Pero si te gusta la historia te permite comprender quién es O’Donnell, quién es Prim, qué se está cociendo en esa época, cómo eran los poderes fácticos, los intereses que les movían... Los historiadores puros lo disfrutarán más que yo pero, bueno, he superado ya la mitad. Es un trabajazo de documentación tremendo.
"La política española hoy es todo maledicencia y vileza. Aquí siempre
se fomenta esa mierda"
P. ¿En qué acontecimiento histórico le hubiera gustado estar presente? ¿La Revolución francesa?
R. Sí. Tengo ahí los libros de María Antonieta y de Fouché de Zweig, más de 30 volúmenes sobre Napoleón, una biografía de Barras, la correspondencia de Josefina…
P. ¿Ha visto la película de Ridley Scott sobre Napoleón?
R. No pienso ver esa mierda.
P. Pero si le interesa tanto Napoleón…
R. Me interesa la Historia, no americanadas en las que le meten cañonazos a la Esfinge. Qué infantilismo. Napoleón, con todos sus defectos, fue un hombre excepcional, de genio. Europa se rige por el código napoleónico. Creó el Estado burgués y trajo también la meritocracia. Becó artistas.
»Ser grande en la cúspide es fácil pero la grandeza se demuestra en la derrota, y ahí fue sublime. Hay que leer Historia para que no nos engañen los políticos, que no saben nada. Mire lo del problema catalán.
P. ¿El qué concretamente?
R. No es ni cómo nos lo contaron ni los unos ni los otros, pero es que no se lee. España no necesita más conflictos, por favor. Ya está bien de tonterías. Lo que siempre ha necesitado España es más remar juntos, más positividad, más raciocinio…
P. ¿Usted culpa a Fernando VII de la polarización atávica de España?
R. Es uno de los grandes responsables, sí. ¡Vivan la caenas! ¡Por dios, no me entra en la cabeza! Siempre que este país tuvo la oportunidad de dar un paso adelante en bonhomía, lo dio a la contra. Nuestra política hoy es todo maledicencia y vileza.
»Me parece bien que no te guste Sánchez, a mí a lo mejor tampoco, pero no puede ser que se grite eso de que te vote Txapote. Qué tiene que ver este pobre hombre con ese terrorista de los 80. Ya está bien de vilezas. Unos porque son tontos y otros porque son malos, no sabes ya por dónde moverte aquí. España siempre fomenta esa mierda. ¿Qué pecado hemos cometido, tío? [Gesto de frustración extrema].
P. Bueno, salgamos de este feo jardín, y volvamos a la fotografía. Dice que con los años las cámaras le pesan cada vez más.
R. Sí, porque me exigen un diálogo con lo que miro. Ese diálogo es un camino de ida y vuelta que te permite mirarte a ti mismo también.
P. Qué contraste con la compulsiva manera que tiene esta sociedad de fotografiarse.
R. Me es indiferente. Esto viene de un hedonismo feroz, pero diferente al de la Movida. Hoy estaba comiendo en un bar y había una mujer que estaba constantemente mirándose en la cámara del teléfono. Me preguntaba hasta dónde puede llegar el ego. Yo no me gusto tanto. Me veo y me quito.
P. ¿La fotografía perfecta existe?
R. No, no existe nada perfecto. Y la realmente importante es la inolvidable.
P. ¿Y una fotografía buena qué tiene que tener?
R. Puf… A saber.
P. ¿Franqueza?
R. No, porque la franqueza se puede anular a sí misma, hasta convertirse en lo contrario. Lo que me molesta es el artificio. La fotografía buena tiene que transmitir emoción. A partir de ahí, se alimenta de muchas cosas: composición, iluminación, acción…
P. Una vez le escuché decir que lo que buscaba captar era el pecado que hay dentro de las personas.
R. Bah, entonces era muy lírico. Yo lo que busco es poseer a quien fotografío.
P. ¿Y qué tipo de posesión es esa?
R. La de la inmortalidad: que la imagen se mantenga en el tiempo.
P. ¿Y cuántas fotos inolvidables hay en el archivo del CAAC de Sevilla, que está reordenando?
R. Es una colección muy dispar, porque cada director, de las exposiciones de fotografía que hacía, se quedaba alguna. Pero es muy interesante. El Accionismo vienés de los 60, que no conocía, me ha encantado. Moriyama es maravilloso. El Grupo Afal, interesantísimo. De Miguel Trillo hay mucho. Lo que yo he intentado es hacer una puesta en escena de todo eso a partir de mi subjetividad.
P. El que le marcó el camino a usted fue August Sanders.
R. Sí, fue el primero que me iluminó sobre la independencia de la mirada. Pero luego fue más influyente todavía la fotografía americana: Walker Evans, Danny Lyon, Diane Arbus, Elliot Erwitt… Fueron la espita del amor a hacer fotos.
P. El Viaje al fin de la noche de Céline fue otra experiencia fundante, ¿no?
R. Me enseñó que se podía pellizcar el alma humana. Le negaron entrar en La Pléiade por la presión judía pero yo ante lo único que me quito el sombrero es ante el talento. Lo demás… Es verdad que fue un exaltado y escribió esos panfletos antisemitas, pero Céline tenía que ser Céline, como el escorpión, fiel a su naturaleza. Estuvo en la cárcel y fue toda su vida un apestado. Pues ya está, ya pagó. Ahora pongamos en valor su talento, su obra literaria, que ha llegado a mucha más gente que esos panfletos.
»Todo este rollo político moderno es una gilipollez que sirve a los que tiran la piedra y esconden la mano. Pero, bueno, no sé para qué me meto en esto, yo no soy nadie, sólo un fotógrafo.
Figura clave de la historia de la fotografía en España, Alberto García-Alix (León, 1956) ha fundido en sus retratos amistad, drogas, tribus urbanas, motos... Una estela autobiográfica visual acompañada por ensayos, crónicas, artículos... Buena parte recogidos en Moriremos mirando (La Fábrica). El 19 de septiembre presentará su reordenación de la colección fotográfica del CAAC de Sevilla.