Cristina de Middel, presidenta de Magnum Photos: "Una imagen condensa siglos de cultura"
- La fotógrafa española ha sido la primera mujer en ocupar este cargo y será la encargada de recoger este viernes el Premio Princesa de Asturias de la Concordia concedido a la agencia.
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Aunque Cristina de Middel (Alicante, 1975) ya calienta por la banda para dejar la presidencia de Magnum y retomar sus proyectos fotográficos, aún le queda tralla, sobre todo la pirotecnia que conlleva recibir el Premio Princesa de Asturias.
Ella ha sido la primera mujer en ocupar este cargo y la segunda española en entrar en la agencia, después de Cristina García Rodero. Hablamos con la fotógrafa sobre laresponsabilidad de presidir una agencia histórica, también de sus preocupaciones, sus proyectos, las redes sociales o la Inteligencia Artificial.
Pregunta. ¿Qué significa para una agencia como Magnum este reconocimiento?
Respuesta. Magnum tiene mucha historia, pero no es una agencia gigantesca como Reuters o Getty, de hecho, es una cooperativa que pertenece a los fotógrafos miembros. Recibir este premio es todo un honor y una inyección de ánimo a la agencia por todos los sacrificios que hace para seguir siendo independiente.
P. ¿Cómo valora haber sido premiada en la categoría de Concordia y no en la de Arte?
R. La agencia es como una rara avis dentro de la industria de la información, donde todo va cada vez más rápido y se estimula menos el pensamiento crítico. Vamos todos a por el clickbait. Magnum rema a contracorriente, no es una agencia neutra ya que sus fotógrafos dan su opinión a través de sus imágenes. Se trabaja a largo plazo y con proyectos siempre remunerados.
»El premio a la Concordia viene, creo, por la necesidad de tener información veraz y de primera mano, obtenida por profesionales que ayudan a luchar contra la polarización política. Una sociedad bien informada es una sociedad que debería estar mucho menos radicalizada. Y sí, también podría haber estado en la categoría de Arte, pero Magnum está siempre, igual que la fotografía, en un limbo entre el arte y el documento.
P. ¿En qué consiste presidir Magnum?
R. Es un trabajo como de CEO. Tengo que estar en la gestión de los fotógrafos, buscar nuevos clientes, sacar a alguien retenido en Libia o que pueda estar hospitalizado en Ucrania y, a la vez, intentar que el nombre de Magnum siga creciendo. Tenemos más de 65 trabajadores en las oficinas de París, Londres y Nueva York, y solo eso ya es un trabajo. La agencia es un ave exótica, es casi un milagro que siga existiendo en un momento en el que las fotografías son gratis. Cualquiera se baja una foto de internet.
P. Su trabajo se basa en desmontar estereotipos raciales o culturales. ¿Qué historias le interesan y qué quiere contar?
R. Me interesa cuestionar lo que damos por sentado, sobre todo estas ideas que nos meten en la cabeza después de estar expuestos a esta tormenta continua de información y de estímulos. Quiero que la gente reflexione más al ver las imágenes, teniendo en cuenta que la imagen es el lenguaje actual y del futuro.
»Ahora ya no se lee tanto, no se escribe tanto, sino que se comunica muchísimo con imágenes, incluso con dibujos como los emoticonos, los gifs, los memes… y no ha habido realmente un proceso de educación visual.
»Considero que el primer paso es despertar el sentido crítico de la audiencia para que no se crea todo lo que le ponen delante. Es como si le hubieses dado una metralleta a un chimpancé. Una imagen carga muchísimo, más que mil palabras, condensa siglos y siglos de cultura y de civilización.
P. Y fuera de la agencia, ¿qué proyectos tiene?
R. Hice una exposición muy grande en Arles sobre un proyecto de migración que se llama Journey to the center. He empezado ya a calentar para cuando deje de ser presidenta, que será en junio, para poder recuperar mi ritmo de creación. Estoy empezando una investigación sobre gigantes, sobre lo desmesurado y cómo puedo utilizar esa imagen para explicar diferentes aspectos de la sociedad en la que vivimos. No te cuento más que si no se gafa.
P. ¿Tienen los artistas una responsabilidad política?
R. Creo en la libertad individual. Sobre todo con los artistas, no está nada escrito. Nadie me podría decir ahora mismo qué es ser artista y qué no es ser artista, lo que es el arte y lo que no. Yo no lo llamaría responsabilidad, lo llamaría posibilidad.
“Los límites del fotoperiodismo son los del sentido común. Si eres mala persona, vas a ser mal fotoperiodista”
P. Usted es bastante activa en redes sociales, ¿qué papel juegan en su trabajo?
R. Pues cada vez menos. Soy activa pero en mi pasividad. Ahora me cansa y me distrae muchísimo. De hecho, he bajado mi presencia en ellas. Soy consciente de que juegan un papel importante porque es un escenario al que acude la gente, hordas de personas a mirar qué es lo que estás haciendo y qué comes y cómo es tu gato. Es una plataforma como cualquier otra, igual que ir a una feria o hacer una exposición. Si pudiese me las quitaría.
P. Y la Inteligencia Artificial, ¿la siente amenaza o cómplice?
R. Pues como cómplice desde luego no. No he visto nada en Inteligencia Artificial que no hubiese podido imaginar cualquier persona. Parece que todos tenemos las mismas fantasías de ser globos en el desierto y animales gigantes. No me parece nada interesante. Para mí el problema que encuentro con la I. A., y en ese sentido sí que es una amenaza, es que el aspecto creativo se ve anulado. Todo el mundo va a hacer todo bien a la primera y eso sí que me parece muy peligroso, porque en mi experiencia intento equivocarme un máximo de veces. Voy persiguiendo el error.
P. ¿Dónde reside el valor de la imagen para emocionar y comunicar?
R. Es muy fácil emocionar con algo que tú estás experimentando, es decir, no tienes que hacer un esfuerzo intelectual. Con la lectura, por ejemplo, tienes que aprender a leer, a escribir… es un proceso. Con la fotografía es muy fácil porque no hay que traducir nada. Es lo mismo que han visto los ojos de otra persona. Para mí, personalmente, la imagen no es lo que más me emociona, sí que me parece muy interesante para comunicar, no así en cambio la música.
P. Usted abandonó el fotoperiodismo por el arte, ¿por qué?
R. Estuve 10 años trabajando en prensa local y llegó un momento en el que me di cuenta de que más allá de estar presente en los lugares y tomar un registro, que es en lo que consiste fotografiar, también quería añadir mi opinión. Decidí también tomarme un año sabático, empezar a ver qué pasaba, si incluía mi opinión en los trabajos que hacía. Así es como empecé Afronautas, luego hice muchos más proyectos que en cierto modo dialogan muy directamente con la manera tradicional de hacer reportaje. La semilla siempre fue querer dar mi opinión, que es algo que a las mujeres muchas veces no nos dejan.
P. ¿Cuáles son los límites del fotoperiodismo? Estoy pensando en la famosa foto del buitre esperando a la muerte de un niño, que le dio el premio Pulizter a Kevin Carter...
R. Es un debate enorme que no voy a poder responder. Creo que los límites del fotoperiodismo, primero y antes de todo, son los límites del sentido común. Si eres una mala persona, vas a ser un mal fotoperiodista.
P. ¿Qué tres fotógrafos jóvenes no deberíamos perdernos?
R. Hannah Reyes Morales, Fabiola Ferrero, Tania Franco Klein.