Grada Kilomba, la artista negra que cuenta historias blancas como estrategia antirracista
- La artista trae al Museo Reina Sofía una reflexión sobre la narrativa negra como un relato de identidad y pertenencia inspirado en la mitología.
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“Cuando ellos hablan es universal, cuando nosotros hablamos es específico. Cuando ellos hablan es neutral, cuando lo hacemos nosotros es personal. Cuando ellos hablan es racional, si lo hacemos nosotros, emocional. Ellos tienen hechos, nosotros opiniones. Ellos tienen conocimientos, nosotros experiencias. En este mundo soy vista como un cuerpo que no puede producir conocimiento, como un cuerpo fuera de lugar. Sé que mientras escribo cada palabra va a ser examinada, y quizá incluso invalidada. Entonces, ¿por qué escribo? Tengo que hacerlo. Estoy engarzada en una historia de silencios impuestos, voces torturadas, lenguajes disruptivos, idiomas forzados, discursos interrumpidos”.
Grada Kilomba (Lisboa, 1968) es una contadora de historias, nos seduce con su voz suave de venus negra. Lo hace siguiendo la estela de los griots, una tradición que conecta la narración oral de las culturas africanas con el acto cotidiano de contar historias. Ellos representan la memoria y la resistencia. Hay un griot en cada aldea y en cada familia de África Occidental y ahora, también, en los museos más importantes de arte del mundo.
Las palabras entrecomilladas que introducen este texto pertenecen a The Desire Project (2016), una videoinstalación de texto a tres canales que describe los pensamientos de Kilomba mientras escribe, camina y habla, y que podemos ver en esta exposición, la más completa hasta la fecha en España de la artista: una constelación de teoría poscolonial, psicoanálisis, estudios de género, trauma, memoria, feminismo negro y narrativa poética.
Entre lo académico y lo artístico –tiene un doctorado en Filosofía por la Freie Universität de Berlín y el año pasado recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad de ISPA, Lisboa, además de la Cátedra Angela Davis en la Universidad Goethe de Fráncfort–, Kilomba realizó estudios de raza, género y poscolonialismo, para luego extender su obra al campo de la performance, la lectura escenificada y la videoinstalación, además de haber sido una de las comisarias de la última Bienal de São Paulo, compartiendo equipo con Manuel Borja-Villel.
Sus raíces genealógicas atraviesan el Atlántico hasta llegar a Angola, Santo Tomé y Príncipe, mientras que las académicas se hunden en la psicología y el psicoanálisis. Su escritura y su relato se convierten en un acto político de visibilidad negra, pero también en un incómodo escenario para el colchón blando e inmaculado de la mirada blanca.
Su obra, descrita como minimalista poscolonial, desactiva las narrativas hegemónicas mediante el cuestionamiento de los regímenes coloniales del saber, el análisis del racismo cotidiano y sus efectos traumáticos en la configuración de la subjetividad negra, mientras crea bellas imágenes acompañadas por una música y un diseño sonoro exquisitos. Todo su trabajo podría resumirse en tres cuestiones: ¿qué historias son contadas?, ¿cómo son contadas? y ¿por quién?
La primera parte de la exposición está iluminada tenuemente, vestida con grandes cortinajes negros –también por el suelo como si fueran los restos de un naufragio– que inducen al luto y a cierto recogimiento por el desastre. ¿Qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?, el subtítulo de esta muestra nos remite a ese naufragio, el de las pateras, los esclavos o la guerra misma, pero el recorrido museográfico deriva hacia la luz, la de los neones luminosos que alzan la voz con nuevos lemas: “Una tristeza, una revolución” o “Una vida, un cuerpo” (Sounds of Water, 2023).
Además de la excelente videoinstalación A World of Illusions (2017-2019), un tríptico videográfico que reescribe en tres actos mitologías griegas. Kilomba aparece en una pantalla de plasma vertical mientras cuenta las historias, al tiempo que actores negros dramatizan y reimaginan lo narrado. Cada una de ellas dura una media de cincuenta minutos, así que vayan con tiempo.
En la primera, Illusions Vol. I, Narcissus and Echo (2017), Narciso representa a la sociedad blanca enamorada de sí misma y de su imagen, incapaz de amar la otredad, un mundo narcisista como un cubo blanco que alude a una falsa neutralidad y que cuestiona los códigos del arte contemporáneo. Illusions Vol. II, Oedipus (2018) nos habla de las políticas de violencia y genocidio y de cómo las víctimas consiguen romper sus ataduras. Illusions, Vol. III Antigone (2019) cierra el relato con la metáfora de los marginados que reclaman sus derechos de memoria y dignidad además de cuestionar la moralidad de nuestros arquetipos. La pregunta que nos hacemos como espectadores al ver esta exposición no es si somos o no racistas, es cómo podemos dejar de serlo.