'Pinacoteca migrante', de Sandra Gamarra en el Pabellón de España en la Bienal de Venecia. Foto: Oak Taylor-Smith

'Pinacoteca migrante', de Sandra Gamarra en el Pabellón de España en la Bienal de Venecia. Foto: Oak Taylor-Smith

Arte Lo mejor de 2024

Las guerras de ayer y de hoy. Un repaso a lo sucedido en 2024 en el arte

Elena Vozmediano
Publicada
Actualizada

La descolonización en los museos ha centrado este año, a nivel matraca, buena parte del debate teórico y mediático, aunque con escasos efectos. El Ministerio de Cultura, que la sitúa entre sus líneas estratégicas, creó en julio dos comités asesores para ayudar a los dos museos estatales en los que tiene más presencia la apropiación colonial, el Nacional de Antropología y el de América, a reconsiderar sus narrativas. Dos de los integrantes de esos comités fueron comisarios de la exposición La memoria colonial en las colecciones Thyssen-Bornemisza, que es una de esas pocas acciones –el pabellón de España en la Bienal de Venecia, con la Pinacoteca migrante de Sandra Gamarra, sería otra de ellas– que han ido más allá de las grandes declaraciones de intenciones.

Pepe Serra acaba de anunciar que pondrá “patas arriba” el MNAC cuando aborde la reordenación de sus salas tras la ampliación en marcha, aplicando una revisión “de género y de raza, pero también burguesa”, y Manuel Borja-Villel le espolea, desde su cargo de asesor museístico de la Generalitat, abogando por “descolonizar la descolonización” y por incluir en los patronatos a representantes de “las comunidades filipinas, rifeñas, romaníes, latinas o afroqueer”, cosa que él no hizo en los museos que dirigió.

Más trabajo real se ha ido haciendo en materia de localización y restitución de bienes incautados durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, y, muy poco a poco, se van viendo resultados. El Ministerio de Cultura publicó online en junio un amplio inventario y diferentes organismos y administraciones que están en la tarea. El Instituto Catalán de Investigación en Patrimonio (ICRPC) difundió hace unas semanas un recuento provisional de obras incautadas en nada menos que 75 museos de allí, y el MNAC prepara para el próximo año una muestra sobre sus fondos provenientes del SDPAN.

Respecto a las guerras de hoy, Greenpeace escaló la fachada del Museo Reina Sofía para colocar una pancarta foránea, del cartelista de Obama, contra el genocidio en Gaza. Poco después, allí mismo, un grupo de activistas en línea con el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) contra Israel se plantaron delante del Guernica. El museo se sumó a la reprobación con un programa de encuentros, “Desde el río hasta el mar”, al que tuvo que cambiar el nombre por las presiones israelíes y de las comunidades judías. Mientras tanto, sigue adelante en Madrid, con el apoyo de Isabel Díaz Ayuso, el proyecto de Museo Hispano Judío de la muy sionista fundación alentada por David Hatchwell, sin oposición alguna.

En su primer año como ministro de Cultura pero muy ocupado con las cosas de Sumar, Ernest Urtasun no ha acabado de entrar en las Bellas Artes. Una de sus grandes apuestas es el aún embrionario Plan de Derechos Culturales, para el que creó una dirección general, y en la correspondiente al patrimonio cesó a Isaac Sastre para nombrar a Ángeles Albert, la hasta entonces directora de gabinete del Secretario de Estado, Jordi Martí.

Se ha conmemorado este año el centenario de Eduardo Chillida, que no ha sido tan lucido como habría cabido esperar, sobre todo porque ha faltado una gran retrospectiva en alguno de nuestros museos de cabecera, aunque fuera reseñable –y así lo reconocen nuestras votaciones– la organizada en el Museo de San Telmo, Una conversación: Chillida y las artes. 1950-1970.

También se han cumplido cien años del nacimiento de Fernando Zóbel, que tuvo ya antes su muestra–homenaje en el Museo del Prado y de quien este año se ha recordado no tanto su trayectoria artística como su gran legado: El pequeño museo más bello del mundo, el de arte abstracto de Cuenca, al que la Fundación Juan March ha dedicado una exposición. Una de las artistas abstractas que encontraron cobijo en ese museo fue Juana Francés, también de centenario, con su reflejo más vistoso en la itinerante organizada por el IVAM.

El evento más discutido y más publicitado ha sido la Manifesta en Barcelona. Una apuesta antes económica que cultural de la que se ha destacado el acierto en la elección de las ubicaciones –con las Tres Chimeneas como faro– por encima de las olvidables propuestas artísticas. Allí, en la Ciudad Condal, ha abierto museo la colección Casacuberta Marsans, en el Hospital Sant Sever, y se prepara un buen negocio de Carmen Thyssen, que llevará de la mano de una empresa su colección catalana al Cine Comedia.

Otro coleccionista, Pérez Simón, ha presentado en Madrid una primera entrega de lo que será su museo en la Serrería Belga; y en otro edificio público, en Almería, ha montado la Fundación Ibáñez Cosentino su Museo del Realismo Español Contemporáneo. Abrió La Casa de la Arquitectura en Nuevos Ministerios, en las arquerías que iban a ser sede de la Fundación Enaire, y el Museo Diocesano de León, con inversión pública para uso privado. Y reabrió el MAS de Santander, tras largos años de remodelación por un incendio.

Cerró el Museo Sorolla de Madrid para su ampliación, con traslado parcial y reiterativo de sus fondos –pues se le hizo exposición hace nada en el Palacio Real– para rematar el centenario del artista a la Galería de Colecciones Reales, que ha cambiado de director: lo será Víctor Cageao, procedente como sus predecesores, José Luis Diez y Leticia Ruiz, del Prado, nominado aquí por Arte y transformaciones sociales.

Los palacios de Velázquez –tras la espléndida muestra de James Lee Byars, en el primer puesto de nuestras votaciones– y de Cristal en el Retiro también están cerrados por obras, y veremos cuánto afecta eso a las cifras de visitantes del Reina Sofía , que cierra el año con la ambiciosa exposición En el aire conmovido..., muy bien valorada, al igual que la que dedicó a Eva Lootz.

Hemos ponderado además las de Jordi Colomer y Mari Chordá (MACBA) y de Jeff Wall (La Virreina). Terminó, por fin, el reinado de Fernando Francés en el CAC Málaga, que debe recomponerse, y el de Juan Ignacio Vidarte en el Guggenheim Bilbao –que ha triunfado con Hilma af Klimt, en nuestro segundo puesto, y con June Crespo–, sucedido por la hija de Xabier Arzalluz para mejor control político del museo.

Ha habido otros movimientos en las direcciones de los de arte contemporáneo: Nuria Enguita, bajo presión de Vox, dimitió por un asunto muy tonto de donación de terrenos a la fundación de Vicente Todolí; Sergio Rubira ha recalado en el TEA de Tenerife, David Barro en Es Baluard de Palma de Mallorca, Gabriel Pérez-Barreiro en el Museo de la Universidad de Navarra y Tania Pardo ha heredado de Manuel Segade el CA2M de Móstoles.

Ha dicho adiós la galería Marlborough, para pena de pocos, y Juana de Aizpuru, que hizo lo propio el año pasado, ha donado un buen número de obras al Museo Reina Sofía. En este capítulo de donaciones el mejor servido este año es el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que ha recibido la colección contemporánea de la empresa Bergé y la del galerista Roberto Sáenz de Gorbea, además de un gran conjunto artístico y documental del pintor Antonio de Guezala.

Aplausos para ellos y para los ganadores de los más importantes premios en este 2024: Francesc Torres, el Premio Velázquez; Pedro G. Romero, el Nacional de Artes Plásticas; Jorge Ribalta, el Nacional de Fotografía; e Ibon Aranberri, el de la Fundación MACBA, que es nuevo y tiene de dotación una pasta. Pero no tanta como ha pagado el Banco de España por el retrato fotográfico de los reyes que ha hecho Annie Leibowitz. Una regia paletada.