Luisa Roldán, la primera escultora de la corte y el mejor escultor del barroco
- Es la primera vez que el Museo de Escultura había dedicado una exposición individual a una mujer. Pionera en todo, esta artista se atrevió incluso a representar la risa, algo transgresor y prohibido.
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Han tenido que pasar tres siglos para que, por fin, se valore su arte como corresponde. El Museo Nacional de Escultura acaba de inaugurar la primera exposición monográfica dedicada a una mujer, y es la suya. En ella se pueden ver –entre otras cosas– sus “alhajas de escultura”, como ella las llamaba, delicadas terracotas policromadas creadas para el ámbito doméstico trabajadas con exquisitez, llenas de expresividad y movimiento.
También se exhiben algunos de los trabajos de su padre Pedro Roldán, en cuyo taller aprendió las técnicas y la anatomía humana, a pesar de que, por ser mujer, no le estaba permitida la entrada en la Academia de Bellas Artes, y de que la escultura no era un terreno femenino por su especial exigencia física. Encontramos obra de otros importantes artistas como Valdés Leal, Lucas Jordán, Pedro de Mena o Nicolás de Bussy.
Todos se dedicaban a la escultura policromada en madera o terracota, pero solo ella llegó a ser escultora de cámara, una posición que obtuvo bajo el reinado de Carlos II y que mantuvo con la llegada de los Borbones a la monarquía española con Felipe V. Consiguió, además, que la nombraran Académica de Mérito de Roma, un hito prodigioso que no había logrado ningún artista hispano hasta el momento. Le concedieron dicha distinción después de valorar las dos terracotas que envió para optar al reconocimiento, aunque ella nunca llegó a saberlo, pues falleció tan solo unos días antes de que se lo comunicaran.
Luisa Roldán, también llamada la Roldana, nace en Sevilla en 1652, en una importante familia de escultores y policromadores. Destaca sobre sus homólogos barrocos por el uso, por primera vez en la historia escultórica de nuestro país, de la risa en sus rostros, emoción transgresora y prohibida por la gravedad de las escenas representadas. Además, dotaba a sus figuras de personalidad, a través de rasgos individualizados que transmitían emociones en escenas irreverentes y simpáticas.
La Roldana trabajó con “talento, viveza e inteligencia”, como afirmó Palomino de Castro en su Vida de pintores de 1742, libro escrito a la manera de las biografías de Vasari, y tuvo la intuición de saber adoptar el gusto napolitano para encontrar el respaldo de la corte.
Destaca sobre sus homólogos barrocos por el uso de la risa; emoción transgresora y prohibida
Esta exposición titulada Luisa Roldán. Escultora real se presenta como una deuda histórica desde la fundación del Museo Nacional de Escultura en 1933. Ausente de su colección y de reconocimiento histórico, y ausente también de los planes de estudio de las facultades de Historia del Arte, la escultora más célebre de su época ha ido entrando en sus depósitos a través de la compra paulatina de importantes piezas como la Virgen de la Leche (1689-1706), la Cabalgata de los Reyes Magos (1686-1688) –la primera adquisición que de la escultora realizó Patrimonio Nacional, en 2017, un conjunto de diecinueve piezas de un belén hispano por el, hoy irrisorio, precio de 150.000 euros– o, recientemente, el Tránsito de la Magdalena (1689-1696), la apabullante alhaja creada para ser vista también por detrás, que cierra la exposición.
Hoy son cinco las piezas de la Roldana en la colección del museo y está en proceso de adquisición algunas más. No se prevé que aparezcan nuevas piezas ya que, o pertenecen a conventos o monasterios, es decir, fuera del mercado del arte, o no se puede comprobar fehacientemente su autenticidad. Con Luisa Roldán se completa el dream team de la escultura barroca junto con Alonso de Berruguete, Juan de Juni y Gregorio Fernández.
Esta exposición, además de reunir excelentes piezas, también contribuye a derribar mitos sobre la artista. El primero, quizá el más novelesco, es que la Roldana copió su propio rostro y el de su marido en sus figuras. Se dice que en el San Miguel luchando contra el demonio (1692) realizado para El Escorial –actualmente restaurado y en exhibición en Las Galerías de las Colecciones Reales– Luis Antonio de los Arcos, su marido, había servido de inspiración para el rostro del demonio como venganza por el maltrato que este supuestamente le infería. La realidad es que no hay ninguna documentación al respecto y que quizá se inventara este bulo en el siglo XIX para mitificar su historia.
Tampoco parece ser del todo cierto que viviera en una situación de precariedad económica extrema a pesar de que fue ella misma quien firmó una declaración de pobreza antes de morir, puede que para que su familia no cargara con los gastos del funeral y los asumiera su gremio en su nombre. Es cierto que su nombramiento como escultora de cámara era “sin honorarios” y que los problemas para cobrar los trabajos eran continuos, llegando incluso a esperar hasta tres años.
También se cuestiona su mala relación con su padre. Es sabido que se opuso a su matrimonio, como al de sus hermanas María Josefa y Francisca, que, a su vez, se dedicaron a las artes escultórica y pictórica, respectivamente, y quienes también se casaron con oficiales del taller de su padre. Quizá su oposición fue debida a cuestiones económicas que de antipatía, pues tenía la obligación de pagar sendas dotes mientras se quedaba sin mano de obra de calidad en el taller y le surgía nueva competencia.
El recorrido de la exposición comienza mostrando una tesis doctoral sobre la escultora nunca publicada, la que escribió con dieciséis años Elena Amat Calderón en 1927 y que ahora verá la luz un siglo después, y continúa cronológica y geográficamente. Primero con obras de su trabajo en el taller de su padre, luego su etapa sevillana, la de Cádiz, para posteriormente mudarse a Madrid con el objetivo de aumentar su volumen de trabajo y estar al servicio del Rey, donde fallecería el 10 de enero de 1706.
El talento de la Roldana radica en generar un producto propio, distinguible de otros autores, que se adaptaba a las necesidades del momento. Su éxito fue tal que se dice que fue a la escultura lo que Murillo a la pintura, siendo la influencia del pintor notable en sus composiciones. Si visitan la exposición no deben perderse el impresionante belén hispano, la Cabalgata de los Reyes, de madera de cedro policromada que debía estar compuesto por unas cien figuras, algunas de ellas con incrustaciones de cristales tallados y en el que hay un cuarto rey mago.
Observen en sus espaldas el trabajo de las telas pintadas en finísima policromía dorada. La exposición se ha pensado en un modo 360º para poder rodear las esculturas y admirar todos sus detalles. Otra curiosidad es un papel que apareció en el interior de una cabeza, manuscrito, que confirma la autoría y la finalización de la obra en 1684.
Terminamos el recorrido con dos piezas sensacionales. Una, la Virgen de Valvanera (1689-1706), en la que alguien falsificó la propia firma de la artista para revalorizarla, y la Virgen con el Niño y San Juan Bautista (1689-1706). Ambas con sendos espejos en sus bases para apreciar su proceso de creación mediante la unión de fragmentos, y su restauración reciente.
Celebramos el trabajo del Museo Nacional de Escultura recuperando la dignidad de quien fuera “el mejor escultor del Barroco”, según honores recibidos, poniendo los medios para su investigación y restauración, y reescribiendo la historia del arte como ha sucedido.