Los Bravú, 'Selfie en el palazzo', 2023. Foto: Juan Peiró

Los Bravú, 'Selfie en el palazzo', 2023. Foto: Juan Peiró

Arte

Lenguaje, tiempo y memoria. El espejo de lo doméstico reflejado en la colección Kells

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El coleccionismo privado constituye todavía en España uno de los eslabones sueltos en el maltrecho engranaje del arte, siendo el coleccionismo institucional el que aún sigue tirando de la cadena. Aun cuando en las últimas décadas las compras privadas parecen animadas, hablaríamos de un coleccionismo, el nuestro –frente al de otros países de nuestro entorno,– poco robusto. Así son las cosas.

Babel. Materia y Lenguaje. Colección Kells

Centre del Carme de Cultura Contemporània. Valencia. Comisario: Juan Bautista Peiró. Hasta el 2 de marzo

En los últimos años, sin embargo, son numerosas las colecciones privadas que salen a luz a través de fundaciones o dándose a conocer en exposiciones como la que nos ocupa. Es, en ese darse, poco común, cuando estas colecciones muestran algo que excede el simple hecho de adquirir y acumular. Hacer público lo privado, más allá de la legitimación que se pueda plantear, respecto a un gusto, unas tendencias o unos artistas, no deja de ser un acto generoso que debe ser reconocido.

La colección Kells fundamenta su razón de ser en la curiosidad que muestran sus titulares, Juan Manuel Elizalde y Choli Fuentes, por el arte joven. Es por tanto una colección que acierta en particularizar un interés y una pasión, la de coleccionar, que va más allá de un muestrario o una ordinaria compilación de nombres señalados, como suele ser común en otras colecciones, y con el que se reconoce un compromiso con el presente.

Con ese anclaje, bajo el título Babel. Materia y lenguaje, esta exposición hace repaso de alguna de las cuestiones e intereses que han estado detrás de la producción artística de las últimas décadas. El comisario, Juan Bautista Peiró, de 500 obras, ha extraído una cincuentena de trabajos en pintura, obra sobre papel y escultura, y entre las que, curiosamente, no hay ninguna obra videográfica.

Aunque el inicio de esta colección se sitúa en el arte de los años cincuenta del siglo XX, periodo del que la exposición recoge la presencia testimonial de un papel de Esteban Vicente y un pequeño lienzo de Hernando Viñes, el grueso de lo que aquí se muestra refleja de manera ostensible el interés de los coleccionistas por el arte más joven. A partir de la metáfora de la torre de Babel, el comisario acude a uno de los fundamentos de esta pareja de coleccionistas cántabros como es el lenguaje y la comunicación. Sobre el leitmotiv de Babel, giran unas obras que encuentran su acomodo en cuatro bloques: construcción, color, materia y lenguaje, a partir de los que se establecen sentidos y relaciones diversas.

Ana Barriga: 'Diablo', 2021. Foto:  Juan Peiró

Ana Barriga: 'Diablo', 2021. Foto: Juan Peiró

Por tanto, desde la complejidad de entendimiento que plantea una torre de Babel, encontramos en esta exposición multiplicidad de lenguajes y asuntos que no serían sino indicativos de la polisemia con la que habla el arte. En una primera sala, con la cuestión de la materia en el punto de mira, se dan cita obras como Sin título (2018) de N. Dash y Procesador (2018) de Nuria Fuster, junto a una sutil Cadenas (2019) de Nora Aurrekoetxea y una característica obra brutalista de June Crespo de mediano formato.

La sala segunda, destinada a abordar asuntos varios sobre “la construcción”, se anima con interesantes obras como un hormigón doblado de Sergio Prego, una sorprendente escultura de David Bestué, del lado del no menos atractivo grupo escultórico de la serie Brutalismo de Marlon De Azambuja, en la que la literalidad de lo constructivo se asienta en la libre combinación y uso de los materiales. Es de atención constante un llamativo lienzo de Alex Marco que mira de frente a uno de los conocidos “bajorrelieves” de Manu Muniategiandikoetxea, vecino de Miquel Mont, con los que se pone el contrapunto de la pintura por la vía del bricolaje. Y en ese cruce de caminos se deja ver el siempre esmerado Juan Uslé con dos pequeñas joyitas.

Desde la complejidad de entendimiento que plantea una torre de Babel, encontramos multiplicidad de lenguajes y asuntos

La sala tercera, con materiales varios en lienzos y esculturas, se muestra subida de tono cuando asoma una pintura que se conjura para hablar de algo más que de ella misma. Así cabe entender la variopinta conjunción de los espléndidos lienzos de Victoria Civera, Ángela de la Cruz y Federico Miró, frente a uno de los cuadros colgadura de Gema Polanco, no lejos de Esteban Vicente y Hernando Viñes. Un ver detenido, al que se suma, por otro lado, la rocosa escultura de un Guillermo Ros robusto, de la que hay que apartarse para no caer en la tentación de tocar, mientras Guillermo Mora presenta uno de sus clásicos hatillos de pintura, junto a las estridentes figuraciones de Ana Barriga.

Finalmente, en la última sala sobresale en lugar destacado luce con la irreverente instalación Pintar con la Cabeza (2022), al que acompañan conocidos nombres como Pistoletto, Eva Lootz con obras testimoniales que acompañan sin pena ni gloria. En definitiva, una interesante colección de estar por casa, lejos de formatos que epatan y que, desde esa modestia de la dimensión doméstica, da gusto ver.