Image: Frank Gehry

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Arquitectura

Frank Gehry

"Si Le Corbusier no perdió su capacidad de experimentación, ¿por qué voy a perderla yo?"

24 octubre, 2001 02:00

Frank Gehry en el Guggenheim Bilbao. Foto: Mitxi

El próximo 30 de octubre el Guggenheim de Bilbao rinde homenaje a su arquitecto. Frank Gehry llega a la pinacoteca bilbaína con los cuarenta proyectos más destacados de su larga y laureada trayectoria profesional. El Cultural ha podido hablar con el arquitecto en su estudio de Los Ángeles, de sus preocupaciones, sus colaboradores, sus pasiones, la fama y, por supuesto, del Guggenheim.

Frank Gehry, arquitecto, se inaugura el 30 de octubre en las salas de la segunda planta del Museo Guggenheim Bilbao. La exposición ofrece un recorrido exhaustivo de la trayectoria creativa del arquitecto, dando una visión general de sus proyectos mas importantes, poniendo en relieve la evolución de su particular lenguaje arquitectónico. Destacan en su trayectoria la primera remodelación de su propia casa de Santa Mónica, California (1977-78), la fábrica de Muebles Vitra Internacional y el Vitra Design Museum en Alemania (1987-89), y el Auditorio Walt Disney en Los ángeles (1987-hasta hoy).

A partir de la construcción de la monumental Escultura Pez de la Villa Olímpica de Barcelona (1989-92) comenzó a emplear el CATIA, aplicación informática desarrollada por la industria aeroespacial francesa, que le permite trasladar y geometrizar su arquitectura para una posterior industrialización y puesta en obra. Su lenguaje, cada vez más orgánico y escultórico, vuelve a surgir en la evolución de su obra en el Edificio DG de Berlín (1995-2001), y se manifiesta pleno en los proyectos que actualmente lleva a cabo en Chicago (el Parque y Pabellón de Música del Milenio) y en Álava (el Hotel en la bodega Marqués de Riscal, en Elciego). La exposición desarrolla el proyecto de Bilbao en sus distintas fases hasta su forma construida y exhibe igualmente la labor experimental y de diseño a pequeña escala, con soluciones constructivas, muebles y objetos.

A pesar de su apretada agenda, de sus múltiples viajes por todo el mundo, conseguimos hablar con Frank Gehry en uno de los pocos días que recala en su estudio de Los Ángeles, entre reunión y reunión, logramos mantener una breve conversación con el arquitecto.

-¿Cómo definiría el entorno cultural que ha conquistado su arquitectura? ¿Ha conseguido imponer su marco teórico o una universalización de su lenguaje? ¿Qué mensaje desea que trascienda con su arquitectura?

Lógicamente, para el Guggenheim de Bilbao tuve muy en cuenta la situación del País Vasco. Me importa mucho la gente"

-Cuando me reclaman para un proyecto en cualquier ciudad del mundo, hay que tener en cuenta que es un trabajo que, a diferencia de otras artes, lleva muchos años de desarrollo, así que lógicamente va transformándose, sin perder el espíritu inicial, a lo largo del tiempo, adaptándose a las circunstancias y al entorno. La idea inicial sobre la que trabajo siempre responde a la situación actual del país o de la ciudad en la que se construirá el proyecto. Lógicamente, para el Guggenheim de Bilbao tuve muy en cuenta la situación del País Vasco. Pero, sin duda, lo principal es que trato de ser respetuoso con los vecinos, ser un buen vecino y no plantar en medio del paisaje un edificio que reste armonía al conjunto, y, sobre todo, intento que el nuevo edificio tenga mucho que ver con la arquitectura circundante, al menos con la sensación que esa arquitectura me trasmite. Me importa mucho la gente, los vecinos, la población que tendrá que ver eso todos los días. Es una premisa que he tenido en cuenta no sólo en Bilbao, sino también en Berlín o en Los Ángeles, por poner ejemplos. El mensaje que trato de transmitir no es un mensaje común para todos mis proyectos. Cada proyecto exige un diseño particular y una forma muy personal de entenderlo.

-La materialidad de su arquitectura muestra unas características muy particulares. ¿Mantiene aún el deseo de involucrar al espectador en la construcción del objeto arquitectónico?
-No veo mi arquitectura como una discontinuidad de elementos, sino como un todo. Es cierto que está formada principalmente por pequeñas piezas que el espectador debe encajar, pero estas piezas responden a una visión de conjunto, y como tal hay que verlo.

Todo en la obra de Gehry tiene una lógica soberbia, un ritmo voluptuoso. El artificio sufre rítmicamente con unidad, sujeto a las pasiones visuales. El nuevo mercado arquitectónico importa realidades distintas a la ciudad donde se construye. Por ello, el conocimiento de su obra necesita de libertad de contemplación, idealizar y transportar, fuera de la esfera de la estética concreta, la memoria directa y pura de lo que los ojos han visto. Desde la antropología hasta el consumismo, la profunda arquitectura de Gehry afronta muchos temas de una cultura rota y democrática, populista, radical y vitalista.

La experimentación

-¿Cree que el arquitecto cuya obra es reconocida y valorada internacionalmente pierde capacidad de experimentación?
-No lo creo en absoluto. Además, quién sabe si lo que hago ahora será válido dentro de veinte o treinta años, nunca pienso en ello, nunca pienso en los riesgos y en la experimentación, simplemente diseño lo que creo que es válido para el proyecto en cuestión, lo que mi mente prefigura. Llevo haciéndolo toda mi vida, y mi vida la dedico a la arquitectura. Hago las cosas que imagino, nada más, y lo continuaré haciendo. Si Le Corbusier no perdió su capacidad de experimentación, ¿por qué voy a perderla yo?

Nunca pienso en los riesgos. Hago las cosas que imagino, nada más, y lo continuaré haciendo"

Plena de interés y de actualidad, Gehry luchará contra la caducidad de su obra, superponiéndose a todos los factores que tangencialmente incidirán en la arquitectura, transplantándonos un recuerdo con absoluta naturalidad del paisaje que, desde Las Vegas hasta el organicismo, ha trazado en la reciente cultura contemporánea.

Un estudio de confianza

-Siempre viajando, ¿cómo logra que todo encaje cuando lleva a cabo un proyecto importante?
-Tengo a 130 empleados en mi firma, y cinco socios muy preparados y cualificados, en los que confío plenamente cuando yo estoy ausente para llevar adelante los proyectos. Tienen toda mi confianza Edward Share, Jim Glimpse, Randy Jefferson, Terry Bill...

-El proyecto para el Nuevo Museo Guggenheim de Nueva York recuerda formalmente a su obra en Bilbao con una trasposición de escala realmente espectacular. La exposición de las maquetas en Nueva York delataba la similitud formal y la diferencia dimensional de ambos proyectos. ¿Es una imposición corporativa o una demanda social? ¿Es la contraposición contextual y escalar de su arquitectura el medio de alcanzar la monumentalidad?
-La escala que presentamos en su momento fue algo que hicimos en una semana, porque esas fueron las circunstancias. Ni siquiera pudimos pensar en el proyecto con la dedicación necesaria. Fue algo rápido, para salir del apuro. Es una maqueta que ni siquiera tiene diseño. Si algún día se llega a construir ese museo, que lo dudo, entonces empezaremos desde el principio, con nuevas maquetas y algo totalmente distinto de lo que presentamos.

La arquitectura de Gehry es, ante todo, suceso, vínculo constructivo correspondiendo al cerco del mundo físico, experiencia estética de una modernidad próxima, y proposición concreta y propia formulada desde la resonancia de mundos determinados, reconstruidos y reciclados en la extraterritorialidad de un medio simbólico, abstracto, transformado. La belleza sensual y seductora de sus obras de conjuga la animación formal y el ritual de posesión que ejerce sobre el lugar que transforma, definiendo un nuevo escenario de representación de su realidad.

-El proyecto para el Museo Guggenheim Bilbao ha devorado incluso a su magnifico contenido. ¿No le parece paradójico que deba sobrealimentarse con la exposición de su obra, siendo la ciudad el mejor museo de su arquitectura?
-Eso es algo que no me importa en absoluto, ni tan siquiera me preocupa. Si la gente se fija más en el edificio que en las obras expuestas no es problema mío.

Mi intención no es la de hacer escultura. Yo soy un arquitecto. Pero no importa lo que se mire: la belleza está en el ojo"

Gehry, como todo soñador, siente el oficio de crear con los gestos que desearía poder hacer, siendo un concepto estético que dudo si realmente existe o está formado por su propia individualidad. La arquitectura de Frank Gehry se reconoce como estatua ajena, formada en sí misma de un modo puramente artístico, esculpido de materia ajena a su ser. Detrás de esa irrealidad, vive y siente para no perturbar las líneas artificiales de su personalidad, sin ceder para no destruirse.

La escultura-arquitectura

-El pluralismo y la expresión individual determina su trabajo. Su colaboración en los inicios de su carrera con artistas plásticos fue estrecha. ¿Con quién identifica su pensamiento en la escena artística y arquitectónica?
-La belleza está en el ojo, no importa qué se esté mirando, si un edificio o una escultura. Yo soy un arquitecto y no un escultor. Quizá, como ambas artes son tridimensionales, se perciben de igual manera. Pero desde luego mi intención no es la de hacer escultura. Entre los artistas, me interesan Robert Rauschenberg o Jasper Jons. Como arquitecto, admiro al italiano Francesco Borromini (1599-1667).

El pensamiento de Gehry no contiene raciocinios, contiene emociones, un pozo sin muros lleno de luz, líneas de cielo y brillos de sol. Es la energía de la materia, la dimensión que cualifica la arquitectura de Gehry, su atributo para inmovilizar el artefacto construido en el lugar. Las obras de Gehry manipulan distintas escalas desde lo visual, para ser percibido y significado, desde la ciudad al detalle constructivo, ofreciendo una casualidad espacial desde la realidad compleja. Tiempo detenido en un colapso de materia.

Frank Gehry (Toronto, 1947) es licenciado en Arquitectura por la Universidad del Sur de California, estudió planificación urbana en Harvard y abrió su primera oficina en 1962 en Los Ángeles. Es en los 70 cuando empieza el ascenso hacia la fama gracias, en parte, a sus atrevidas combinaciones de materiales industriales. Entre sus proyectos destacan su casa de Santa Mónica (1978), el Museo de Vitra (1989) y el Guggenheim de Bilbao (1997). Gehry tiene, entre otros, el premio Pritzker, la Medalla Nacional de las Artes y la Medalla de Oro del Instituto Americano de Arquitectos.