Arquitectura

El gas no es denso

Miralles & Tagliabue firma la nueva sede de Gas Natural en Barcelona

1 febrero, 2007 01:00

Imagen de la torre de Gas Natural

En la memoria del proyecto se explica la voluntad por parte del estudio de arquitectura Enric Miralles & Benedetta Tagliabue de realizar la nueva sede de Gas Natural en Barcelona como un edificio con una "voluntad muy clara de ser compatible con su entorno urbano", destacando la fragmentación del volumen para responder a las diferentes escalas y situaciones urbanas: la ciudad, el barrio de la Barceloneta, las viviendas próximas y un parque. El edificio se gestó en 1999 (un año antes de la muerte de Miralles) resultado de un primer premio en el concurso internacional convocado para su construcción.

Si bien es cierto que el edificio busca esa constante integración con lo que le rodea, se perfora para permitir los recorridos, establece espacios urbanos previos de pequeña escala y modifica su forma y altura para este fin, no menos cierto es que cuesta encontrar en él ese sentido tan "Miralles" en el manejo de los materiales y geometrías, ese sentido osado, emocionante y complejo que hemos visto en el cementerio de Igualada, los pabellones de tiro con arco de Vall de Hebrón, los polideportivos de Huesca o Alicante, o en el Parlamento de Escocia en Edimburgo, por citar algunas de sus obras más celebradas.

Introduce una planta de perspectiva abierta, en la que la torre de 86 metros establece una relación con otras torres de la ciudad que, a nivel peatonal, aparecen dibujadas en las fachadas; una pieza en ménsula establece un espacio urbano inferior, y otra pieza con un desarrollo lineal de ochenta metros delimita estos espacios. Y todo envuelto mediante un muro cortina de vidrio que proporciona la unidad a los volúmenes y que marca la diferencia respecto a otros proyectos del estudio, en los que cada cuerpo y fragmento tenían su materialidad propia. Dicha materialidad existía sin embargo en fases de desarrollo del proyecto, pues podemos encontrar maquetas en las que los volúmenes se tratan con diferentes materiales.

La densidad del pensamiento del arquitecto, que tan pronto convertía una fachada de simple ladrillo en una obra de arte o se recreaba en el modo de acotar un croissant, se disuelve en un edificio que ni en sus planos (tan elogiados siempre) ni en su construcción (tan sorprendente siempre) nos habla del mejor Miralles.

En su lugar podremos encontrar si visitamos el edificio de la Barceloneta unas relaciones que se asemejan más al mundo de Jean Nouvel, en la ruptura de los volúmenes por medio de los reflejos, opacidades y transparencias que los diferentes vidrios crean entre sí. El edificio desaparece entonces fundiéndose unas partes en otras, impidiendo los brillos del sol multiplicados en sus fachadas su visión hasta el punto de cegarnos, y confundiéndose lo real con lo virtual en un todo que se une con el cielo para, en ciertos momentos, hacerlo desaparecer.

Pero el gas no es denso, y nos empeñamos entonces en buscar a un Miralles que no se ve, en un edificio que en ciertos momentos, parece no existir.