El arquitecto posmodernista Ricardo Bofill ha muerto a los 82 años en Barcelona. Bofill estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, aunque fue expulsado por sus ideas políticas, y posteriormente amplió su formación en la Escuela de Arquitectura de Ginebra (Suiza).
Fue en 1963 cuando fundó el Taller de Arquitectura a las afueras de Barcelona con un equipo multidisciplinar formado no solo por arquitectos, sino también ingenieros, filósofos, sociólogos y otros profesionales y artistas como el crítico literario Salvador Clotas, el poeta José Agustín Goytisolo, la economista Julia Romea o la actriz Serena Vergano, con quien se casó y tuvo a su primer hijo, Ricardo Bofill.
La Historia ha estado siempre presente en su obra tanto en el continuo análisis e interpretación de la cultura y la arquitectura del pasado como en su interés por las nuevas tendencias, por su implicación en los movimientos sociales de su tiempo y la propuesta de respuestas alternativas a los problemas contemporáneos.
El taller internacional de arquitectura que lleva su nombre ha abordado proyectos en diversas áreas como la arquitectura, la planificación urbana y el diseño y ha dejado su impronta en distintas ciudades del mundo siempre con el objetivo de adaptarlos a las necesidades de cada lugar. Si por algo ha destacado el arquitecto ha sido por cuestionar el pensamiento dominante en arquitectura. Y de esa filosofía ha nacido una obra, que roza las mil obras en cuarenta países, muy variada en su expresión estilística, arraigada al lugar, con un fuerte componente de innovación y riesgo.
De hecho, desde su creación el taller ha vivido cambios teóricos y prácticos vinculados a las transformaciones políticas y sociales de las últimas décadas. En este sentido, Bofill deja una amplia producción arquitectónica, así como numerosos proyectos en curso. Entre sus trabajos destacan innovadores conjuntos de vivienda colectiva de sus primeros años, en los que recuperó los elementos artesanales característicos de la arquitectura catalana tradicional, como los conocidos Walden 7 (1974), en Sant Just Desvern, y la Muralla Roja, en Calpe, cuya construcción concluyó en 1973 tras una década de trabajo. La singularidad del edificio ha hecho que cineastas como Isabel Coixet lo hayan escogido como escenario de sus películas.
En la década de 1970 el Taller de Arquitectura empezó a recibir encargos para ciudades francesas, lo que le llevó a abrir una nueva sede en París. En esta etapa, Bofill introdujo elementos simbólicos directamente relacionados con la arquitectura monumental gala. La Petite Cathédrale y La Maison d’Abraxas son ejemplos de estos monumentos habitados.
La incansable actividad de Bofill le llevó a utilizar el hormigón prefabricado, lo que en los años 80 contribuyó a la afirmación de la validez de las formas clásicas y la geometría en la arquitectura contemporánea. Ya en los 90, introdujo el vidrio y el aluminio, lo que supuso el resultado de un proceso marcado por el estudio y la investigación de las formas y los materiales.
En 1991 el estudio firmó la ampliación del Aeropuerto de Barcelona (la actual Terminal 2) y en 2010 culminó la Terminal 1. Otros de sus proyectos más importantes son la sede corporativa de Shiseido Ginza, en Tokio, la de Cartier, en París, o el Teatro Nacional de Cataluña. Más actual es la Universidad Mohammed VI con sedes en Ben Guerir y Rabat.
En el terreno del diseño urbano el equipo de Bofill ha sido responsable de proyectos como la Place de l’Europe, en Luxemburgo, Nova Karlin, en Praga, la prolongación de la Castellana, en Madrid, la remodelación de Kobe, en Japón, la Central Artery en Boston o el Quartier Antigone, en Montpellier (Francia), un trabajo que ha durado más de 20 años. Tampoco nos podemos olvidar de los jardines del Tùria de Valencia, el Hotel Vela de Barcelona o el parque del Manzanares de Madrid.
Desde los primeros proyectos de estilo vernáculo hasta el clásico, que rompía con la arquitectura moderna, Bofill buscó un lugar para la comunidad en un mundo cambiante. Restableciendo el nexo entre la función y la forma, centró su trabajo en la armonía y la domesticidad, composiciones grandiosas e interiores íntimos. Así lo demuestra en proyectos icónicos en todo el mundo, proyectos que resisten el paso del tiempo y que conforman los paisajes urbanos de ciudades de Europa, Oriente Medio, Norte América y Asia.
Como nómada, una definición que él mismo reivindicaba, Ricardo Bofill viajó de cultura en cultura para satisfacer su ansia de espacios y de conocimiento, con el único propósito de descifrar el espíritu de cada lugar a través de su propia visión mediterránea.
La transversalidad que le caracterizaba pervive, según ha señalado su estudio a través de un breve comunicado, con los dos hijos del arquitecto, Ricardo y Pablo, al frente del Taller de Arquitectura desde hace unos años, con un equipo de 100 profesionales de 30 nacionalidades.
El equipo ha señalado que para despedir a Bofill se celebrará un acto los días 26 y 27 de enero en el que amigos, allegados y admiradores podrán acudir a la sede del estudio para homenajear al arquitecto.
El ministro de Cultura, Miquel Iceta, ha lamentado su muerte y ha hecho hincapié en que Bofill es "el arquitecto barcelonés más internacional". Además, ha añadido que “su obra le mantendrá siempre vivo en nuestro recuerdo".