Burr Studio, de los talleres para artistas en Carabanchel al diseño de la sala vip de ARCO
Son los autores de la Guest Lounge de la feria. Recorremos su propuesta y otros proyectos en los que han crecido transformando el interior: de naves industriales a bloques de viviendas.
8 marzo, 2024 02:29Al fondo de la oficina de Elena Fuertes, Ramón Martínez, Álvaro Molins y Jorge Sobejano, Burr, hay una puertecita. Franquea el paso a una nave industrial vacía, cubicada en pórticos azules de metal y linestras a modo de capiteles.
La soñaron como talleres, pero la falta de dinero la dejó a medio hacer, de manera que ese espacio –Gaviota, como la calle– ha devenido en galería ocasional y foro de artistas en Carabanchel. “Teníamos grandes planes”, dicen con tal naturalidad que, más que en términos de capitulación, cabe interpretarla como presagio optimista.
Lo que viene tiene algo de ese hangar en el limbo. Burr Studio se encarga del diseño de la Guest Lounge de ARCO. Han traducido el lema de la feria, La orilla, la marea, la corriente: un Caribe oceánico, en un ágora inclinada que evoca la playa durante la bajamar.
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Los muebles serán los pecios; el contorno, una secuencia de huecos que hará visible la pendiente: < 4 %, titularon la propuesta del concurso. No es difícil y, a la vez, divierte imaginar cómo ese desequilibrio regalará a los visitantes un desconcierto casi de parque de atracciones y hasta un halo de metafísica en un lugar tan poco dado a la introspección como una feria de arte contemporáneo.
Su superficie, unos 700 m2, y ese operar sobre el todo no dejan de ser anomalías en una trayectoria caracterizada, hasta ahora, por lo contrario: tratar el contenido y no el continente a partir de la inclusión de objetos que reverberan en el vacío.
Fuertes, Martínez, Molins y Sobejano salieron de la universidad entre 2013 y 2014, en plena explosión de ‘la burbuja del ladrillo’. “Lo único que podíamos hacer era probar”; la respuesta generalizada entre los jóvenes, sobre todo en Madrid, fue asociarse en colectivos.
El suyo, Taller de Casquería, nació en 2011. Hicieron juegos infantiles con tubos de cemento, botellas para retos virales y hasta una instalación ferial en la que un coche hacía de contrapeso de una ventana.
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El siguiente apocalipsis, la pandemia de 2020, trajo consigo un cambio de nombre y la profesionalización. Su alias anglófilo, Burr, significa rebaba: “Porción de materia sobrante que sobresale irregularmente en los bordes o en la superficie de un objeto cualquiera”, según la RAE. Sobras que en su trabajo son de materia, sí, pero también de espacio. Hay mucho potencial en lo que nadie quiere.
Con tres alturas y toldos verdes, los barrios que abrochan el sur de Madrid están plagados de talleres industriales en desuso, ambicionados por esos artistas y diseñadores que no pueden permitirse un alquiler de la almendra central. Burr empezó a recuperar estas naves con lo puesto. Literalmente.
El esfuerzo del diseño se concentraba en unos pocos elementos hechos a medida –túneles de acero, pimpantes cajas en amarillo o telones de plástico– y encajados entre sus cuatro paredes. La preexistencia apenas se tocaba. Si acaso, y dada la escasez de medios económicos, se neutralizaba con algún acabado obsoleto, como el enfoscado a la tirolesa de Blasón (2019), brusco, como el bloque de hormigón visto de Isabelita (2024), o provocativamente cutre, como el aislamiento proyectado en la cubierta de Pilarica (2019).
Pilarica, Blasón o Isabelita (o Eulalia Gil o CNM) son nombres de calles de Puerta del Ángel, Carabanchel o Usera. ¿Acaso no les preocupa llevar consigo esa gentrificación de la que van huyendo? “Al intervenir alteras inevitablemente el contexto, pero estas naves se resisten al pelotazo que buscan los inversores. Lo que hacemos son en esencia talleres, no viviendas, así que los bancos no se muestran muy dispuestos a proporcionar hipotecas y su revalorización es escasa. Hay poco negocio”.
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Como tantos de su generación, Burr ha tenido que reivindicarse a través de encargos que sus mayores consideraban simples aperitivos. “Nunca hemos hecho una fachada”: tiendas, reformas de pisos o espacios de restauración –el remozado mercado de San Antón (2022), otro edículo en un contenedor– forman el grueso de una trayectoria de interior y que solo ahora ha comenzado a abordar pequeños edificios de viviendas.
El primero, fiel a la costumbre, ni es de nueva planta ni ha cambiado de aspecto. Se trata de una casa compartida en la que la escalera y sus vestíbulos se han transformado en zona común. Terminarán en unos meses el segundo, un pequeño bloque en Tetuán, su primer alzado.
Es muy oportuno y ayuda mucho a cerrar un artículo el decir que el último trabajo de un autor –o de cuatro– resume bien sus intereses. Veamos: como en ARCO, estas casas remedan el vacío de sus recintos industriales, ahora con salones de 4 metros de altura; como en sus naves, la construcción aborda el detalle como juguete y el resto, en crudo; y hasta el desparpajo manierista de la fachada –donde forjados y huecos no coinciden– tiene, pese a su novedad, algo del conflicto entre lo viejo y lo nuevo que alumbra el trabajo de Burr.
Hay una cierta diferencia, decía Marx, entre el deseo pueril de ser nuevamente un niño y el disfrutar de la ingenuidad de la infancia, aspirar a su verdad. En eso andan, en resultar reconocibles sin ser exactamente los mismos. Nos vemos en la playa.
Otros espacios
Además del diseño del Guest Lounge, otros arquitectos ponen su sello en ARCO 2024. Pedro Pitarch repite en la ordenación de la feria, combinando lo urbano y lo doméstico tanto en el mobiliario como en los lugares de encuentro.
Mientras que Ignacio G. Galán y OF Architects (Álvaro M. Fidalgo y Arantza Ozaeta) son los encargados de darle forma a la sección del Caribe, en la que sentiremos la brisa marina en espacios que “se dilatan y comprimen”.