Arte internacional

Terence Koh

21 septiembre, 2006 02:00

Kunsthalle Zurich. Suiza. Hasta el 29 de octubrewww.kunsthallezurich.ch

Terence Koh pertenece a la nueva generación de artistas norteamericanos que ha irrumpido con fuerza en el escenario internacional de los últimos años.

Aún poco conocido en España, el trabajo de Terence Koh se va filtrando poco a poco en la programación de los centros europeos y en la lista de la compra de coleccionistas de ambos lados del Atlántico. De un tiempo a esta parte, el artista nacido en Beijing y residente en Nueva York (últimamente pasa largas temporadas en Berlín) ha tenido exposiciones individuales en la Secesión vienesa y el MUHKA de Amberes o en el Whitney neoyorquino. A principios de octubre formará parte de la exposición que sobre el arte realizado en Estados Unidos tendrá lugar en la Saatchi Gallery de Londres, una de las grandes citas de la temporada en Inglaterra. Ahora presenta en la Kunsthalle de Zurich una exposición que da buena cuenta de sus intereses artísticos, que son muchos y muy variados.

Terence Koh habla de la frescura de la juventud y de la cercanía del final, de lo bello y lo grotesco, de la percepción subjetiva de las cosas y de identidades culturales, muchas veces entreveradas en multitud de motivos de muy diferente signo. Su obra puede ser grandilocuente y ruidosa pero también serena e íntima. La mayoría de las veces integra en sus montajes (Koh trabaja con grandes instalaciones) todo tipo de objetos que hablan de su biografía personal, de lo visto y lo vivido. Hay reflexiones sobre la alta y la baja cultura, sobre la historia del arte, sobre la sexualidad y el deseo. En muchas de sus instalaciones, Koh juega con elementos tomados de la estética romántica, el kitsch y, sobre todo, retoma planteamientos minimalistas, una actitud muy frecuente entre muchos artistas de su generación. También hay una clara alusión al consumo, a estrategias mercantilistas basadas en dinámicas de intercambio. Pero si hay algo que subyace a toda su producción y que es visible en la inmensa mayoría de su montajes, es la inquietante presencia de la muerte, la certeza del final, entendido como la única certeza de nuestras vidas.

En esta exposición de la Kunsthalle de Zurich, Terence Koh presenta un proyecto en el que se vierten nociones de deseo, lujuria y seducción pero es también un mundo de contradicciones pues en él coinciden un buen número de elementos antagónicos: hay espacios vacíos y lugares embotados, estética kitsch al lado de formas clásicas, interpretación del deleite al lado de situaciones dramáticas, minimalismo y opulencia…En Terence Koh se dan cita todos estos opuestos para situar al espectador en un espacio decididamente incierto. Y a todo esto hemos de unir la pasión del artista por el color blanco, elemento homogeneizador en toda esta vorágine. No deja de ser curioso que dos de los artistas con mayor proyección de los Estados Unidos sean dos locos del monocromo. Si Terence Koh tiene en el blanco su color fetiche, Banks Violette, de quien lamentablemente tampoco sabemos gran cosa en España, trabaja con el color negro en situaciones y composiciones rotundas, dramáticas y siniestras.

Nada más entrar el espectador se enfrenta a una gran sala en la que todo el suelo está cubierto de harina. La sensación de claridad se acentúa con la intensa luz que ilumina la sala. Es el hábitat temporal para dos pájaros que, naturalmente, contaminarán el espacio con los restos de su presencia ahí. Esta limpieza espacial antecede a una sala que presenta un perfil opuesto, más barroco. Se trata de una gran sala llena a rebosar de cajas de exposición que parecen peceras. Son unas 1.200 y en ellas el artista ha colocado objetos de todo tipo. Aquí se mezclan objetos encontrados en mercadillos con porcelanas chinas en un enorme totum revolutum. Terence Koh nos ofrece así un buen muestrario, nunca mejor dicho, de la cultura de hoy, una cultura centrada en el consumo, en el intercambio cultural y en la incertidumbre de un mundo agotado. Y lo hace a parir de la recolección de contextos tomados de aquí y allá, de la historia del arte, lejana y reciente, y de los mercadillos de las megalópolis del mundo.