Arte internacional

Pedro Cabrita Reis

Centro de Arte Moderna José Azeredo Perdigão. Fundacão Gulbenkian, Lisboa

11 enero, 2007 01:00

Hasta el 29 de abril de 2007. www.camjap.gulbenkian.pt

Uno de los artistas ya clásicos portugueses, Pedro Cabrita, tiene montado, hasta finales de abril, un interesantísimo work in progress en Lisboa.

Todo empezó el pasado verano cuando la Fundación Gulbenkian lisboeta, una de las instituciones más activas de Portugal, dio carta blanca a Pedro Cabrita para realizar una instalación en una de sus salas de la planta baja. El título del proyecto se llama Fundaçao ("fundación"), palabra que contiene varias acepciones relacionadas con el trabajo de Cabrita y con el proyecto en sí.

El artista no dudó en acercarse a los almacenes y tomar muchas de las cosas que ahí se guardaban para, junto a su propio material, crear una gran instalación que reúne todas sus inquietudes estéticas y que se podrá ver hasta finales de abril. La metáfora de la construcción, la vivienda, o el trabajo artesanal están aquí presentes en un proyecto que los visitantes pudieron contemplar a medida que se iba montando. El espacio en transformación permanente, un lugar que propicia la circulación, algo muy presente en la obra de Cabrita, con alusiones a la memoria, al tránsito, a la arquitectura en tanto que espacio habitable pero también como refugio…

Se dan cita aquí multitud de referencias a la pintura, a la escultura como campo expandido, en oposición a la estatuaria y a la escultura conmemorativa como legados de la modernidad. Y, en esta misma línea, la reflexión sobre el monocromo. Y todo a través de sus herramientas de siempre, material deleznable como el ladrillo, la hierro o el cristal. Asistimos aquí a una de las mejores versiones de Cabrita. La instalación aúna la experiencia individual del artista, confirmada a partir de sus propios materiales, con la dimensión colectiva de los elementos encontrados en los almacenes de la Gulbenkian.

La instalación es imponente y se entiende como un gran caleidoscopio intelectual. El montaje suscita un sin fin de experiencias de toda índole a partir del gran número de recorridos posibles. Hay inmensos paneles de color monocromo, verticales y horizontales, azules, naranjas o amarillos. Los recorridos son arrítmicos cuando no están cerrados. Hay espacios abiertos y otros negados. Una sensación de precariedad, tan arraigada en el discurso de Cabrita, sobrevuela toda la instalación. Hay lámparas, indudablemente sacadas del almacén, aquí y allá con sus cables desperdigados por el suelo; hay mesas y sillas, estanterías improvisadas con polvo en las baldas; están las piedras del jardín, que el artista ha traído del exterior, pedestales vacíos e incluso un cuadro atribuido a Corot, propiedad de la Fundación. Es un desorden muy bien organizado que desprende un aroma indudablemente poético. Pero un lirismo que se vincula con el mundo filosófico. Porque la estética de Cabrita en esta instalación parece reflexionar sobre la condición humana, desde el interior institucional de la Gulbenkian.