Image: Juan Muñoz variaciones sobre el espacio

Image: Juan Muñoz variaciones sobre el espacio

Arte internacional

Juan Muñoz variaciones sobre el espacio

A retrospective

31 enero, 2008 01:00

One figure, 2000

Comisaria: Sheena Wagstaff. Tate Modern. Bankside. Londres. Hasta el 27 de abril

Absolutamente independiente, y original a más no poder en su obra y en su biografía, a Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001) el tiempo le ha dado la razón, situándolo entre los escultores y artistas de instalaciones contemporáneos más relevantes. La variedad de sus propuestas e intereses -que se producían en cascada-, la sagacidad sorpresiva de su mirada y de sus reflexiones, el riesgo y valentía de sus obras, y la fuerza de sus anticipaciones hicieron de él un escultor difícil, un artista que desconcertaba. En la ascensión internacional de su figura ha jugado sus cartas la Tate Modern de Londres, que en 2001 lo invitó a intervenir en su colosal Sala de Turbinas, para la que realizó su famosa instalación Double Bind -considerada por la crítica como "la Capilla Sixtina de Juan Muñoz"-, y que ahora le dedica esta retrospectiva a gran escala, de cuya realización se ha encargado la propia comisaria-jefe de la Tate Modern, Sheena Wagstaff. Se trata de un proyecto de exposición que no se satisface con haber reunido un grupo importante de sus trabajos fundamentales, sino que se propone revelar aspectos poco analizados del innovador trabajo de Muñoz, subrayando su registro de "creador de formas nuevas de contemplación y reflexión sobre nosotros mismos", su erudición filosófica y literaria, así como su condición de narrador que se confesaba "apasionado tanto por el arte cuanto por el acto de la observación".

Pero el alcance de esta exposición -coproducida por la Sociedad Estatal para la Acción Exterior (SEACEX)-, junto con las experiencias y posicionamientos habidos en estos últimos años en el proceso del arte vivo, favorecen lecturas bastante nuevas -inéditas algunas- sobre la compleja naturaleza del proyecto artístico de Juan Muñoz. Me refiero en especial a la incidencia que pudo tener sobre sus instalaciones el hecho de que Muñoz trabajara inicialmente como profesional en el comisariado de exposiciones, destacando su colaboración con Carmen Giménez en la organización de la famosa colectiva Correspondencias: 5 arquitectos, 5 escultores (1982), así como su responsabilidad profesional de "curator" de la muestra temática La imagen del animal: Arte prehistórico, arte contemporáneo (1983). Efectivamente, el interés que Juan Muñoz mostró siempre por hacer variaciones sobre ciertas instalaciones suyas, así como por someter a distintas "coreografías" a los conjuntos de sus figuras, constituye una actitud que conecta muy bien con el criterio y con la experiencia de "montador" implícitos en el trabajo de comisariado. No resulta extrañó, pues, que en esta ocasión Adrian Searle, amigo íntimo del artista y escritor de arte, haya echado de menos la colaboración ya imposible de Juan Muñoz en las labores de montaje de las instalaciones reunidas e inevitablemente sometidas a nuevos condicionamientos espaciales en esta retrospectiva. Otro aspecto relevante que esta exposición "descubre" es el interés del artista por el cine, y el influjo peculiar que sobre su obra plástica alcanzaron a tener su gusto y su propia actividad en proyectos cinematográficos, a partir de su experiencia juvenil, cuando en Madrid, hacia 1975, filmó en 16 mm un corto sobre escultura pública. Aquella sugestión cinematográfica se demuestra vigente en el conjunto estupendo de los dibujos (blanco muy acusado sobre negro intenso) que realizó sobre tejido de gabardina, representando vertiginosos pasillos arquitectónicos y la sucesión de desolados escenarios de interiores, vistos desde una muy acusada perspectiva y con plasmación expresionista. En estos trabajos Juan Muñoz explora sobre una representación del lugar que sea tan intensa como radicalmente nueva: aplicando al dibujo los mecanismos de la cámara y el poder de revelación -y los picados- propio del "ojo de cineasta". Constituyen, así, un acierto a subrayar el montaje que se ha hecho ahora de la conocida figura sentada del ventrílocuo disponiéndolo ante la pantalla oscura de los dibujos del díptico Double Interior (1988-2001). Dentro también del registro cinematográfico cabe destacar la iluminación muy contrastada (luces/sombra/penumbras) que se ha aplicado en esta ocasión a la estatuaria de las instalaciones Shadow and Mouth (1996) y Toward the Shadow (1998).

A su vez, el conjunto está regido por el propósito lúcido de hacer que resulte evidente una característica de las instalaciones de Juan Muñoz, que, siendo un registro radical, no siempre se percibe con suficiente claridad y sentimiento efectivo: me refiero a la voluntad prioritaria del escultor en que el protagonista real de estas propuestas sea siempre el espectador, el visitante que ha de circular entre sus figuras, sus elementos mobiliares y constructivos, sus planchas de espejo y su circulación no cómoda del espacio. A destacar, a este respecto, la gran Sala 10, que acoge el conjunto de casi infinitas figuras chinescas de Many Times (1999), en cuyo recorrido el espectador podrá sentir algo así como que todos somos lo mismo pero no iguales (diferenciando entre "mismeidad" e "igualdad"); el impacto de las dos figuras suspendidas en el espacio de la Sala 9 (Hanging Figures, 1997), ante los huecos verticales que los muros de la Tate Modern abren a la contemplación del panorama urbano de Londres; la sensación de estrechez particular que proporciona el conjunto apretado de vitrinas de The Crossroads Cabinets (1999); o la más sencilla facultad de integrarse en la propia estatuaria reflejada en el espejo de One Figure (2000).
Son éstos algunos de los centros neurálgicos en el recorrido de una muestra retrospectiva que, sin ser enciclopédica, mantiene la tensión de los cuatro ciclos determinantes del proceso de Juan Muñoz: el de sus construcciones arquitectónicas (iniciadas en 1984), el de sus figuras en solitario (desde 1987), el de sus dibujos-gabardina (a partir de 1988), y el de sus instalaciones cada vez más complejas (que empezó 1991). Un arco, en el que se mantienen la voluntad narrativa de su autor, su amor por actuar sobre el espacio, su mirada innovadora en la representación escénica de la figura, y, sobre todo, la pulsión viva de su idea y de su mano.

josé marín-medina