Exposiciones

La Guerra de Robert Capa

7 febrero, 1999 01:00

Museo Nacional Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 5 de abril.

Uno cree que de esta guerra lo ha visto todo, pero no es así. Y ante cada nueva fotografía el espectador, o por lo menos el espectador que escribe estas líneas, tiene que hacer de tripas corazón. Porque conoce los escenarios, porque todos los rostros le son familiares, porque la proximidad -o projimidad- de lo sucedido le provoca un malestar completamente distinto del que causan las fotos de las guerras de hoy. O quizá también porque la mirada que recogió esas imágenes convierte al resto de los reporteros de guerra en una especie de cronistas deportivos.
Robet Capa (Budapest, 1913-Indochina, 1953) es, sin duda, el fotógrafo por excelencia de la guerra civil española, y el autor de su fotografía más célebre -"Muerte de un miliciano"-, quizá la mejor fotografía de guerra jamás realizada. También de Capa uno cree haberlo visto todo: las imágenes de la resistencia china a la invasión de Japón, en el 38; las de Europa en la Segunda Guerra Mundial; las de la primera guerra árabe-Israelí de 1948; las de la guerra entre Francia e Indochina, en la que perdió la vida al pisar una mina, cuando contaba cuarenta años. Y tampoco acaba nunca de verlas todas.
En la exposición que nos ocupa, algunas de estas fotografías nos han llegado además a través de una peripecia novelesca. Si bien la mayor parte del material de esta exposición procede de la donación realizada al Museo Reina Sofía por Cornell Capa, hermano del fotógrafo, un grupo de fotografías, la mayoría de Capa, pero también de fotógrafos como su compañera Gerda Taro o David Seymour, fueron encontradas en una maleta entregada por el Embajador de Suecia al Gobierno español en 1979. La maleta había sido depositada por Negrín en la legación sueca ante el gobierno de Vichy durante la guerra mundial, por miedo a que su posesión le acarrease problemas con las autoridades alemanas. Dado que algunas de estas imágenes son copias únicas de negativos perdidos hace cincuenta años, tienen el valor simbólico de lo arrancado milagrosamente del olvido.
Capa, cuyo nombre verdadero era André Friedman, fue un judío de familia acomodada que desde muy joven se sintió atraído por los ideales comunistas, aunque sus maestros -Lajos Kassak en Budapest y Karl Korsch en Berlín- le inculcaron un talante abierto y decididamente antiestalinista. En 1935 una revista alemana le encargó una serie de reportajes sobre la vida cotidiana en diferentes ciudades españolas. Nada más producirse la sublevación franquista la prestigiosa revista francesa "Vú" le envió a Barcelona, y a partir de este momento y hasta el final de la guerra Capa recordó nuestra geografía -casi siempre acompañado de Gerda Taro y algunas veces de Hemingway- documentando la actividad militar y la vida en la retaguardia de la zona republicana. Su afinidad con el movimiento anarcosindicalista le impulsó a acompañar a contingentes anarquistas en distintos frentes, y fue así como el cinco de septiembre de 1936 fotografió la muerte de Federico Borrell García, miembro de las milicias de la CNT, alcanzado por un disparo en pleno asalto de las posiciones nacionales de Cerro Muríano, Córdoba. Uno de los atractivos de la exposición es convertir este icono del valor inútil en un ser de carne y hueso. La mencionada fotografía era parte de una secuencia, y al exponer ésta podemos contemplar escenas previas y posteriores del grupo de jóvenes milicianos. El compromiso de Capa con España marcó su vida: Gerda Taro murió en la ofensiva de Brunete, y Capa aún volvió en 1944 para dar testimonio del utópico intento de reconquistar la Península, llevado a cabo en 1944 por algo más de un centenar de republicanos mal armados que procedentes de Francia se introdujeron en el valle de Arán y fueron poco después neutralizados. El catálogo que acompaña a la exposición contiene textos del mayor interés a cargo del historiador Juan Pablo Fusi y de los comisarios de la exposición: el biógrafo de Capa Richard Whelan y la conservadora del Museo, Catherine Colemann, que dedica su ensayo al papel jugado por las mujeres en la guerra civil española.