Exposiciones

El extrañamiento de lo conocido

28 febrero, 1999 01:00

Concha Prada: "Ciudades". Galería Oliva Arauna. Claudio Coello, 18. Madrid. Hasta el 30 de abril. De 350.000 a 450.000 pesetas.

El proyecto de Concha Prada ha logrado una personalidad propia, y crea imágenes cuya elegancia y limpidez encierra un elemento incontestablemente perturbador

Algo de extraordinario deben tener las fotografías de Concha Prada (Puebla de Sanabria, Zamora, 1963) para que en un lugar tan abigarrado como el último ARCO consiguieran reunir permanentemente ante ellas un grupito de espectadores. En la Feria estaba colgada la serie de cuatro fotografías titulada "Huevo batido" y a su lado una de las imágenes de la serie "Ciudades" que ahora se presenta en la madrileña galería Oliva Arauna.
No parecían tener nada en común unas y otras. Los pliegues, dunas y concavidades amarillas de la primera serie, y la escena de una ciudad en la que los rasgos perfectamente reconocibles se combinaban de una forma insospechada, creando una trama urbana distinta, en la segunda. Pero sí que tienen algo en común: una mirada capaz de extrañarse por lo que ve y capaz de transmitir esa extrañeza a los espectadores. El primer plano del huevo batido da como resultado una orografía insólita, los edificios fotografiados en picado y luego duplicados conforman una trama urbana vertiginosa. Lo reconocible queda, pues, reducido a la abstracción, lo informe se geometriza y ello gracias a un idéntico recurso de alterar escalas y puntos de vista.
Las fotografías que se presentan en Oliva Arauna tiene su origen en un proyecto titulado como un libro de Italo Calvino: "Las Ciudades Invisibles" y que, comisariado por Cortés, puso en marcha la Generalitat valenciana el año pasado. Fue allí donde por primera vez Concha Prada descubrió las posibilidades de duplicar simétricamente una imagen, con resultados que ha ido perfeccionando hasta llegar a la muestra que comentamos. Se trata de fotografías digitalizadas de gran formato, sometidas a un proceso que hace aparecer una escena y su reflejo en un continuum visual. Vastos escenarios de Madrid, Barcelona, Valencia o Berlín donde esquinas reconocibles se han convertido en plazas abiertas en todas direcciones, edificios emblemáticos en monolitos en el centro de avenidas amplísimas. Instantáneas de algo así como un urbanismo utópico cuya nota característica es la amplitud de espacios, el capricho de las líneas y la presencia no siempre fácil de detectar de un eje de simetría que lo ordena todo alrededor.
Estamos acostumbrándonos a descreer de la imagen fotográfica que fue durante mucho tiempo garantía de objetividad. Desde las narraciones a las manipulaciones, desde la ficcionalización de lo fotografiado al uso de la fotografía como soporte pictórico.
En ese panorama cada vez más disgregado el proyecto de Concha Prada ha logrado una personalidad propia, creando imágenes cuya elegancia y limpidez encierra sin embargo un elemento incontestablemente perturbador. Nada puede inquietar más que el extrañamiento de lo que nos es conocido, lo cotidiano convertido en irreconocible. Con sus imágenes aprenderemos a ver lo de cada día con ojos asombrados, y poco más se le puede pedir a una obra de arte.