Exposiciones

Nacho Criado, de cristal y arena

10 octubre, 1999 02:00

IVAM. Centre del Carme. Museo, 2. Valencia. Hasta el 9 de enero

Nacho Criado (Mengíbar, Jaen, 1943) es uno de los pioneros del conceptualismo en España. Desde el informalismo de sus primeras obras a la etapa más conceptual, Criado ha pasado por el minimalismo, las instalaciones o el land-art. Admirador de Rothko y Duchamp, ha realizado exposiciones en las que rinde homenaje a estos y otros artistas. Interesado también por las performances, destacan entre ellas "Representación (para el grupo ZAJ)" (Madrid, 1983) o "Y los demás,... qué dicen?" (Madrid, 1994). Sus últimas muestras han sido "... más al Sur" (Sevilla, 1996), "El tiempo furtivo" (Santiago de Compostela, Barcelona, 1997) y "Lo que queda" (Madrid, 1999).

C omo preámbulo de la exposición retrospectiva que tendrá lugar en La Cartuja el próximo año, el IVAM acoge en una de sus salas más emblemáticas una recopilación de la obra de Nacho Criado. La Sala Embajador Vich, en la que se conjugan las líneas góticas de su estructura arqueada y los huecos renacentistas de sus soportes, da cobijo a las arquitecturas del pensamiento contemporáneo en manos de Nacho Criado. Con trabajos fechados en mitad de los años setenta hasta otros de reciente ejecución, esta exposición permite adentrarse en los entresijos de la obra de este peculiar artista.

Desde que en mitad de la década de los años sesenta Nacho Criado (Mengíbar, Jaén, 1943) iniciara su andadura artística, su obra se ha ido afianzando hasta consolidarse como una de las propuestas más singulares en el basto panorama del arte español de las últimas décadas. Tildado de artista conceptual, minimalIsta y experimental, lo cierto es que su trabajo resulta difícil de catalogar. Con estudios en arquitectura y sociología, el perfil de Nacho Criado parece definirse a partir de la escultura. Sin embargo, instalaciones, performances, acciones, cine, etc., son soportes en los que se ha ido materializando progresivamente su agitada creatividad. Con una mirada puesta en Duchamp —a quien ha homenajeado en su trabajo, de la misma manera que a Rothko, Beuys y Manzoni—, y otra en las experiencias fluxus y povera, los márgenes de actuación de Nacho Criado son amplios, si bien su trayectoria transita a menudo los incómodos espacios fronterizos del arte de los conceptos.

Bajo el título "Nacho Criado... Tras la ruina", esta exposición introduce al espectador en un pozo sin fondo en el que confluyen profundas indagaciones, del mismo modo que lo hace transitar por un desierto en el que se estrellan áridos espejismos. De entrada, la obra "De trampas y mentiras" (1999) da pie a una serie de tramas y enrejados que tan pronto cierran el paso, como lo dejan libre, mientras a través de estas cautivadoras estructuras metálicas se adivinan las "Conmemoraciones" (1996), en las que se coronan santos minimalismos y diablos conceptuales.

De otra parte, la escultura "B. T. Desértico" abre paso a un edificio de hierro, cristal, madera y mármol, cuya elemental estructura proyecta lúcidas reflexiones y acoge en su seno enigmáticas representaciones. Surgen, entonces, las sencillas formas de un camello que simula en su acristala giba los accidentes de una cordillera. El agua y la arena, el vacío y el ser son elementos que aparecen y se disipan en la travesía, como huellas en el desierto, donde la memoria la recupera los espejismos. En el suelo sobre mármol blanco, unos signos apelan a la poética de la arquitectura de cristal de Bruno Taut.

Del cristal y la arena toma Nacho Criado un enorme potencial de significaciones que circundan conceptos tales como la fragilidad y la dureza, lo perfecto y lo inconcluso, la ruina y la entereza, la transparencia y la opacidad. En una pequeña capilla, unas estanterías de cristal han abandonado sus soportes, no aguantan nada. En el suelo unos cubos contienen arena y cristales rotos. Como clausura de la exposición, al fondo en otra capilla se alinean sus primeros trabajos en torno a una de las obras más notables, "Homenaje a Rothko" (1970). Entre Anselmo y Nauman, entre Duero y Grönewald, esta exposición permite, en definitiva, ver el alcance de la obra de uno de los artistas más áridos e imaginativos, más complejos y elementales, de los confesos al arte de las renuncias conceptuales.