Andrés Laguna y su tiempo
Es indudable que si Andrés Laguna, segoviano y cosmopolita, merece un homenaje que dé a conocer su figura, lo que resultaba un poco más difícil es que éste no se quedase en un monumento erudito y aburrido, o cuando menos ineficaz. En el caso que comento tengo la impresión de que gracias a la articulación del contenido, el montaje y la misma dimensión de la muestra, se ha conseguido una exposición al tiempo didáctica, rigurosa y entretenida. (Aunque alguién pensará que en exceso teatral). Hay libros y documentos, pero bien escogidos y bien presentados, lo que saca el mejor partido de cada uno de ellos. Hay también una serie de materiales para recrear los distintos ámbitos de la inquieta vida de Laguna: instrumentos quirúrgicos, la recreación de un laboratorio, hermosos artilugios de farmacia y una notable selección de obras que sirven para representar la vida artística de la Segovia de su época. Tablas de maestros locales, de italianos y de flamencos, grabados, esculturas y retablos, y un relieve atribuido a Isidro de Villoldo que representa un milagro tan estrafalario como revelador: un cojo de piel blanca al que por gracia divina logran implantar la pierna que acaban de cortar a un negro. Lo que no acaba de encontrar una justificación suficiente, a mi juicio, es la serie de grabados de Durero, que en realidad sirven para contextualizar todo y cualquier cosa que se quiera.
La Obra Social de la Caja de Segovia, que patrocina la sala y la dirección de la misma, han apostado fuerte en esta exposición, comisariada por Juan Manuel Santamaría. Se lo debían a la ciudad de Segovia, que aunque tiene una estatua del Doctor Laguna como peatón de una de sus plazas, pocos saben en realidad quién es.