Exposiciones

Agustín Ibarrola

Círculo de Bellas Artes. Marques de Casa Riera, 2. Madrid. Hasta el 28 de noviembre

14 noviembre, 1999 01:00

Con la misma rotundidad que hace unos años era el cuerpo la preocupación más reiterada de los creadores, la década se despide teniendo a la naturaleza como el tema o lema más extendido. Arte y naturaleza, juntas o revueltas, en ocasiones tan falsamente como todos esos productos a los que se les añade la coletilla "eco" o "bio". No se le puede acusar, precisamente a Ibarrola, de haber cogido este tren en marcha. Al contrario, Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930) fue uno de los primeros, sí no el primero, de los artistas españoles en trabajar en el medio natural y sobre este mismo medio. Hace más de una década en el bosque de Cima, en Vizcaya, y recientemente en Allariz, Orense, Ibarrola ha pintado árboles y rocas, creando obras de dimensiones sobrehumanas. Paisaje convertido en lienzo sobre el que traza signos elementales y arquetípicos, grafismo y planos que alteran radicalmente nuestra percepción de lo natural.

En el Círculo podemos ahora ver una serie de obras que su autor presenta como maquetas o apuntes, y que sin embargo creo que es preferible contemplar como obras acabadas, aun siendo, como dice el comisario de la exposición J.A. Vela del Campo, "obras de cámara" frente a las "sinfónicas", situadas en pleno campo. Se trata aquí de haces de palos de avellano pintados con acrílico, en los que Ibarrola juega a abolir su hondura con trazos que crean un solo plano visual. Volúmenes construidos con papel de periódico prensado, en los que combina huecos y bultos según ritmos significativos. A mi modo de ver, un arte preocupado por la naturaleza debe ayudarnos a contemplar sus formas y sus materiales con una mirada más atenta, descondicionada de nuestros prejuicios -incluso los estéticos. En el caso de muchas de estas obras de Ibarrola lo artístico se impone sobre lo natural. Con resultados sorprendentes y bellos, pero que no estoy seguro de que no anulen, precisamente, lo natural. Excepción de ello son dos o tres piezas extraordinarias en su desnudez e intensidad: "Culto al trenzado", por ejemplo. El gran mérito de Ibarrola ha sido siempre combinar la atención a la vanguardia formal y a las ilusiones y las desgracias de su tiempo. De pocos artistas se puede decir lo mismo. La exposición es una ocasión estupenda para que el espectador juzgue si lo conseguido.