Exposiciones

150 años de sueños

5 diciembre, 1999 01:00

Fotografía es sinónimo de memoria y quien más quien menos se ha dado ya cuenta de que una de las enfermedades que nos acechan es la amnesia social

Comenzaré con una confesión: hace unos meses pasé una tarde recorriendo las diferentes exposiciones que ocupaban las salas del Museo Reina Sofía. Vi las retrospectivas de dos importantes artistas y la magna revisión de un movimiento. La única obra que me obligó a rehacer mi camino desde la puerta de salida, urgido por la necesidad de contemplarla otra vez, fue una fotografía de Ortiz Echagöe fechada en 1932. Seguiré por una confesión ajena: en alguna ocasión ha dicho Publio López Mondéjar, comisario de esta exposición, que inició su investigación fotohistórica impulsado por el deseo de rescatar la imagen de una España desaparecida, inexistente ya salvo en la memoria del papel fotográfico. Sirvan estas dos anécdotas para poner de relieve algunas cuestiones relacionadas con esta muestra. Por un lado, que se ha producido un cambio de estatuto de la fotografía: ahora se expone en los museos "como un arte más", no ya como documentación o testimonio. En segundo lugar, creo que el auge de la fotografía se debe, entre otras cosas, a la posibilidad que ofrece al espectador de identificarse con el autor (la técnica es elemental, los temas son cualquiera), por un lado. Y por otro, a que le permite disfrutar de las obras de una manera más espontánea y relajada, le permite pues, hasta cierto punto, "tener su propia experiencia", no mediatizada por la crítica, la historia del arte y la convención social. Finalmente, como apuntaba López Mondéjar, fotografía es sinónimo de memoria y quien más quien menos se ha dado ya cuenta de que una de las enfermedades que nos acechan es la amnesia social. Fotografíar, coleccionar fotografías, contemplarlas es uno de los remedios más eficaces contra ese mal. Por todo ello, la exposición que nos ocupa resultará interesantísima para gente muy diversa y para todos tendrá su pizca de emoción.

La primera fotografía que se realiza en España es un daguerrotipo fijado en Barcelona en 1839. desde esa imagen hasta casi el día de hoy la historia de la fotografía en nuestro país se nos cuenta aquí a través de 120 imágenes. La exposición se divide en tres grandes apartados: en el primero se muestra el nacimiento y la evolución de la fotografía del siglo pasado. El segundo atiende al período comprendido entre 1900 y el final de la guerra civil. El tercero corre hasta nuestros días. Un especialista sabrá encontrar todas las modalidades de la técnica fotográfica: desde los daguerrotipos y calotipos a los primeros negativos de cristal, siguiendo por toda la gama de trucos que se convierten en ingredientes del lenguaje fotográfico. Más fácil resulta seguir la evolución de éste. Si tenemos en cuenta que la fotografía enderezó sus primeros pasos tras la pintura, no deberá extrañarnos que haya padecido de sus mismos lastres y aún más graves, ya que se olvidaba de sus propios recursos -creció más cuanto más confío en ellos-. Por eso se ha producido con el paso del tiempo una inversión de valores: lo que durante muchos años se consideró fotografía popular y mero retratismo utilitario, hoy nos resulta de mayor interés que el pictorialismo edulcorado y sentimental que era entonces la cima de lo artístico. Recorriendo la sala del Círculo de Bellas Artes contemplaremos los frutos estremecedores del reporterismo gráfico de la guerra civil, la eclosión documentalista que se produjo durante el franquismo y los movimientos que la articularon -Afal-, asistiremos a la transición política a través del eficaz fotoperiodismo de la época y a las inesperadas imágenes antropológicas que se registraron en los ochenta, a las obras delirantes de la generación -"narcisista", la llama López Mondéjar- fraguada en torno a la revista Nueva Lente y a las casi entrañables, por el acierto con que representan el día de hoy, de esos fotógrafos que integran la reacción o revolución que vino después: los fotógrafos contemporáneos, de nuevo atentos a la sociedad de su tiempo. No tiene sentido registrar aquí los nombres de los participantes: están todos los que cabría esperar. Algunas cosas quizá nos llamen la atención: una es la inesperada presencia de extranjeros hasta bien entrado nuestro siglo, resultado del exotismo peninsular y también de la escasa pericia de los nacionales.

En definitiva, España era para muchos fotógrafos extranjeros un destino ideal. Sorprende también la calidad de esa escasa y aún más escasamente conocida vanguardia fotográfica que se desarrolló en España, y fundamentalmente en Cataluña, en la década de los treinta. Y por último, resulta también llamativa la eficacia de esta narración visual a la hora de historiar lo que no viene en los libros de historia. No me refiero sólo a la vida cotidiana, tan excelentemente representada casi desde el arranque del siglo, sino a la evolución de la sensibilidad y la imaginación de una cierta sociedad. Ciento cincuenta años de fotografía o ciento cincuenta años de sueños. El trabajo investigador de Publio López Modéjar y la labor de la editorial Lunwerg, que desde el primer momento ha sabido materializarlo, son absolutamente encomiables. ¿Debo aún recomendarles que ve han esta exposición?