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Fundamentos de una nueva mística
La exposición Amazonas de la vanguardia es un proyecto ambicioso, que, presentando un conjunto no demasiado cargado de obras (70 pinturas), muy bellas y de notable valor innovador, establece una doble reflexión sobre las principales tendencias europeas que favorecieron la rápida gestación del arte ruso moderno, y sobre la autoridad y relevancia que tuvieron algunas mujeres rusas al acceder a la creación artística a principios del XX.
Se han elegido seis firmas fundamentales, dentro de un elenco femenino que fue bastante numeroso. El primer tramo de la exposición establece un diálogo de contrastes, casi una polémica, entre las dos pintoras que gozaron de mayor renombre: Goncharova (1881-1962) y Exter (1882-1949). La sucesión de cuadros de Goncharova testimonia su entusiasmo por hacer prevalecer la imaginería primitivista, el color fuerte y el lenguaje sintético de la pintura popular rusa, así como su empeño por demostrar que el cubismo es "un fenómeno tanto ruso como parisién", para concluir con su militancia en los dominios del rayonismo, aquella mezcla extraordinaria cubista-futurista-orientalista que propugnó Larionov, su marido. En oposición, Exter se muestra aquí como la viajera infatigable y pintora cosmopolita que fue, tan brillante en la construcción sólida, canónica, de sus cuadros cubistas, de ritmos autoritarios, como en sus extraordinarias pinturas no-objetivas de 1917-1918.
La importancia de la fidelidad al componente cubista analítico se reafirma en las obras de Popova (1889-1924) y de Udaltsova (1886-1961), amigas ambas que viajaron para estudiar en París, como tantos artistas jóvenes rusos -los de "la segunda oleada"- que lo hicieron entre 1912 y 1914, ya bien informados del espíritu de modernidad. Frente a la fe en el canon cubista, la muestra destaca la significación de actitudes más matizadas, o divergentes, como la de Rozanova (1886-1918), interesada por la reducción formal predicada por Malevich, y la de Stepanova (1894-1958), de singular lenguaje neofigurativo, pero constructivista, partiendo de su adhesión por el arte de propaganda que propugnó la Revolución de Octubre.
Además de esas constantes de facetación cubista, de rotundidad constructiva, de simultaneidad futurista de visiones y de laconismo en la no-objetividad suprematista, el conjunto de la exposición proclama el interés, casi unánime, mantenido por una cierta mirada oriental (de extraordinario refinamiento en materiales y en síntesis de forma), la insistencia -a trallazos en un colorido fuerte y libre (de origen fauve) y la búsqueda compartida de un arte sintético que pone sus bases (cubismo, futurismo, orfismo) al servicio de plasmar la sensación de lo que podríamos llamar "La cuarta dimensión" que propugnaba Larionov. Todo ello en el decenio vertiginoso de1012-1922, a contracorriente de la I Guerra Mundial y de la revolución rusa.