Image: Los venecianos del Ermitage

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Exposiciones

Los venecianos del Ermitage

17 octubre, 2001 02:00

Domenico Capriolo: Autorretrato

Museo Nacional de Arte de Cataluña. Parque de Montjuïc. Barcelona. Hasta el 9 de diciembre

Yo no sé si veo las cosas deformadas a través de la cultura o si la vida imita al arte, pero no puedo dejar de observar Venecia a través de su pintura. Siempre se ha dicho que la atmósfera acuática de la ciudad motiva matices y texturas de luces... Pero todo esto serían efectos ópticos curiosos sin la existencia de la pintura veneciana que los transforma en algo misterioso e inquietante. Es la pintura que nos enseña a mirar y a descubrir el secreto de las cosas.

Después de Florencia, Venecia es el otro gran centro artístico del Renacimiento. Venecia significa el color y la atmósfera. Los artistas florentinos se interesaban menos por el color. Esto no quiere decir que no lo tuvieran en cuenta y que no lo utilizaran de forma exquisita, pero su manera de trabajar y componer se basaba en el dibujo. Una vez se había concluido el disegno, se aplicaba el color. El color quedaba encerrado en el contorno o los límites del dibujo. Los artistas venecianos se plantearon la pintura de una manera diferente: los contornos están abiertos para que las masas de los colores y la luz continúen en la atmósfera circundante. Los florentinos articulaban la unidad de las imágenes a partir de un esquema geométrico, en la pintura veneciana esta sensación de unidad se alcanza a través de una atmósfera que lo embriaga todo. Si hay algo tremendamente misterioso e inexplicable en los artistas venecianos es que plasman algo que a priori parecía imposible de plasmar: el aire. Dar visión al inefable e invisible, éste es el mensaje conceptual de la pintura veneciana.

La exposición que ahora se presenta consiste en una especie de itinerario por la escuela veneciana. Entre otras, se exponen obras atribuidas a Giorgione, Tiziano, Tintoretto, Veronés, los Bassano, etc. Existe un valor añadido, la exposición proviene del Museo Estatal del Ermitage de San Petersburgo: son piezas poco conocidas y de difícil acceso.

Una de las pinturas que se presenta como la obra estrella de la exposición es la Madonna con il Bambino nel paesaggio, según indica la cartela, de Giorgione. Giorgione -junto a Bellini- se considera uno de los iniciadores de la escuela veneciana. A él le corresponde el mérito de utilizar el color, la luz y la atmósfera como nadie había hecho hasta entonces. Además, Giorgione atribuyó al paisaje una particular importancia. Pues bien, aunque todos estos aspectos están implícitos en la mencionada obra, nadie puede afirmar con un mínimo de seriedad que sea un Giorgione. ésta -para mí- falsa atribución denuncia las limitaciones y contradicciones de los métodos de los historiadores del arte. Giorgione es un pintor del que tenemos muy poca información y tan solo 5 o 6 obras se le pueden atribuir con certeza. Una de ellas, Judit, una pintura magnífica que conozco por reproducciones fotográficas, se conserva precisamente en el Ermitage. Pero, como suele pasar en las exposiciones itinerantes, las piezas realmente importantes no viajan.

Independientemente de todo esto, se presentan aquí obras de una gran calidad. Entre otras, la atribuida a un pintor secundario, Domenico Capriolo y calificada por los especialistas como su autorretrato; a propósito de atribuciones, curiosamente alguna vez esta misma pieza ha pasado también por un Giorgione auténtico. El personaje que describe se localiza en un espacio simbólico: a un lado una escultura clásica, símbolo de la belleza, en el otro extremo una iglesia y con la mano sostiene un libro. No parece existir ninguna contradicción entre estos elementos o símbolos. La figura, sus ropas, su cabellera, sus adornos, la intensidad del color, son de una sensualidad extraordinaria. Para mí esta imagen es la representación de un ideal, el ideal de un deseo demasiado perfecto y sin mácula, en la que todo aparenta encajar. Yo me imagino que si diéramos la vuelta al cuadro y pudiéramos observar su reverso encontraríamos excrementos, canibalismo, deformación, lo terrible... Quiero decir, que la atmósfera y la luz veneciana no son una expresión de lo visible; son ante todo una idea pictórica que esconde un misterio. Siempre se ha calificado esta luz como un símbolo de humanidad y sensualidad. Yo me pregunto qué hay detrás de esta máscara.