Image: Locos por las Meninas

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Exposiciones

Locos por las Meninas

30 enero, 2002 01:00

P. Navares: A Velázquez. Meninas, 2001

Fundación Telefónica. Gran Vía, 32. Madrid. Hasta el 24 de marzo

Nadie escapa a la fascinación de las Meninas, y pocos artistas españoles, desde Picasso para abajo, han resistido a la tentación de rehacer el cuadro. Como una muestra variopinta de sus versiones, esta exposición, comisariada por Rosa Perales, reúne treinta y tantas piezas de nombres conocidos, como Eduardo Arroyo, Manuel Valdés o Rafols-Casamada, junto a otros más jóvenes y oscuros, en todos los soportes posibles, desde la pintura, la escultura y la fotografía hasta la instalación con láser.

Entre las obras expuestas hay homenajes serios, formales, como el de Rafols-Casamada, que habla del espacio y la luz de Velázquez, sin más anécdota. Pero en muchas de las piezas predomina un humor paródico, irreverente. Paloma Navares expone una estupenda fotografía manipulada donde sólo la infanta Margarita aparece enfocada y nítida, mientras todas las demás figuras salen movidas y borrosas. En la interpretación de Schommer, la infanta Margarita levita, se eleva en el aire en el centro de la escena. Ouka Lele va mucho más lejos y recrea el cuadro en una serie ácida e irreverente de tableaux vivants donde actúan sus amigos de movida, con atuendo punki, entre los cuales destaca Rosy de Palma.

En la imaginación de los artistas, las Meninas han sufrido, como Mona Lisa, todas las metamorfosis concebibles y algunas inconcebibles. Hay meninas para todos los gustos: cultas y populares, silenciosas y parlanchinas, sobrias y extravagantes. Las de Manolo Valdés han visitado los museos de arte moderno y llevan el pañuelo estampado con motivos de Schwitters, Pollock, Lichtenstein o Matisse. Hay meninas-muñecas, meninas-maniquíes, a veces reducidas a una estructura inspirada en el armazón del guardainfante, como en las esculturas de Pepe Yagöes y de Dora Salazar, meninas-jaula sin pájaro dentro. Hay escuetas meninas metafísicas y abigarradas meninas decorativas. Hasta el paroxismo barroco, como en esa figura colosal de Miguel Inglés, hecha en vidrios de colores, verdadera apoteosis fallera que ocupa el centro de la sala con un insólito descaro.