Image: Rodin íntimo

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Exposiciones

Rodin íntimo

30 enero, 2002 01:00

Las tres sombras, 1902-04. Bronce, 191,5 x 191,8 x 115

Sala Santo Domingo. Arroyo de Santo Domingo, s/n. Museo de la Universidad. Plaza Anaya, 1. Salamanca. Hasta el 31 de marzo

Auguste Rodin fue, ante todo, un escultor de monumentos, un artista que arrancaba de un concepto grandioso y proyectaba a escala monumental. Constituye un acierto disponer ahora en sendos emplazamientos urbanos dos de sus obras públicas fundamentales, como testigos de su exposición en Salamanca, Capital Europea de la Cultura. En la Plaza Mayor, sobre una peana de dos metros y medio de altura, resulta imponente el bronce orgulloso de Balzac ("grande como un edificio", que decía D’Ors), con su exploración de la psicología y de la naturaleza del genio, expresándolo en formas tan libres y en composición tan imprevista que el monumento, tildado en 1897 de saco de carbón, fue rechazado por la Société des Gens de Lettres, que lo había encargado, no inaugurándose hasta cuarenta años después. Hoy está considerado como la aproximación más notable de la escultura del XIX al símbolo abstracto y a la forma pura. Por otra parte, a ras de suelo, sobre el césped del Patio de las Escuelas Menores, se presentan, dispersas, las seis figuras de Los burgueses de Calais, realzando el tono dramático y el elemento teatral implícitos en el conjunto de su obra.

Tras esa doble señal se celebran dos exposiciones. La de la nueva Sala Santo Domingo propone un reencuentro con la actualidad de las "formas eternas" de Rodin, de cuyo museo de París -y con proyecto de la Fundación "la Caixa"- provienen estos 57 bronces y mármoles, pertenecientes a los ciclos citados de Balzac (diversos retratos y "estados" de su figura, incluido el grotesco desnudo) y de Los burgueses (versiones y reducciones de los diferentes personajes), junto con piezas fundamentales "derivadas" de la turbulenta Puerta del Infierno: Las tres sombras, que se exhibe por primera vez en España, El hijo pródigo, El pensador, El beso… Están asimismo la Edad del Bronce y Eva, y toda una serie de máscaras y retratos, paralelos al desarrollo de la suite Movimiento de danza. La fuerza titánica de la creación de Rodin, su sensualidad, su brutalidad, su propósito expresivo y su gusto por la expresión del movimiento son registros constantes.

Pero la gran sorpresa de esta comparecencia de Rodin la proporciona la muestra que se dedica al tema de sus "arrepentimientos", una exposición de tesis montada en el Museo de la Universidad. Las relaciones estatuaria-fotografía se iniciaron en el XIX en los talleres parisinos de Carabin, Gréber, Godet y Carpaux, escultores que utilizaron la foto con variados fines documentales. Ahora se estudia el empleo creativo que Rodin hizo de fotografías de sus propias esculturas y dibujos, para, mediante toques de lápiz y manchas de gouache y tinta, retocar, variar, corregir o rectificar imágenes, volúmenes, dimensiones, modelados, texturas, composiciones y juegos de luz y sombra de sus trabajos. Resulta asombroso el poder de metamorfosis de la mirada de Rodin, reconstruyendo imágenes e ideas, y utilizando estos pentimenti como muestras de vitalidad dentro de un complejo proceso creativo, que se producía como actividad continuada, un auténtico work in progress, y otras veces como un collage de formas y figuras de enorme capacidad poética. En una segunda sala se exhibe otra suite fotográfica: postales de cuadros (resulta muy expresiva la admiración del escultor por las figuras de Rembrandt), arquitecturas y modelos o "academias" sobre los que Rodin anotaba ideas o hacía lecturas caóticas e interpretaciones que van de la mordacidad al humor, de la asociación a la inspiración, y que representan el aspecto más íntimo de un trabajo en que nada se borra del todo ni se olvida nunca, abriendo vías para construir y reconstruir un pensamiento que terminó haciendo de bisagra entre tradición y modernidad.