Image: Helena Almeida

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Exposiciones

Helena Almeida

“Mi mundo es mi cuerpo”

19 junio, 2002 02:00

Helena Almeida

La artista portuguesa Helena Almeida es, sin duda, la gran protagonista del llamado Festival Off (no institucional) de PHotoEspaña. Helga de Alvear muestra en esta exposición (la primera en una galería madrileña) varias obras nuevas (de la serie Seducir, 2002) y un gran políptico de 1998 (Dentro de mi). De su evolución plástica, de sus "pinturas habitadas", de la escala, del complejo proceso fotográfico, de su cuerpo como obra de arte... de todo ello habla en esta entrevista.

A la hora de establecer una historia del arte contemporáneo portugués, el nombre de Helena Almeida debe aparecer como una de las principales figuras de estudio, una clave para entender cómo allí, no sin cierto retraso, se instaura un nuevo discurso que se aleja de lo formal para valorar ideas y actitudes.

-Su trabajo nace a partir de cierta privacidad, de una valoración de los gestos de su cuerpo en soledad; manos, dedos, boca... siempre en acción de pintar o dibujar, compartiendo inquietudes con artistas como Vito Acconci o Bruce Nauman.
-Pienso que, por un lado, es común a todos los artistas, que tenemos que estar solos para concentrarnos, pero es cierto que mi taller además de ser mi lugar de trabajo forma parte de este trabajo, de la misma manera que mi cuerpo. En efecto, conocí a muchos artistas a los que me sentía cercana, si bien en mi país estas propuestas apenas se conocían. Viajaba mucho y conseguí conectar con lo que se hacía en otros lugares.

-El propio Acconci estimaba que el fotograma de una película era algo que lo separaba del mundo exterior y lo ponía en una "cámara de aislamiento", donde se quedaba solo, con su material principal: el cuerpo. ¿Le ocurre algo similar?
-Yo me quedo sólo con mi cuerpo, porque todo lo que hacemos, los gestos, pueden ser considerados un pensamiento estético. Los materiales que me rodean son los que aparecen en mi obra, los escojo siempre de mi propio taller porque no deseo alargar o ensanchar el campo, me gusta lo mínimo y por eso mi taller es suficiente.

El jardín cerrado
-Sin embargo, alguna serie como En el estudio para dos espacios, de finales de los setenta, revela un exterior que, de todas formas, resulta todavía más cerrado que nunca.
-Creo que en aquella obra logré esa sensación. Está hecha en mi jardín y, es verdad que sentí un cerramiento todavía mayor al de otros trabajos realizados dentro del estudio. Sin embargo, en otra obra similar de aquel momento no lo logré.

-"Mi obra es mi cuerpo, mi cuerpo es mi obra", ha afirmado.
-Sí. También que mi mundo es mi cuerpo y que mi cuerpo se refugia en mi estudio.

-Resulta casi inevitable hablar de performances, si bien sé que se siente muy lejana de éstas.
-Claro, porque yo trato mi cuerpo como si fuese una instalación visual y la fijo a través de la fotografía para después integrarse. Prefiero hablar de escultura efímera más que de performance, ya que trato de fijar un momento para llamar la atención de lo que es más sutil, que la imagen quede plasmada, parada. Por eso escojo la fotografía y también el blanco y negro, ya que el color en muchos casos distrae y trato de huir de esa distracción para ser más gráfica.

-Pero, por otro lado, sus obras escapan de lo documental.
-En efecto documentan, pero no actúan como fotografías documentales, intento alejarme de esa intención. Mis historias no tienen principio ni final; es como si fuese a hacer un gesto y de repente me interrumpen, no tiene lógica y, por lo tanto, no existe esa intención.

-Cualquiera que se acerque por primera vez a sus trabajos puede que advierta pocos cambios a lo largo de su carrera artística. Formalmente entendemos una clara continuidad, ¿es simplemente un cambio de actitud lo que separa sus primeros trabajos de los últimos?
-Sin duda, ahí radica la gran diferencia, tal vez la única. En un primer momento me movía la intención de acabar con la pintura. Entonces pensaba que caminaba hacia delante, pero ahora no necesito probar nada, ni deshacerme de nada; ahora soy yo y mi cuerpo, como si negase la propia fotografía. Lo importante es lo que voy a hacer y no el medio; mi actitud corporal es hoy más moderna.

La pintura y la escala
-Habla de acabar con la pintura y, sin embargo, su actitud es muy pictórica, ¿no es así?
-Es que cuando hablo de romper con la pintura me refiero a su sentido tradicional, a la manera de utilizar la tela. Yo me considero pintora y, como dices, utilizo la fotografía como pintora, pensando que estoy haciendo un cuadro.

-En sus últimos trabajos cambia la escala: acaba por traicionar la escala humana para potenciar los brazos y lograr el contraste con la levedad del pigmento.
-Todo obedece a una simple razón estética, a un funcionamiento intuitivo que me lleva al gran formato o al pequeño, a la escala humana o a la sobredimensionada, al color o al blanco y negro... Todo es intencional, pero siempre entra la casualidad; todo nace de lo pensado y estudiado, pero acaba por dominar lo sentido. De todos modos, me resulta difícil hablar de mis últimos trabajos porque están demasiado cerca. Continuo con el mismo tema, mi interior, pero no tiene nada que ver con mi intimidad. Se trata de ver cómo mi cuerpo penetra en el espacio, cómo acaba en los pies y la cabeza de una forma abrupta, y pongo espejos para que se refleje y se expanda hacia dentro de mí.


Helena Almeida nace en Lisboa en 1934, en una familia de artistas. Diplomada en pintura por la Escuela de Bellas Artes de Lisboa, comienza a interesarse por la abstracción tras un viaje a París en 1964. Cuando en 1968 mostraba lo políticamente incorrecto a la hora de contemplar una exposición, en este caso la parte trasera de las telas, dejaba patente su intención de desarticular la lógica perceptiva que había acompañado a la pintura. Así, rechazó la representación del objeto para buscar su propia naturaleza, llegando a esa característica corporeización de la pintura que actúa como seña de identidad en su producción posterior.