Image: Andreu Alfaro, la forma en el vacío

Image: Andreu Alfaro, la forma en el vacío

Exposiciones

Andreu Alfaro, la forma en el vacío

26 diciembre, 2002 01:00

Toros de guisando, 2002

Metta. Villanueva, 36. Madrid. Hasta finales de enero. De 12.000 a 150.200 euros

Decía Baudelaire que la escultura es un hecho tan brutal como la misma Naturaleza. Esa es precisamente la sensación primera que produce esta exposición de la obra última de Andreu Alfaro (Valencia, 1929): impresión de grandeza natural, de rotundidad formidable en constitución y en presencia. Con este ciclo de grandes piedras talladas y de altas torres de acero, Alfaro vuelve casi a sus orígenes, al concepto constructivo de la escultura que él adoptó a comienzos de los 60, tras unos inicios informalistas acusadamente líricos. Ese concepto de obra construida ha sido uno de los más significativos en el desarrollo de la escultura moderna. Con tal criterio la nueva escultura renunció a los procesos de creación basados en la eliminación y adición de masa material, y se centró en métodos constructivos de carácter diverso: tectónicos, arquitectónicos, de ensamblaje y de relación. Se trata de una noción que se desentiende del símbolo y de la ilusión, y que adopta como eje el principio de realidad: materiales reales y espacio real. Esa es de nuevo la escultura de Alfaro, tras haber desarrollado un largo proceso de síntesis, desde sus estructuras de registro óptico hasta ese -todavía próximo- singular minimalismo de sus formas lineales de alusión figurativa desmaterializadas y concebidas como dibujos en el espacio.

Una segunda mirada sobre el conjunto denso de esta exposición va mostrando otras inquietudes de Alfaro en su vuelta a la escultura constructiva. Así, frente a la grandeza tectónica de piezas tan "naturales" como las referidas a los berracos ibéricos o Toros de Guisando, o frente a propuestas tan pétreas y herméticas como la del imponente bloque cuadrangular de caliza con doble perforación central que figura como prototipo de Vigilante, el escultor se pregunta sobre el sentido efectivo de otros trabajos y confiesa su duda en piezas tan bellas como la titulada No sé... No sabe, no sabemos, supuesto que los brutales hechos naturales nos descolocan. Hace unos días declaraba idéntico sentimiento el premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, observando que "la Naturaleza produce experimentos naturales pero, en la mayoría de las circunstancias, tantas cosas cambian tan rápidamente que es difícil dilucidar qué causó qué". Entonces la geometría puede servir de tabla reguladora, canon de racionalidad. Entonces, huyendo de la contradicción, las composiciones de Alfaro se tornan modulares, cruciformes, alineadas, mesurables, reavivando la poética arquitectónica de Rodchenko, las construcciones volumétricas de Vantogerloo y las columnas sin fin de Brancusi, en busca de lo absoluto, más allá de la proporción de monumentalidad.

Ese es el destino de esta obra reciente, o trabajos "de vuelta", de Andreu Alfaro, en la que el tema se simplifica más y más hasta alcanzar la forma en el puro vacío; en la que el pulimento acalla la expresión fuerte de las texturas; y en la que la forma es llevada a la esencia, a la inocencia del estado original.