'Bodegón con granada', 2002

'Bodegón con granada', 2002

Exposiciones

Alberto Corazón, renacido

30 enero, 2003 01:00

Solsticios

Marlborough. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 4 de febrero. De 2.000 a 16.700 euros

La antológica itinerante que reúne el resultado de la última década de su labor pictórica y escultórica (en estos días aterrizando en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza) permite ya encontrarse, no con el diseñador gráfico conocido por el gran público internacional, sino con el artista indagador que ha sido Alberto Corazón. Pero con esta treintena de pinturas recientes que se exhibe en Marlborough, el que fuera uno de los precursores del arte conceptual en España, en los 70, aparece como un artista renacido: autor de una pintura igualmente terminada y deliberada en lo que se refiere a su exhibición, pero ahora suavemente violenta y salvaje (“naturalista”, como la denomina Calvo Serraller en su texto para el catálogo de la misma), más dramática y bastante alejada de su habitual análisis de la imagen.

Con el título de Solsticios, la exposición consiste en bodegones y paisajes donde el óleo sobre tela o madera suele apoyarse en grafito, carbón y barnices. Ambos grupos de temas tratan de evocar de un modo sentimentalmente poético esa concepción del tiempo que es el cambio de estación y su reflejo en la naturaleza, asumidos por el hombre a lo largo de los siglos mediante símbolos, ceremonias, fiestas y rituales.

En los primeros, naturalezas sobre mesa (frutas, plantas en macetas…), fundamentalmente estivales y de paleta más viva, cabe apreciar una mayor tensión sintética, remitiéndonos a un Matisse conocedor de la imagen resumida y aislada, más tembloroso. Luego, una buena serie de Colmenas encendidas facilita el tránsito hacia cierto tono abisal y nocturno pero inflamado y lleno de pequeñas vetas de vida que es la sorpresa de la muestra: esos paisajes verticales de gran formato: los “embarcaderos de mineral”, los “solsticios”, ese Acantilado, las “tormentas”. Es ahí donde Corazón se topa con el enjambre y su llama, abordando, en lo que parece un acto de necesidad, el nacimiento de una nueva destreza: hacer salir con cada gesto una diminuta luz que alumbre al misterio que sobrepasa a símbolo e imagen.