Image: Miriam Cahn

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Exposiciones

Miriam Cahn

20 febrero, 2003 01:00

Sin título, 1998

Fundación "La Caixa". Serrano, 60. Madrid. Hasta el 20 de abril

En el programa Mira Suiza organizado con motivo de la presencia helvética en ARCO, la única exposición individual de gran envergadura es la de Miriam Cahn (Basilea, 1949) en la Fundación "la Caixa". No se trata, sin embargo, de una figura de primer orden internacional, a pesar de ser respetada en su país y conocida en el ámbito germano. La dinámica de rápida sucesión de modos artísticos ha hecho que su obra sea desde hace años extemporánea: formó parte de la generación neoexpresionista de Martin Disler o Klaudia Schifferle y ha mantenido, al margen de evoluciones posteriores, esa orientación. Su carrera se divide en dos etapas bien diferenciadas. En la primera se sirvió de la tiza y el carboncillo para hacer dibujos monumentales, primero en la calle, con carácter de acción política y feminista, y luego en soportes frágiles de grandes dimensiones. En la exposición, esta etapa, que se extiende hasta 1994, se ve limitada a una sola sala que se impone a todas las demás por su fuerza. Son dibujos de trazos violentos hechos sobre el suelo, a veces con los ojos cerrados, de una gran tensión y dramatismo. El esfuerzo físico necesario para realizarlos era tal que una lesión de espalda obligó a la artista a abandonarlos. En ese momento da inicio la segunda etapa de su trayectoria que, aunque se doblega a la tradicional técnica del óleo, es mucho más arriesgada estéticamente. En estos últimos años se hace evidente la vinculación de Miriam Cahn con la difusa tradición "visionaria" suiza y una cercanía al arte "bruto" o outsider. Su pintura es obsesiva y parece guiada por un cierto automatismo (termina sus cuadros en una sola sesión de un par de horas) y por sugerencias oníricas. La gran mayoría de sus obras son figuras esquemáticas -cabezas, torsos y en menor medida cuerpos enteros- con muy pocas variantes. Algunos animales antropomorfizados y, lamentablemente pues son muy buenos, pocos paisajes. Las variaciones expresivas quedan circunscritas a un cromatismo exacerbado, sumamente brillante e irreal. Con tales condiciones autoimpuestas es comprensible que no siempre alcance la intensidad plástica y emocional necesaria en este tipo de trabajo. Hay en la exposición una docena de obras verdaderamente impactantes. Pero muchas otras prescindibles, reiterativas o sencillamente fallidas.